La noche en que Ricardo dejó de ser Ricardito

El factor humano hace que la política siga siendo todavía una ciencia social fascinante. El factor humano hizo que Perón emergiera empujado por la nueva clase obrera de la Argentina de posguerra. Hizo que Alfonsín derrotara al peronismo en 1983 y que Menem sorprendiera a Cafiero seis años después. Es el mismo factor que le dio y le quitó su oportunidad a la Alianza; que le otorgó el poder a Kirchner en 2003 y que le advirtió hace un año que también podía ser derrotado por un dirigente nuevo como De Narváez.

Ese factor humano anoche produjo otra sorpresa política. Ricardo Alfonsín, ese dirigente aceptado en las mesas del poder por ser el hijo de Raúl pero mirado con escepticismo por muchos adversarios y hasta de sus compañeros de ruta, derrotó a una coalición en la que sumaron sus intereses Federico Storani, Leopoldo Moreau, Gustavo Posse y Julio Cobos.

Nadie daba demasiado por la suerte del hijo de Alfonsín porque la Unión Cívica Radical, y sobre todo la bonaerense, ha sido respetuosa al extremo de los aparatos partidarios. Pero montado en la ola de cariño que cosechó tras la muerte de su padre, en una creciente capacidad de comunicación mediática y en una terquedad digna de la familia de origen vasco a la que pertenece, Ricardo dejó anoche de ser Ricardito (como todos lo llaman cariñosamente) para convertirse en Ricardo y ganarse en lugar preponderante en el escenario inmediato de la Argentina del 2011.

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