La inflación perjudica el desarrollo del crédito

El desarrollo del sistema financiero en Argentina y las posibilidades de abastecer las demandas crediticias requeridas para un crecimiento sustentable está amenazado por la elevada inflación, por el grado de informalidad laboral y por el alto nivel de riesgo país.

La inflación es un repelente para el desarrollo del ahorro en moneda local. Si bien la tasa de ahorro en Argentina es más alta que en la convertibilidad (2000: 14.2% vs 2009: 26%), los depósitos en el sistema financiero en proporción al PBI son sensiblemente menores (2000: 27% PBI vs 2010: 20% PBI). Esto es así porque los ahorristas canalizan el ahorro en otros instrumentos que les permiten aislarse del riesgo inflacionario y cambiario, como ser la tierra, los ladrillos, o la moneda extranjera.

Para el sistema financiero esto es una gran limitante porque además de que los depósitos en relación al PBI son bajos la inflación genera una fuerte preferencia por la liquidez, de hecho el plazo promedio de los depósitos no supera los 15 días. A la postre, las Obligaciones negociables y las líneas del exterior que siempre fueron el fondeo más largo que conseguían los bancos, hoy son inexistentes, tanto por la desextranjerización del sistema como por el elevado riesgo país que pone un piso, prohibitivo, al precio de los fondos de largo plazo.

El fondeo de corto plazo impide que los bancos puedan prestar a largo plazo por el excesivo descalce que eso implicaría. Ese riesgo se podría mitigar cobrando una elevada tasa de interés fija, que cubra cualquier evento inflacionario, u ofreciendo tasa de interés variable. Ninguna de estas dos opciones es aceptada por la demanda de largo plazo porque los proyectos generalmente no rinden lo suficiente como para la tasa de interés fija que se presenta, ni tampoco están dispuestos a asumir una tasa de interés variable, por la incertidumbre que genera un contexto de inflación.

Ante esta situación los bancos se vuelcan de lleno al crédito de corto plazo, abasteciendo toda la demanda de capital de trabajo de las empresas y de consumo de los individuos, a tasas de interés que en muchos casos no llegan a reflejar la inflación. Esto se potencia por el hecho de que en un país donde todavía el 40% de los trabajadores son informales los sujetos de crédito no abundan.

En definitiva, el hecho de que toda la capacidad prestable de los bancos esté concentrada en el corto plazo, en un contexto de elevada liquidez, genera un exceso de oferta de fondos que determina una tasa de interés real negativa para el financiamiento de corto plazo que convive con la inexistencia de financiamiento de largo plazo. Ningún sistema financiero puede desarrollarse si enfrenta continuamente tasas de interés reales negativas, como viene ocurriendo en la Argentina, más bien está destinado a ser un canalizador de fondeo transaccional, puesto que el ahorrista preferirá otro tipo de activos para invertir su ahorro.

Todo esto explica el por qué el crédito bancario al sector privado en la Argentina representa sólo el 13% del PBI cuando pre crisis ascendía a 25% del PBI, y cuando en Latinoamérica el ratio es de 37.5%, en Europa Emergente es de 44% y en Asia Emergente es de 80%.

En este sentido, el Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario, por el que el BCRA fondea a los bancos al 9.0% a 5 años para que presten al 9.90% al mismo plazo, no ataca el epicentro del problema, que es la inflación, aunque sí intenta resolver en una pequeña magnitud la limitación al financiamiento de largo plazo que genera el fondeo de corto plazo.

No obstante, hay tres puntos importantes respecto del plan:

1- El otorgamiento de créditos en el sistema financiero naturalmente tiene una carga burocrática y de tiempos, pero siempre acorde con el timing de las necesidades de los clientes. El armado actual impone cargas burocráticas adicionales, corriéndose el riesgo de entorpecer un proceso que de por sí debe ser dinámico y se deja espacio a la discrecionalidad.

2- Respecto de otros programas de aliento al crédito de largo plazo, este plan tiene un lado positivo que es que el BCRA no asume ningún riesgo crediticio, sólo facilita los fondos a una determinada tasa, y el riesgo lo asume el banco que presta. El problema que se observa, es que el spread de tasas de interés del programa (0.9%) no cubre el riesgo de incobrabilidad del otorgamiento del crédito, que hoy es de 3.3%. De no cubrir ese aspecto, el éxito del programa también estaría comprometido. En este sentido, la mejor solución es que los bancos compitan por esos fondos mediante licitaciones.

3- Hoy los agregados monetarios están creciendo al 20% anual, lo que explica en gran parte la inflación, la emisión de $8.000 millones adicionales para el programa implicaría un incremento adicional de 7.0%, lo que terminaría por potenciar el aumento de precios. En ese sentido, los $ 8.000 millones deberían esterilizarse totalmente mediante la colocación neta de títulos del BCRA. De esa manera, sí se va a haber canalizado liquidez ociosa hacia crédito a largo plazo, aunque con un efecto neto menor al inicialmente pretendido.

Finalmente, debe quedar claro que para incentivar el financiamiento de largo plazo el mejor plan que puede llevar a cabo el BCRA, y que es mandato de su Carta Orgánica, es reducir la inflación, para recrear la confianza en el peso y recuperar el ahorro en moneda nacional.

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