La importancia de ser ambiguos con Taiwan

Dado que Washington, Beijing y Taipei están perdiendo la paciencia sobre el status de Taiwan, es momento de insistir en la estudiada ambigüedad que desde 1949 conserva la paz entre China comunista y su complicada isla. No es fácil para ninguno de los tres protagonistas. Al presidente George W. Bush no le sale naturalmente la verborragia deliberada. Durante la visita de Wen Jiabao, el premier chino, a Washington esta semana, Bush lo deleitó al criticar sin rodeos al presidente de Taiwan Chen Shui-bian.

Chen tampoco está de humor para ser ambiguo. Su calibrado enfoque de confrontación hacia China elevó su popularidad en Taiwan y mejoró sus probabilidades de ganar las elecciones presidenciales en marzo del año próximo. El hecho de hacer ruido sobre el democrático y económicamente exitoso territorio de Taiwan también garantiza que los norteamericanos presten atención a sus vulnerables amigos mar adentro de China.

Si bien China deliberadamente nunca detalló dónde está la “línea roja diplomática para Taiwan, insiste en que la isla forma parte de China y se reserva el derecho de usar la fuerza para conseguir la unificación. Las recientes provocaciones de Chen, las cuales China cree que está llevando a Taiwan hacia la independencia, originó amenazas particularmente espeluznantes.

El dilema de China es que la inacción incentiva a Chen a seguir adelante, y que si China tiene una reacción de enojo, él se gana la simpatía de los votantes taiwaneses.

En medio de toda la retórica, vale la pena preservar el actual equilibrio triangular de poder: Taiwan sigue independiente en la práctica, pero no se declara como tal; China presiona para una eventual reunificación; Estados Unidos disuade un ataque chino con una vaga amenaza militar, mientras que le pide a Taiwan no tomar el fatal paso hacia la independencia; y la incertidumbre sobre las intenciones de otros impide que ellos se muevan en forma impulsiva.

Las críticas de Bush a Taiwan fueron de hecho un esfuerzo loable por mantener el frágil status quo, el cual Estados Unidos apoya sin ambigüedades. La exitosa visita de Chen a Estados Unidos el mes pasado permitió a Taiwan pensar que la administración norteamericana estaba inclinándose hacia Taipei, y Bush evidentemente está tratando de restablecer el equilibrio.

Por lo tanto, la pelota está en el campo de Chen, cuyas maniobras políticas provocaron el último aluvión de peligrosas actitudes. Él afirma que el “referéndum defensivo , que propuso para exigir el fin de las amenazas chinas y la remoción de los misiles que apuntan a Taiwan, es un ejercicio legítimo de la democracia. Sin embargo, en realidad, el momento (el mismo día de las elecciones presidenciales) no es el adecuado y la votación no tiene sentido, dado que no influirá en nada el comportamiento de China.

Una manera mucho más efectiva de garantizar la paz en el Estrecho de Taiwan sería fomentar una mayor integración económica con el continente, preservando al mismo tiempo el status quo diplomático.



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