¿La historia se repite?

Es casi una obviedad decir que la política argentina corre a puro vértigo. Se puede pasar de la crisis al crecimiento, de la gobernabilidad a la ingobernabilidad y, sobre todo, saltar de un partido a otro a velocidades que -aún siendo frecuentes- no dejan de sorprender. Pero convendría no dejarse llevar tanto por las sensaciones. Desafortunadamente, el vértigo que produce la política argentina podría no corresponder al de una carrera, que atraviesa distintos caminos y va dejando atrás las etapas. Se parece, más bien, al vértigo de una calesita, donde el paisaje va cambiando hasta dar la sensación de avanzar. Pero pronto se llega al mismo punto de partida. Inexorablemente, el paisaje vuelve a repetirse.

En su versión 2008, el peronismo y el radicalismo, los dos partidos tradicionales, buscan volver a revivir sus estructuras orgánicas. Un andamiaje que había quedado petrificado desde la crisis de 2001. Aquella debacle terminó de fracturar el sistema de partidos, abriendo una etapa atomización, de creación de nuevas fuerzas, y de dominio de los poderes territoriales y las estructuras creadas por el caja de Estado. Una etapa en la que el kirchnerismo enarboló su propuesta de la ‘transversalidad’.

Pero hasta los más avezados politólogos dudan sobre cuál será la forma definitiva que adopte el sistema de representación política en el país.

La pretendida “normalización del PJ, empezó con el paso equivocado. Que la consumación de un acuerdo entre Kirchner y Lavagna se haya realizado en la Quinta de Olivos, el mismo lugar donde atiende la presidenta Cristina, deja muy mal parado el argumento de que se pretende separar ahora al gobierno del manejo de la reorganización partidaria.

Pero lo que hacer presumir que cualquier intento de estructurar al PJ o la UCR repetirá anteriores fracasos es la falta de voluntad de aceptar las elecciones internas como regla de juego, algo que padecen también las nuevas fuerzas.

Curiosa paradoja: la vocación

por los pactos y las listas únicas nunca logró alumbrar consensos básicos .

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