LOS EXPERTOS TRIBUTARIOS RECHAZAN EL USO DEL NUEVO COMPROBANTE

La factura M discrimina a los contribuyentes de bajos recursos

El nuevo esquema de retenciones, de 100% del monto facturado por IVA más 3% a cuenta de Ganancias, hará más difícil la permanencia de las firmas en el mercado

En sus primeros días de puesta en práctica, la factura M causa malestar entre los contribuyentes. El nuevo comprobante convierte en posible evasor a cualquier persona que pretenda abrir un comercio o prestar un servicio, pero que no tenga un patrimonio superior a 102.300 pesos, y tribute sobre éste el impuesto a los bienes personales. Además, la factura convierte en presunto evasor a quien no posea un inmueble o un automotor por $ 50.000. Esta situación plantea una seria discriminación, ya que una persona deja de ser confiable por su bajo nivel adquisitivo.

Es inédito que la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), haya ideado un sistema que partiendo de sus propias presunciones basaría la moralidad de las personas en la posesión de bienes, como si bastase la cualidad de solvente para evitar fraudes tributarios, cuando los casos más notorios indican todo lo contrario.

Con la Resolución General 1.575, la AFIP puso en vigencia la factura M para aquellos que solicitan facturas del tipo A por primera vez, pero no consigan alcanzar un determinado nivel patrimonial. En el caso de las sociedades los parámetros son similares, y se incorporan las manifestaciones patrimoniales de los socios para llegar a las cifras necesarias según el organismo.



Sello de pobreza

Como si la barrera patrimonial fuero poco, existe la opción de emisión de facturas A con una leyenda aclaratoria, que no hace más que agudizar la discriminación. Esto permitirá informar una clave bancaria a la AFIP en donde se le depositarán los pagos de los comprobantes.

Por otro lado, las retenciones de 100% del monto facturado en concepto de IVA más 3% a cuenta de Ganancias que sufrirán los titulares de facturas M, harán muy difícil su subsistencia competitiva en el mercado. Además en el caso de poder enfrentar las retenciones, sus clientes deberán acondicionar sus sistemas contables para poder operar con ellos, lo que añadirá costos administrativos.

A esto se suma una grave incoherencia vinculada con el capital mínimo que se requiere para constituir una sociedad anónima en la Ciudad de Buenos Aires, que es de solo $ 12.000. Asmismo, existen préstamos para micro y pequeños emprendimientos por valores de apenas $ 5.000. Es decir que es posible llevar adelante un proyecto desde montos muy inferiores a los solicitados por la AFIP.

De esta forma, la factura M, en lugar de facilitar el desarrollo de negocios y de emprendimientos pequeños, tiende a la complicación de las normas y al desaliento para quienes buscan crear fuentes de trabajo dignas.

Si bien es claro que las facturas apócrifas existen y generan serios problemas para la economía, esta mala praxis que erosiona todo el sistema debe erradicarse de manera idónea. Querer terminar con ese modus operandi a través de presunciones como engendrar un nuevo sistema de retenciones o implementar sistemas de información a la AFIP y nuevos formularios trae una mayor incertidumbre al ya complicado sistema de emisión de comprobantes argentino.

En este sentido, resultaría más eficiente adecuar el sistema tributario en las tasas de los impuestos que se cobran, sobre todo en el IVA, e implementar un control por oposición más frecuente. Incomodar a miles de contribuyentes con facturas y formularios parametrizados en cuanto a su formato, disposiciones, tamaño, numeración, cantidad de copias y distinción por letra, no hace sino otra cosa que agotar la paciencia de los tributaristas y los buenos pagadores.



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