La derrota de Uribe es una señal para EE.UU.

La renuncia de un aliado, el ex presidente de Bolivia Gonzalo Sánchez de Lozada, y ahora la derrota política de otro, el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, indican que este no ha sido un buen mes para la política estadounidense en la región andina. Los problemas de Washington en Latinoamérica pueden parecer pequeños comparados con los de Irak, pero la fe que el gobierno estadounidense ha depositado en su actual enfoque político de libre comercio, democracia y guerra contra las drogas está errada. Ese enfoque no está funcionando y necesita una renovación.

Sería un error mostrarse demasiado apocalíptico con respecto a la derrota de Uribe en el referéndum del último fin de semana. Después de todo, el popular dirigente colombiano estuvo cerca de lograr el apoyo que buscaba para su ambicioso programa de reformas, con el que apuntaba a modernizar el Estado a través de cambios que hubieran permitido a las autoridades combatir más eficazmente a los guerrilleros financiados por el narcotráfico y a los paramilitares.

Los incrementos en los impuestos y el recorte en el gasto, al igual que otras medidas de emergencia anunciadas el miércoles, deberían limitar el perjuicio económico inmediato y reducir el creciente déficit fiscal. El gobierno debería poder reorganizar su deuda externa y evitar un default como el de la Argentina.

De todos modos, el resultado del referéndum muestra que muchos colombianos todavía no han entendido la relación entre la política fiscal y la de seguridad. La dura posición de Uribe con respecto a la guerrilla izquierdista de las FARC sigue siendo popular, pero para muchos de los votantes la guerra está en segundo lugar comparado con temas como los puestos de trabajo y los salarios. Además, los resultados de las elecciones locales, que también se realizaron el fin de semana pasado, sugieren que crece el apoyo a la izquierda tradicional, que en Bolivia obligó a renunciar a Sánchez de Lozada.

Todo esto es preocupante. Implica que Colombia seguirá dependiendo por mucho tiempo de Washington para financiar la guerra. El Plan Colombia, como se llama el programa para la erradicación de drogas respaldado por Estados Unidos lanzado en el año 2000, termina en el 2005. Pero como van las cosas, necesitará ser renovado.

Si Estados Unidos quiere encarar con seriedad la eliminación del tráfico de cocaína y heroína en Latinoamérica, debe comprometerse en el largo plazo y agregar recursos para financiar programas destinados a limitar los efectos de desestabilización social y económica, particularmente entre las marginadas comunidades indígenas. La única alternativa sería una reestructuración radical de la actual política sobre drogas. Pero la despenalización de la cocaína y la heroína son todavía anatema en Washington. En última instancia, sin embargo, los funcionarios podrían tener que analizar estas opciones, al igual que otras formas de regular el uso de drogas en el punto de consumo, por difícil de aceptar que esto parezca ahora.



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