Roberto Mangabeira Unger

“La Argentina debe cambiar el populismo distributivista por un nuevo proyecto nacional

En una entrevista exclusiva con Weekend, Roberto Mangabeira Unger, ex ministro de Asuntos Estratégicos del gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva, dice que es imperativo avanzar hacia un modelo de desarrollo en la región para democratizar la economía de mercado.

Sábado 3 de julio. 9 AM. No se cumplen aún 24 horas desde que Brasil quedó eliminado de la Copa del Mundo, pero el sentimiento de tristeza y decepción que invade a ese país por la dura derrota frente a Holanda no parece haber afectado el ánimo de Roberto Mangabeira Unger. Está claro que este pensador de izquierda, político y teórico social brasileño no es un aficionado al fútbol (cuentan las malas lenguas que ni siquiera siguió el partido por TV; una “herejía para cualquier carioca que se precie), pero hay que decir que la energía y vitalidad que despliega a la hora de exponer sus ideas sobre la unidad sudamericana y la necesidad de “innovar para construir un modelo de desarrollo común a los países de América del Sur dejan entrever que pasión no le falta.

De paso por Buenos Aires invitado por la Fundación Universitaria Río de la Plata para conmemorar los 40 años de la institución, el profesor predilecto de Barack Obama en la Escuela de Derecho de Harvard y hombre de consulta de varios políticos argentinos (ver aparte), habló en exclusiva con Weekend.

El futuro del Mercosur, las próximas elecciones presidenciales en Brasil y en la Argentina, la relación con los EE.UU., Lula, Obama, Mangabeira se mete de lleno en el corazón de la agenda regional para decir lo suyo. Por ejemplo, que “la oportunidad transformadora de la crisis internacional fue desperdiciada , o que la principal tarea en la región es ahora “organizar un modelo de desarrollo para democratizar la economía de mercado .

Claro, también habla de política local. Sostiene que en el último siglo se alternaron en el país etapas de "política institucional antitransformadora (con gobiernos radicales) y de política transformadora antiinstitucional (con gobiernos del PJ). Y aunque se cuida de no personalizar, insinúa críticas a la administración de los Kirchner. Dice que el mayor desafío para el país “es decirle no a los atajos económicos y políticos (menciona al “keynesianismo bastardo -sacarle a un sector para darle a otro- y al personalismo confrontacional) para “persistir en la construcción gradual de un modelo de productivismo democratizante que abarque a la región.

l Usted pronosticó en 2008 que la Argentina y Brasil tenían una oportunidad frente a la crisis. ¿Supieron aprovecharla?

- La crisis fue y aún es una gran oportunidad transformadora, pero temo que ha sido desperdiciada. El mundo, en general, no enfrentó los dos grandes problemas subyacentes: el primero, la relación entre el sistema financiero y la economía real. La forma cómo se organizan las cosas en el mundo en las economías de mercado contemporáneo. El sistema productivo, en gran medida, se autofinancia con base en los lucros invertidos y reinvertidos en las empresas, y el dinero que está en los bancos y las bolsas de valores no está orgánicamente vinculado a la agenda productiva. Hay que reorganizar la relación entre el sistema financiero y la economía real para asegurar que el potencial productivo del ahorro social no se disipe en un casino financiero.

l ¿Qué significa reorganizarlo?

- Significa innovaciones institucionales, no es regulación, es reorganizar los canales que movilicen el ahorro de largo plazo para la inversión productiva de largo plazo. Por ejemplo, gran parte del ahorro en las sociedades contemporáneas está en el sistema de seguridad social y ese dinero son capitales porque el Estado no tiene vocación productiva. Sería necesario movilizar parte de ese dinero para hacer el trabajo de la venture capital para impulsar emprendimientos emergentes. Eso está ligado a otro problema: la seudo ortodoxia económica que aceptamos en América del Sur en las últimas décadas tiene una parte buena y una mala. La buena es el principio del realismo fiscal, de la responsabilidad fiscal, incluso para asegurar el margen de maniobra de la economía nacional del estado para poder innovar y tomar las iniciativas para cambiar la posición en la división internacional del trabajo. La parte mala es un nivel muy bajo de ahorro nacional, imaginar que podemos desarrollar el país apelando al capital extranjero. El principio del capital extranjero es tanto más útil cuanto menos se depende de él. Lo que necesitamos es asegurar un aumento forzado del ahorro nacional público y privado y, al mismo tiempo, organizar los canales entre el ahorro de largo plazo y la inversión productiva.

l La Argentina está abogando por reglas heterodoxas limitando el ahorro nacional. No genera ahorro propio sino que se respalda mucho en el ahorro público...

- Éste es un primer gran tema suprimido en el debate nacional. El segundo es que en la segunda mitad del siglo XX en países como los EE.UU. se organizó un mercado de consumo en masa y un mercado de consumo en masa, en principio, es igual a la popularización del poder adquisitivo, que a su vez exige redistribución del ingreso, que eso no se hizo. En las últimas décadas del siglo pasado hubo una violenta redistribución regresiva del ingreso. ¿Cómo se reconcilió el consumo en masa con redistribución regresiva? Parte de la respuesta está en una seudo democratización del crédito. La posibilidad en parte por una sobrevalorización de los inmuebles como un efecto colateral. Y hay que enfrentar ese problema asegurando una democratización real de ingreso, pero sobre todo de las oportunidades económicas y educativas.

l ¿Cómo se logra?

- Nosotros nos resistimos a esa creencia por ciertos atajos. Por ejemplo, en Brasil, el uso de los bancos públicos para asegurar el mantenimiento de la inversión del crédito pero sin transformar estructuras, sin democratizar las oportunidades, y esos atajos no son suficientes porque la tarea principal es organizar un modelo de desarrollo basado en la ampliación de oportunidades y la capacitación.

l ¿No es un desarrollismo del tipo del (ex presidente de Brasil, Juscelino) Kubitschek?

- Vivimos muchas décadas sobre los auspicios de una seudo ortodoxia económica, que la idea era simplemente asegurar la confianza financiera y copiar el formulario institucional, la segunda generación de reformas del consenso de Washington, y la idea era que si hacíamos eso todo iba bien. Cuando se comprende que eso no basta, hay la tentación de hacer resurgir las soluciones del pasado, dos de ellas contemporáneas: un keynesianismo bastardo, sacar a un sector para dar a otro, y la idea de un estado fuerte. Es una tentación de buscar en el pasado las alternativas para ese modelo fracasado de ahora.Tampoco basta. Ahora hay una tarea distinta que es instrumentalizar esa energía creativa y emprendedora que viene de abajo.

l ¿Quién encarna esa energía?

- Está sobre todo encarnada en una nueva clase media, mestiza, insurgente y en la voluntad de la masa de seguir el camino de esa masa de emergentes. Ahí hay un conjunto de iniciativas para democratizar las oportunidades económicas: una política industrial que capacite a las pymes, elevarlas a la vanguardia productiva; una política agrícola que asegure atributos empresariales a la agricultura familiar y una política de trabajo que enfrente nuestro problema crucial en materia de relaciones entre capital y trabajo, que es que la mayoría está afuera: el 40% de los trabajadores son no registrados y una parte creciente de los asalariados formales son precarizados. Hay dos discursos en el trabajo: el neoliberal, la flexibilización, y hay un discurso corporativista sindical del derecho adquirido que atiende los intereses de la minoría que está adentro pero no de la mayoría que está afuera. No vamos a prosperar en nuestros países como una China con menos gente, apostando al trabajo barato y descalificado. Y tampoco

tenemos chance con países de nuestras características con una estrategia de Nueva Zelandia, de apostar simplemente en producción primaria y en formación de una elite de servicios. Tenemos que tener una escalada de productividad con una base industrial, incluyente, y es para eso que se debe hacer esa democratización de la economía de mercado.l ¿Usted ve en América Latina algún país que se encamine hacia ese proyecto?

- No. En Brasil, por ejemplo, el gobierno de Lula, en el que tuve el honor de participar, tuvo grandes avances. Millones de personas salieron de la pobreza, millones de jóvenes terminaron la escuela técnica, se consolidó la estabilidad macroeconómica, iniciamos grandes obras de infraestructura y hubo un avance también tangible que es que el pueblo se identificó con el presidente Lula, un operario, y con eso se aceptó a sí mismo. Pero aún no resolvemos el problema esencial. El atributo más importante de un país como Brasil, y también de la Argentina, es su vitalidad, inclusive emprendedora, y la mayoría no tiene instrumentos, capacitaciones, es por tanto una energía que se disipa. Para instrumentalizar esa energía es necesario innovar.

l Aquí se tiende a más Estado por ausencia de un entendimiento privado para lograr ese productivismo innovador...

- El modelo ideológico imperante en todo el mundo durante los últimos dos siglos fue un modelo hidráulico: más Estado, menos mercado; más mercado, menos Estado. Y no es el problema. El problema es cómo organizar el mercado y la relación con el Estado, que no es simplemente regular. ¿Cómo organizar para dar realidad a la idea del crecimiento incluyente? Y para eso en el contexto nacional argentino es necesario resistir a una serie de atajos. La alternativa que yo describía es una manera de decir no a esos atajos que deben ser repudiados. Primero, los históricamente característicos del justicialismo: expropiar el excedente económico del agro para financiar el consumo de las masas urbanas en lugar de democratizar las oportunidades. Después un atajo político, que es apelar a un personalismo político confrontacional y con eso caer en esa alternancia entre política institucional antitransformadora y política transformadora antiinstitucional. Después los atajos históricamente característicos del radicalismo, un discurso institucional vacío: “vamos a obedecer las reglas . ¿Qué reglas? El radicalismo se originó en un movimiento de rebeldía contra el colonialismo financiero y el intento de incorporar políticamente a las masas urbanas pero no creó las instituciones capaces de ejecutar esa obra. Sustituyó la construcción institucional por una copia institucional.

l ¿Cómo analiza el futuro del Mercosur?

- Yo entiendo que la construcción conjunta de un modelo de este tipo es lo que le falta al Mercosur y a la Unasur. El problema básico es que continúa siendo un espacio meramente mercantil en el que no hay proyecto. Las rivalidades comerciales inevitables, naturales, han ganado una importancia desmesurada porque no hay estrategia común. El desafío es, tomando el ejemplo de la Argentina, decir no a los atajos y no a la mera regresión al keynesianismo bastardo y al desarrollismo antiguo y persistir en la construcción gradual de ese modelo de productivismo democratizante. Si no hacemos eso en América del Sur, vamos a tener tres categorías de países: países muy bien organizados que se venden y aceptan una posición subalterna en la división internacional de trabajo; países que se quieren rebelar pero no saben cómo, y países que oscilarán entre las otras dos categorías. Para salir de eso hay que organizar esa alternativa.

l Lula ha puesto mucho énfasis en el Mercosur y ha sido paciente con la Argentina frente a ciertas transgresiones en las reglas de juego del bloque. ¿Seguirá esa política a partir del recambio presidencial en el Planalto?

- Insisto en que por la falta de ese proyecto común la tendencia es juzgar el Mercosur por criterios meramente comerciales y el comercio es importante pero es enteramente accesorio. No hay ningún caso histórico en el mundo de un gran proyecto regional organizado simplemente como un negocio y así es que quieren organizar al Mercosur, entonces no puede funcionar. La UE tuvo dos presupuestos históricos: uno fue poner fin al siglo de las guerras y el otro organizar un espacio geopolítico y un modelo de organización económica-social diferente al de los EE.UU. Y el Mercosur no tiene el equivalente funcional a esa dimensión. El desafío es la construcción común de un modelo de desarrollo.

l El año próximo tenemos elecciones aquí. Usted tiene trato frecuente con políticos argentinos. ¿Qué expectativa tiene?

- Es un gran momento porque en Brasil sigue predominando la idea de que la Argentina es nuestro socio más importante. Yo participé del esfuerzo de impulsar el movimiento de los Brics (el bloque que integran Brasil, Rusia, India y China) y contribuir a una nueva agenda internacional, pero entendemos que la prioridad es América del Sur y organizar aquí una alternativa que funcione. Y es mucho mejor organizarla con la Argentina que solos. Vamos a continuar intentando.

l ¿Hay en la Argentina dirigentes políticos capaces de “innovar como usted plantea?

- Mi sentimiento dialogando con los políticos de todas las corrientes es que hay una comprensión de este tema y yo siempre digo que no es suficiente organizar un consenso mínimo porque el problema de un consenso es que tiende a ser minimalista. Es necesario simultáneamente organizar un disenso, organizar alternativas claras para que haya un contraste, una dialéctica de alternativa.

l A la dirigencia argentina nunca le resultó fácil anudar consensos...

-Todos con quienes dialogo apuntan a ese defecto y se lo atribuyen a los otros. (se ríe)

l ¿Cómo se sale de esa lógica?

- Yo veo que hay por lo menos el comienzo de una disponibilidad psicológica para esa tarea. Yo no veo alternativa, no creo en la política sin ideas porque lo que veo constantemente en el mundo es que hay un gran debate por el poder, después se llega al Palacio y no se sabe lo que se va a hacer. Y las ideas no aparecen espontáneamente cuando se quiere, hay una lucha para construirlas y tienen que ser construidas colectivamente. Por tanto, no hay atajo para llegar instantáneamente. Es necesario, con paciencia, persistir en el esfuerzo de construir la alternativa y yo creo que el momento es muy favorable.

l Volviendo al tema comercial: la Argentina tiene hoy un problema con China y puede hacer fracasar las negociaciones Mercosur-UE. ¿Está cerca de convertirse en un paria político y comercial para el mundo?

- Todo cambia muy rápidamente con un proyecto. En el mundo nadie está permanentemente excluido. Lo que pasa es que falta definir un proyecto que no sea simplemente un keynesianismo bastardo, un populismo distributivista o un servilismo institucional que son las cosas que hemos tenido hasta ahora.

l ¿El kirchnerismo se reivindica como un gobierno progresista? ¿Lo ve así?

- No es apropiado para mí emitir un boletín, estoy actuando en la vida pública y continuaré actuando. Mi experiencia fuera del gobierno y en el trato con argentinos es de una gran disponibilidad y yo estoy enfocado en contribuir a una formulación programática de dimensión continental, sudamericana. z we

“América Latina debe organizar una agenda

positiva con los Estados Unidos


Para Mangabeira, América Latina tiene un problema de enfoque en su relación con los EE.UU.: “Primero, entender que ser objeto de su atención es una gran ventaja y segundo, establecer una rivalidad cretina para descubrir quién es su predilecto , ironiza. Según este intelectual, en momentos en que el país del Norte atraviesa situaciones complejas como correlato de la crisis global, la región debería tomar la iniciativa y organizar una agenda “ positiva con los demócratas. “La última vez que tuvimos esto fue en la época de Kennedy, con la alianza para el progreso, pero con un sentido paternalista. Ahora debería ser diferente; proponerle a ellos un conjunto de proyectos comunes en las Américas a favor de la democratización de oportunidades , dice. Respecto de la gestión de Obama, señala que, aunque en el gobierno hay “personas bien intencionadas, aún no resolvieron el problema esencial, que es semejante al nuestro: es una sociedad con gran dinamismo, pero la idea rooseveltiana de un proyecto para las personas comunes aún no se ejecutó. Yo estoy abogando en América del Sur por lo que los americanos no consiguieron y, por tanto, por una inversión de esa situación histórica de que siempre los aguardamos a ellos para copiarlos .

El “gurú que enamoró a los

políticos argentinos


Nació en Río de Janeiro, pero pasó su infancia en los EE.UU.. A los 11 años, regresó a su país, pero volvió a América del Norte para estudiar abogacía. En 1976, con 22 años, se convirtió en el profesor más joven de la Escuela de Derecho de Harvard, donde le dio clase nada menos que al presidente Barack Obama. Considerado uno de los pensadores más lúcidos de la época, este teórico social y político brasileño fue ministro de Asuntos Estratégicos de Lula (2007-2009). Y hoy es el gurú político de moda entre la dirigencia argentina. Eduardo Duhalde, Juan Manuel Urtubey, Mario Das Neves, pero también Julio Cobos, Margarita Stolbizer y Gabriela Michetti son grandes entusiastas de su idea de organizar un nuevo proyecto de desarrollo en la región. De todos ellos, la mayoría con aspiraciones para 2011, es hombre de consulta.

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