Grecia amenaza la recuperación económica global

El peligro de default de deudas soberanas de los países del sur de Europa puede conducir a una nuevo período de retracción de la economía mundial

Hace unos días, Jim O’Neill se sentía bastante optimista. El economista jefe de Goldman Sachs, conocido por acuñar la sigla BRIC para representar a Brasil, Rusia, India y China como principales motores del futuro crecimiento de la economía mundial, tenía gran confianza en que las consecuencias de la crisis financiera griega no fueran suficientes para descarrilar la recuperación global.

Pero por cada día en que vacilaron los mercados de valores, subieron las tasas de préstamos interbancarios y el euro cayó contra el dólar, la pequeña dificultad local en el sur de Europa amenazó más con tener consecuencias globales. Sin duda, las cosas se vieron más feas, opinó O’Neill. “Esto ya no se trata sólo de Grecia .

Las comparaciones entre Grecia y la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers en septiembre de 2008 podrían ser exageradas. Hoy hay mucha más claridad en cuanto al tamaño exacto del problema – el stock de deuda soberana que corre riesgo de caer en default– que cuando se trataba de los contratos vigentes de Lehman.

Pero un factor común es la profunda incertidumbre sobre la velocidad con la que los bancos pueden transladar sus problemas a las economías y al mundo. Mientras exista esa incertidumbre, es imposible descartar que la crisis griega haga retroceder al mundo ubicándolo nuevamente en una etapa de recesión.

Sorprende poco que la crisis financiera global haya puesto a prueba la resistencia del crédito soberano. Los gobiernos con frecuencia asumen el peso de la deuda del sector privado; y lo hicieron elevando el gasto de estímulo para compensar el desapalancamiento de las compañías y consumidores o nacionalizando la deuda de las instituciones financieras castigadas por la crisis.

Pero mientras se duda de la solvencia de países como Grecia y España, la preocupación giró a sus acreedores privados, en especial bancos de Francia y Alemania, y a los gobiernos en París y Berlín que podrían tener que salir a respaldarlos. Cuando acordó un paquete de rescate por 110.000 millones de euros para Grecia, la eurozona, en realidad, estaba rescatando sus bancos.

“Todos están tratando de trasladar la deuda al balance del otro, del sector privado al público y de un país a otro , señaló Morris Goldstein del Peterson Institute for International Economics en Washington.

El mayor temor, agregó, es que el mundo se esté quedando sin entidades crediticias con espaldas suficientes para sostener la enorme deuda, mientras puede ir.... Goldstein intenta mencionar países solventes. “La solución es clara, Canadá y Brasil tendrán que asumir la deuda del resto del mundo, .

En su último libro de historia de las crisis financieras, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff aseguran que las crisis bancarias frecuentemente van seguidas de crisis de deuda soberana, porque los gobiernos se ven obligados a asumir pasivos privados para mantener a flote su sistema financiero. El caso de Asia en 1997-98 brinda un ejemplo de cómo las deudas privadas pueden convertirse en obligaciones públicas si un default pone en peligro la economía en general. Según Paul De Grauwe de la Universidad de Leuven en Bélgica, pese a que en la eurozona se habla de derroche fiscal endémico, el enorme incremento de la deuda pública en los últimos años fue tanto causa como consecuencia de la crisis. “Si bien el coeficiente de deuda bajó de 72% en 1999 a 67% en 2007, las instituciones financieras elevaron su deuda de menos del 200% del PBI a más del 250% , escribió el blog sobre economía VoxEU.

España, por ejemplo, recortó la deuda del gobierno de un nivel equivalente al 60% del PBI al 40%. Pero su economía dependía de un auge de consumo y un boom inmobiliario insostenibles financiados por deuda bancaria, y la respuesta a la crisis trasladó el endeudamiento del sector privado al público. La decisión de Madrid de inyectar dinero público a CajaSur, un banco de ahorro regional, reavivó la especulación sobre hasta dónde avanzaría ese proceso. Mohamed El-Erian, CEO del enorme fondo de inversión Pimco, señaló: “Un banco chico en una economía chica demostró al resto del mundo que todo el sistema bancario europeo está agobiado .

Sin embargo, los problemas de los bancos europeos no conducirán automáticamente a una repetición de la crisis de Lehman. Hay razones para estar más relajados. Las tenencias de activos de los bancos están lejos de ser transparentes, pero son menos inciertas que el tamaño y la distribución del potencial daño a los pares de Lehman. Los bancos, en general, están mejor capitalizados y pueden absorber amortizaciones de sus activos.

Las autoridades que fijan políticas también están mejor preparados para enfrentar amenazas al funcionamiento de los mercados financieros en el corto plazo. Frente a la volatilidad del mercado, el Banco Central Europeo cambió de opinión y comenzó a comprar directamente bonos del gobierno, mientras que la Reserva Federal rápidamente reanudó las líneas de canje con otros bancos centrales, lo que ayudó a impulsar la liquidez en todo el sistema durante la primera fase de la crisis financiera.

Si bien las tasas interbancarias a las cuales los bancos se prestan entre sí subieron en los últimos tiempos en relación con las tasas overnight oficiales –un indicador de incertidumbre sobre la salud de las entidades– siguen muy por debajo de los niveles estratosféricos alcanzados después de la quiebra de Lehman. “Se observan cambios de comportamiento entre las autoridades desde 2008 , señaló El-Erian. “La cuestión ya no es si hay una crisis bancaria mundial, sino cuánto daño le provocarán los problemas bancarios europeos a la economía mundial .

La respuesta inmediata parece ser “no mucho . Las estimaciones del impacto directo de la crisis griega en la economía mundial en general son bastante bajas. Grecia representa sólo entre 2% y el 3% del PBI de la eurozona; y en cualquier caso, hace varios años que la eurozona no funciona como un gran motor de demanda mundial.

En cuanto al impacto de los movimientos en los mercados financieros y commodities en Estados Unidos, por ejemplo, Michael Feroli de las oficinas neoyorquinas de JPMorgan Chase, asegura que los efectos han sido “negativos pero no lo suficiente para descarrilar la recuperación . Él reconoce que el golpe a la riqueza de los hogares norteamericanos provocado por las recientes caídas de las acciones podría reducir el gasto de consumo entre 0,3% y 0,6%, durante un año. No obstante, eso en parte podría compensarse con el aumento del 0,2% derivado de la caída de los costos energéticos causada por la baja de los precios del petróleo. El alza del 3,2% en el dólar ponderado por el comercio comparado con su promedio de marzo podría restar entre 0,4% y 0,5% de crecimiento este año. Sin embargo, el descenso de las tasas hipotecarias elevarán el consumo interno. Por lo tanto, se trata de un moderado viento en contra, y no un muro infranqueable.

No obstante, si la crisis de la eurozona no es suficiente para derrumbar la recuperación global, bien podría reubicar a la economía mundial en un patrón habitual y poco grato. Todos conocen muy bien los desequilibrios mundiales que se acumularon durante el auge anterior a la crisis, con el consiguiente riesgo que implicaría una vuelta atrás desordenada. Estados Unidos tenía un déficit comercial grande como consumidor de última instancia, igualado por los superávits en muchas partes del mundo emergentes, en particular Asia. La Unión Europea estaba prácticamente en equilibrio, los déficits de los países como el Reino Unido, que están orientados al consumo, se compensaban con los superávits de los exportadores como Alemania.

Esos desequilibrios disminuyeron durante la crisis global, pero eso se debe más a los efectos cíclicos que a un cambio en el patrón subyacente, dado que la menor demanda de consumo en EE.UU. y la baja de los precios del petróleo redujeron sus importaciones. Un cambio permanente, opina la mayoría de los economista, requeriría que el dólar se mantenga a un nivel marcadamente inferior durante varios años y que el ahorro norteamericano aumente. El corolario para Asia, y en menor medida para Europa, sería un giro de la exportación al consumo ayudado por tipos de cambio que se vayan apreciando, mayormente en China.

Pero la crisis en el sur de Europa detuvo movimientos en esa dirección. Muchos participantes del mercado esperaban, después de la cuidadosa diplomacia por parte de EE.UU., que Beijing anunciaría en mayo o junio la reanudación de la lenta apreciación del yuan que se abandonó en 2008. China tiene pocas ganas de que su sector exportador pierda competitividad simultáneamente en Europa y EE.UU., sus dos principales mercados. Con el alza del dólar, el objetivo de EE.UU. de duplicar sus exportaciones en el término de cinco años, que antes parecía poco probable de cumplir, ahora parece titánico.

En los meses venideros, quienes fijan políticas enfrentarán problemas difíciles. Primero, quizás tengan que abordar una continua agitación en los mercados financieros con opiniones disímiles sobre cuál es la mejor forma de hacerlo. Si bien existe un apoyo generalizado a que los bancos centrales brinden liquidez a corto plazo y al fondo de rescate por u$s 750.000 millones armado por la eurozona, los participantes del mercado aseguran que la prohibición de la ventas cortas al descubierto por parte de Alemania aumentó la incertidumbre y la volatilidad.

A O’Neill, de Goldman, le preocupa ese anuncio y otras medidas intervencionistas, como la adopción en EE.UU. de la norma Volcker que no permite a los bancos realizar transacciones con dinero propio. “Este podría ser el tipo de cosas que uno esperaría de un banco de inversión, pero ¿no será que esta sucesión de planes nacionales para controlar las finanzas sea lo que está creando preocupación en el mercado? .

El aumento de las tasas de préstamo interbancario, si bien reducido por el momento, revela la preocupante falta de confianza entre los bancos. “Los hedge funds estarán pensando que la prohibición de las ventas cortas significa que los bancos germanos tienen algo que ocultar , aseguró O’Neill.

El segundo desafío es qué hacer en el caso de que quede claro que los planes de rescates no están funcionando y que países como Grecia, Portugal y quizás España estén en camino a caer en default. Si los bancos alemanes y franceses amortizan su deuda griega, las operaciones de respaldo implícito de los gobiernos París y Berlín tendrán que convertirse en recapitalizaciones bancarias explícitas para evitar el riesgo de una sucesión de quiebras en las principales instituciones financieras. Pero, como los gobiernos ya asumieron enormes sumas de deuda, no queda claro cuánta capacidad tienen para brindar mayor apoyo.

Y si la crisis provoca que baje más la calificación de los créditos soberanos riesgosos, una mayor cantidad de gobiernos podrían verse obligados a adoptar políticas de restricción fiscal, lo que disiparía el impulso de la recuperación económica global. Los países como el Reino Unido, por ejemplo, hasta ahora pecaron de cautelosos al mantener blanda la política fiscal en el corto plazo con el propósito de sostener la demanda interna. Una ola de preocupación por la deuda soberana podría colocarlos en la categoría de naciones que necesitan restringir la política de inmediato para recuperar la confianza, en vez de disfrutar del lujo que significa recuperar el equilibrio fiscal gradualmente durante una serie de años. Por lo tanto, el hecho de que la crisis financiera ingresó a la etapa de deuda soberana quizás no sea particularmente sorprendente. Pero los inversores nerviosos que crearon otro ciclo de transmisión de deuda del gobierno al sector bancario y vuelta a la deuda soberana provocaron incertidumbre que quizás sea la mayor amenaza para la economía global desde que empezó a entrar lentamente en recesión el año pasado.

Noticias de tu interés