LAS INSTITUCIONES SON TAN IMPORTANTES COMO LOS PRECIOS

Entre la ciencia, el vino, las frutas y la yerba mate

El país gasta poco en investigación y desarrollo y por eso no logra insertarse aún en aquellos sectores favorables. Los casos del vino, la yerba y las frutas del Comahue

La Argentina gasta en investigación y desarrollo científico menos de medio punto porcentual del PIB anual, una proporción no sólo inferior a la de los países desarrollados, como Japón y Estados Unidos, sino por debajo de la mitad de lo que a ese fin destina Brasil.

Esa falta de estímulos al desarrollo tecnológico y a la innovación industrial dificulta la aparición de una de los secretos que posibilitaron el desarrollo en países con dotación de recursos humanos comparables a la Argentina: los clusters o “racimos industriales, agrupaciones, redes de empresas, universidades, especialistas y proveedores que creen un entorno favorable para la producción y el desarrollo de escala, coincidieron los investigadores de la Mediterránea.

El país no ha logrado incluso una posición en sectores donde sí podría hacerlo, dados los costos comparativos y la dotación de recursos humanos, como las áreas de software y servicios informáticos, donde detenta apenas 0,2 % y el 0,3% del mercado mundial, respectivamente, precisó Juan Manuel Garzón.

Aun así, sectores como el vitivinícola lograron despegar, con el simple expediente de la desregulación y la explotación de los incentivos del mercado mundial. Los pilares del crecimiento fueron la opción por la calidad, diferenciación de producto y una relación más estrecha entre oferta y demanda, debido a que la caída de las regulaciones (como la eliminación del mecanismo de precios sostén). A lo largo de la década, precisó Sergio Olivieri, la superficie plantada con variedades de alta calidad enológica aumentó 63%, con aumentos que en el caso de los tintos promediaron 88 % (en el caso del Syrah, el aumento fue de 1.053%, en el del Cabernet Sauvignon, 420%).

La razón fue muy simple:

el desmontaje del aparato regulatorio hizo que los viñateros y bodegueros tuvieran al fin en cuenta los gustos de los consumidores.

Un caso menos alentador es el de la yerba mate, en Misiones y en Corrientes. Allí recién en los últimos años se ha dado alguna preocupación por la variedad de producto y la búsqueda de nueva demanda, aun en el mercado mundial. El sector arrastra un problema cultural de décadas, debido a la hiperregulación, que llevó a los productores a considerar a los procesadores como un enemigo natural.

En el caso de los frutos del Alto Valle, explicó Anahí de Tapatá, los precios relativos son solo una parte de la competitividad sectorial, más fuertemente influída por serias dificultades institucionales, por la proliferación de entes y organismo reguladores. “Hay 49 organismos públicos y otros 33 entes de diseño de políticas que afectan al sector , precisó la investigadora. Esos organismos, sin embargo, poco han aportado a solucionar los problemas más importantes del sector. Una prueba contundente es la Carpocapsa, suerte de “aftosa de las manzanas y peras que fue declarada plaga en 1932. Se trata de una plaga cuarentenaria que limita el acceso a Brasil, Japón, Taiwán y Filipinas. Un programa técnico de combate fue finalmente aprobado en 1996, pero en mayo de 2002 Brasil bloqueó otra vez el mercado al detectar un cargamento infectado, que había sido aprobado por el Senasa, el organismo sanitario argentino. El episodio no sólo derivó en pérdidas de exportaciones por u$s 6,4 millones, sino en una pérdida de prestigio internacional y elevó al doble el costo de control, debido a que el mercado se reabrió sólo a partir de la disposición de operativos especiales. Y lo peor, es que aun así no nos creen.



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