JUNTO A TONY BLAIR, DOMINÓ LA POL TICA BRIT NICA POR DOS DÉCADAS

El paso al costado que anunció Brown marca el fin de una era

En su gestión impulsó la independencia del Banco de Inglaterra y rechazó la adopción del euro. En la crisis de 2008 lanzó una exitoso plan de recapitalización bancaria

La renuncia de Gordon Brown pone fin a tres años turbulentos de ejercicio como líder del Partido Laborista mientras fue Primer Ministro del Reino Unido. Pero su paso a un costado marca mucho más que eso.

Su dimisión da por terminado un período de veinte años donde ha sido una de las figuras dominantes de la política y vida pública británica; primero como uno de los dos arquitectos del Nuevo Laborismo, luego como canciller del Exchequer o Ministro de Finanzas y, finalmente, como premier.

Durante gran parte de esas dos décadas, Brown fue, junto con Tony Blair, una de las mitades de un duopolio que transformó el Partido Laborista y lo convirtió en una de las máquinas más exitosas de la política de la posguerra. El contraste entre los dos hombres –Blair el comunicador y persuasivo, Brown el estratega económico y predicador– permitió, en su mejor momento, que una poderosa combinación que barría con todo lo que se le cruzaba.

Pero en el corazón de este dúo se produjo un error fatal: la decisión de Brown de que Blair debía dar un paso al costado y que él debía alcanzar el cargo máximo. En julio de 2007 Brown forzó la salida de su aliado. Pero desde Downing Street 10, no logró que el laborismo obtuviera su cuarta victoria electoral, después del triplete de Blair.

Quienes lo defienden aseguran que hay que reconocerle tres grandes logros. Primero, como canciller, le otorgó independencia al Banco de Inglaterra y mantuvo al Reino Unido fuera de la moneda única europea. Eso sucedió cuando muchos, especialmente Blair y Peter Mandelson, otra figura clave del Nuevo Laborismo, opinaban que debían estar adentro. Mientras Europa asume la inmensa crisis financiera, muchos dicen que fue una decisión correcta.

Segundo, sus aliados afirmarán que en 2002 tuvo un rol crucial en la resurrección del servicio de salud nacional británico; logró que el gasto en salud representara una proporción del PBI similar al promedio europeo. Los que lo critican señalan que la inyección de efectivo se produjo sin reformar adecuadamente la estructura del servicio de salud, y que se malgastaron miles de millones. Pero Gran Bretaña no volvió a los niveles de subfinanciación de los ‘90 que dejaba sin atención a enfermos mientras yacían en pasillos de hospitales.

El logro final, y el que más será reconocido en el exterior, es la función que Brown cumplió en la crisis financiera de 2008. Se valora la decisión de lanzar el plan de recapitalización bancaria en Gran Bretaña, que luego fue aplicado en EE.UU. y Europa en un momento crítico. Los líderes mundiales lo aclamarán tanto como su rol par que el G-20 se ocupen de la crisis.

No obstante, hay errores que pueden mencionar sus detractores. La principal acusación contra Brown será siempre que dejó su cargo cuando el Reino Unido enfrentaba la peor crisis fiscal desde la Segunda Guerra Mundial. El mantra de Brown como canciller era que, con el laborismo, no se volvería al “auge y caída de los tories, una referencia a cómo él creía que los conservadores habían manejado mal la economía. Sin embargo, esa frase lo persigue. Los años de auge terminaron en recesión y un colosal déficit.

También hay otros fracasos, como su incapacidad de conectarse con los británicos. Los primeros diez años del Nuevo Laborismo estuvieron dominados por Blair, el mejor comunicador de la política británica moderna. Pero Brown, que es escocés, no logró congeniar con su electorado.

Sin embargo, no hay duda de que Brown ha sido durante 20 años un gigante de la política británica. Pasarán años, quizás décadas, antes de que Gran Bretaña produzca nuevamente un pensador y estratega político a esta escala.

Noticias de tu interés