Deuda: cómo evitar que se repita la historia

El ministro de Economía expresó este martes que el país deberá evitar tomar deuda pública en los próximos tres o cuatro años, lo que parece una muy buena decisión. Tanto que si hubiera dicho que en vez de cuatro años habrá veda para endeudar al sector público por treinta años, hubiera sido incluso una mejor noticia aún, dados los antecedentes del país en las últimas décadas.

La frase del ministro, con todo, tiene sus vueltas, ya que en realidad no es que la Argentina deba evitar tomar nueva deuda pública, sino que en los hechos le será imposible hacerlo por bastante tiempo, seguramente por mucho más que esos tres o cuatro años. Es que luego del default (y de la celebración que parte del Congreso hiciera de éste), luego de la posterior larguísima demora en presentar una propuesta (casi dos años) y luego de la frialdad con que esa propuesta realizada en Dubai fue recibida por los acreedores, no parece muy probable, ni siquiera posible, que alguien quiera prestarle voluntariamente al Estado argentino dinero fresco.

El gobierno de Raúl Alfonsín entregó la administración a Carlos Menem en 1989, y hasta allí el país había acumulado una deuda de 63.170 millones de pesos y dólares, sin contabilizar aquí al por entonces famoso déficit cuasifiscal. Vale aclarar que ya antes, en los años setenta y principios de los ochenta, el gobierno militar había acumulado un importante endeudamiento, que aumentó en 1982 con la estatización de deudas privadas. Luego, entre 1989 y 1999, la deuda pública casi se duplicó, culminando el gobierno de Carlos Menem con compromisos por 122.600 millones de dólares, con lo que la deuda en ese período de diez años aumentó a un ritmo de 5.900 millones al año, en promedio. El gobierno de Fernando de la Rúa duplicó la apuesta, y en los dos años que duró en el poder llevó la cifra a 136.500 millones de dólares. Para terminar, la administración del mismo Roberto Lavagna aumentó la deuda (por las consecuencias no deseadas de la devaluación y la pesificación, según explica) en casi 40.000 millones adicionales, según las proyecciones existentes hasta fin de este año. Con estos datos, que se diga que existe la decisión de no acudir más al mercado voluntario de capitales (y el compulsivo también...) no puede tomarse de otra forma que como una excelente noticia.

Hay que decir, sin embargo, que para que esta promesa pueda cumplirse habrá que hacer muchas cosas en los próximos dos años, ya que todas los cálculos revelan que con estas proyecciones de superávit fiscal (3% en 2004 y un número al menos similar en 2005) lo que haya que pagar a todos los acreedores, aún en el mejor de los escenarios, no alcanzará. De hecho, existe una presunción muy seria de que la Argentina tendrá dificultades en 2006 para cumplir con los Boden de la nueva deuda, que Lavagna quiere respetar a toda costa.

Lo del ministro es, sin duda, una muestra de buenas intenciones en el camino correcto. Ahora falta que él pueda hacerlo desde Economía, algo que no será nada fácil. Y que los políticos se lo permitan, algo que será menos fácil aún.



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