Cuando las fortalezas se transforman en debilidades

Por Daniel Sticco, economista y periodista

En la última semana el ministro Martín Lousteau dijo: ‘el superávit comercial más el superávit fiscal es lo que le permite a la Argentina estar aislada de las turbulencias internacionales y esto da una fortaleza muy importante en medio de la incertidumbre’. Pero curiosamente, en esos días Economía y la Secretaría de Comercio Interior dieron cuenta de que en ambos frente se verificó un inquietante deterioro del ahorro del sector público y también del privado.

En el primer caso, pese a la persistencia de la bonanza internacional, que a través de una nueva escalada de los precios de las materias primas que exporta la Argentina, y al impulso que mantuvo el consumo interno, el superávit fiscal no sólo se transformó en diciembre en el primer rojo en la materia en los últimos tres años, sino que también coronó un período de siete meses consecutivos de caída nominal en comparación con igual mes del 2006. Claro está, depurado de la contabilidad creativa de considerar los fondos derivados del sistema de jubilación privada al de reparto, como ingresos corrientes, como computó Hacienda en todo ese período. En tanto en el segundo, la persistencia de un tipo de cambio relativamente alto, a partir de las intensas regulaciones del Banco Central para evitar una excesiva revaluación del peso, junto al comentado escenario externo favorable, no fueron suficientes para generar un shock exportador, como sí está ocurriendo con las importaciones, por lo que también se verificó una persistente disminución del excedente de la balanza comercial. Aunque en el trimestre octubre-diciembre el fenómeno fue disimulado por el anticipo de operaciones para burlar el anunciado aumento de las retenciones sobre los cereales y oleaginosas.

De ahí que si bien para el corriente año cabe esperar que otra vez se asista a un cuadro de superávit gemelos, debe tenerse en cuenta como un factor de debilidad que no está asegurado que al menos sea similar al del 2007 y que, peor aún se estima que será otra vez más el producto de medidas adicionales, para avanzar sobre la capacidad contributiva del sector privado en lo que respecta al frente fiscal, como de un importante efecto arrastre del alza de los precios de las materias sobre el cierre del año más el efecto de una excepcional cosecha de granos y oleaginosas, antes que del efecto de la maduración de fuertes inversiones productivas y mejora del estado de bienestar del conjunto de los residentes en el país. En consecuencia, si la consolidación de los superávit gemelos constituye una clara fortaleza de la economía argentina, entonces la disminución de esos excedentes, debe leerse como una clara debilidad, la cual adquiere una magnitud inquietante, habida cuenta de que se produce en un contexto inédito para el país, porque se está dando en un escenario en donde confluyen en la misma dirección las tendencias de los mercados internos y externos para la producción nacional.

La razón de semejante pérdida de calidad de los denominados superávit gemelos no es otra que el persistente avance del sector público sobre el privado, con una presión fiscal creciente que no es tanto producto de la mayor eficiencia de la recaudación, sino de constantes cambios en las reglas de juego que terminan afectando las decisiones de inversión y que sólo se fundamentan en la alimentación de un gasto público creciente e ineficiente, por definición. Amén de la perpetuidad de controles de precios y tarifas, junto a cupos de exportación en varios rubros, que también conspiran contra las decisiones de grandes inversiones de las empresas.

Mientras ese contexto no se modifique, las fortalezas de la Argentina seguirán asociadas a factores exógenos, en tanto las debilidades estarán dominadas por causas endógenas, las cuales pareciera que en el 2007 comenzaron a tener más entidad que aquellas, y que se proyectarían potenciadas en el corriente año.

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