LO QUE PODR A HABER PASADO SI EL S NDROME RESPIRATORIO AGUDO SE HUBIERA EXTENDIDO M S R PIDAMENTE

Cuando el mundo contuvo el aliento

Si la difusión del virus hubiera sido más rápida, China, Canadá y Taiwán habrían resultado sido abrumados por los casos y las autoridades, muy lentas para evitar el desastre

El Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS) ya no provoca temor. Actualmente los habitantes de Pekín, Toronto y Hong Kong puede recordar los meses de 2003 en que estuvieron amenazados por la enfermedad como si fueran una pesadilla de la que han despertado. Pero nadie debe adjudicarse demasiado crédito por el hecho de que el SRAS, por ahora al menos, sea historia.

China pudo darse el lujo de ser poco precisa a la hora de informar sobre la verdadera cantidad de gente afectada y Canadá pudo permitirse mostrar indignación por las presiones internacionales y demorar la cooperación con la Organización Mundial de la Salud (OMS) porque el SRAS resultó ser una enfermedad de transmisión lenta. Sólo entre 30 y 40% de las personas expuestas al virus se contagiaron, lo que permitió que se pudiera contener el avance del síndrome con métodos ineficientes y no probados. Si el SRAS hubiera tenido una tasa de infección de casi el 100%, como la gripe y el resfrío común, el mundo hoy en día sería muy diferente de lo que es.

Si la difusión del virus hubiera sido más rápida, China, Canadá y Taiwan hubieran quedado abrumados por la cantidad de casos y la respuesta de las autoridades habría sido demasiado lenta para evitar el desastre. Los aviones hubieran seguido transportado pasajeros enfermos a decenas de países durante varios días, con consecuencias catastróficas para la población mundial. Desde los ataques con ántrax en Estados Unidos, hace dos años, los gobiernos de todo el mundo han concentrado el grueso de su capacidad para controlar enfermedades infecciosas en enfrentar un posible ataque con armas biológicas. Los que se vieron obligados a luchar contra el SRAS, dudaron a la hora de declarar una emergencia nacional por un brote virósico porque semejante declaración pondría en marcha todas las medidas draconianas (y muy costosas) previstas en sus planes de emergencia.

Los gobiernos también se retrasaron en su respuesta porque previeron lo que iba a quedar en evidencia en el pico de la crisis: el devastador golpe a sus economías que iba a representar la epidemia. Todo esto obstaculizó una respuesta decidida.

Una vez que esta respuesta llegó, los regímenes autoritarios, como el de China, instintivamente reaccionaron con decisiones que pusieron en riesgo los derechos humanos y civiles de sus ciudadanos. El principal hospital chino destinado a los enfermos de SRAS –construido en apenas semanas–, se parecía más a una prisión y tenía guardias y cercos de alambre de púas. En Singapur se obligó a la gente en cuarentena a vivir las 24 horas del día vigilada con cámaras de video. En Vietnam pusieron guardia policial en las camas de los hospitales.

Las democracias liberales, por su parte, descubrieron que sus ciudadanos no tenían la disciplina ni el espíritu solidario necesarios para respetar los requerimientos de una cuarentena. En Toronto, gente que debía respetar la cuarentena fue vista en peluquerías y medios de transporte públicos, y sus familiares mentían para salir de la ciudad.

El SRAS causó 774 muertes, mientras la influenza mata entre 250.000 y 500.000 personas en un año promedio. La reacción del mundo frente al SRAS demostró que el temor puede ser mucho más dañino que una enfermedad. En cierta forma, sirvió como un ensayo para el brote de una nueva y mortal enfermedad infecciosa, o para el uso por parte de terroristas de un mal en estado latente. Por lo tanto, es importante ver qué pudimos aprender.

En un mundo globalizado, no existen los problemas de salud localizados. Un brote epidémico es capaz de atravesar continentes en el término de días y economías enteras pueden entrar en crisis al menor alerta sanitario. La mayoría de los sistemas de protección de la salud existentes son demasiado descentralizados para enfrentar un brote de este tipo. Se precisa el control gubernamental y resulta crucial actuar con decisión. Vietnam y Singapur, que reaccionaron con rapidez y firmeza sufrieron perturbaciones económicas mínimas.

Pero la crisis también demostró que pocos dirigentes nacionales tienen la sangre fría necesaria para hacer lo correcto por sí solos. Las autoridades sanitarias de los distintos países no están en condiciones de soportar la enorme presión económica y política que desata el pánico. Incluso el Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos, que con frecuencia ha participado en el control de epidemias, parece ahora mucho más sensible a las presiones políticas que antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre. Es fundamental la creación de una agencia global independiente, capaz de coordinar esfuerzos y brindar a los países asesoramiento que no sea tendencioso.

Por último, es crucial que las investigaciones que apuntan a aislar los nuevos virus y proveer tratamientos y vacunas sea abierta, y que la información al respecto se comparta internacionalmente a través de Internet. En el caso del SRAS, la OMS pudo mantener el proceso abierto y libre de rivalidades intelectuales y comerciales. Sólo se puede esperar que esté en condiciones de hacerlo otra vez, si surge la necesidad.

(*) El autor fue asesor de Comunicaciones de la OMS y es director de Comunicaciones del Fondo Global de Lucha contra el SIDA



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