LOS EMPRENDEDORES MARCAN EL NUEVO RUMBO

Cambia el mapa de los negocios locales con nuevos apellidos y holdings tradicionales

Están los de ayer, pero también los que se sumaron hoy. La liga de los grandes holdings se mantuvo aunque fue migrando su core business con el pasar de los años. Las olas de la macro se han ido replicando en la micro economía y los emprendedores aparecen como la oportunidad para empezar a escribir una nueva historia. Hacia dónde van hoy empresas argentinas.

En los ‘80 el Estado Nacional era el gran protagonista del mundo de los negocios vernáculo. YPF, Gas del Estado, Obras Sanitarias, EnTel, Somisa, Aerolíneas Argentinas, Ferrocarriles, Polisur y la Caja Nacional de Ahorro y Seguro eran sólo algunas de las “joyas del holding estatal. Entre los privados ya aparecían algunos clásicos de hoy: Socma, con Franco Macri a la cabeza, contaba con Sevel, Sideco, Iecsa, Philco y Manliba entre sus principales activos. Techint, por entonces con ventas por us$ 1100 millones figuraba como un peso pesado de la industria al igual que Bunge & Born, un conglomerado de más de u$s 10.000 millones de ventas por año. Fortabat (Loma Negra), Bemberg (Quilmes), Roggio (Banco Suquía y Roggio e Hijos), PeCom (Banco Río, Pecom, Sade), Bulgheroni, Garovaglio & Zorraquín, eran otros de los grandes jugadores del mercado de los ‘80. Luego llegó el uno a uno, la historia conocida, las privatizaciones, la irrupción de jugadores extranjeros y el cambio de manos de aquellos

clásicos albicelestes que se subieron a la globalización. Así fue cómo Perez Companc diversificó sus intereses, Soldati creció y cayó con Sociedad Comercial del Plata como consecuencia de las inversiones en la montaña rusa del negocio de los trenes. Techint multiplicó por cinco sus ventas de los ‘80 a 5500 millones de pesos-dólar y Socma tomó a los celulares a través de Movicom. Roggio aterrizó en los subtes, Arcor migró de grupo local a internacional, el Exxel Group lideró las fusiones y adquisiciones formando un portafolio de empresas que en 1996 lo llevaron a facturar u$s 1900 millones con Musimundo, Norte, Tía, Havanna, Freddo, Oca, Edcadassa, Paula y Coniglio, sólo por citar algunas. Aparecieron Telefónica y Telecom, Repsol le cambió el apellido a YPF y el CEI fue tapa de los principales titulares de negocios por sus compras de medios y las garras del Gato Handley. El grupo Clarín ganó en deals y ya en 1996 tenía un holding que incluía ventas por $ 1300 millones con el diario, Radio Mitre, FM100,

Multicanal, y las mitades de Trisa, TSC y TyC Sports, por citar algunas. Entre 2000 y 2009 la historia volvió a girar. La crisis de 2001 y el posterior cambio de reglas llevó a una depuración en la que el mundo de los negocios anotó nuevos apellidos. A la primera ola de inversores europeos y estadounidenses que se produjo en los ‘90, la siguió un efecto regional que bañó las costas. En 1993, había 281 empresas de capitales argentinos -161 de ellas, con más de un 50 por ciento de accionistas extranjeros- entre las mayores compañías del país, según las estadísticas del Indec (previas a la llegada de Guillermo Moreno y equipo). El valor de su producción generaba $ 29.734,9 millones, un 40 por ciento del total. En 2004, sumaban 165, tras un piso de 160 en 2002. Para 2005, las nacionales eran 33 por ciento de las 500 mayores empresas del país -según el Indec-, con el 58 por ciento de su capital en poder de accionistas extranjeros. Su participación en el valor agregado había caído al 14 por ciento. Pero, pese a

los indicadores y como consecuencia de la retirada de varios grupos internacionales, la tan mentada burguesía nacional recuperó posiciones. Marcelo Mindlin, que había sido socio de Eduardo Elsztain en IRSA, avanzó con la creación de Pampa Holding, un grupo energético con acciones en Transener, Edenor, Centrales Térmicas Güemes, Loma La Lata y Piedra Buena. Elsztain, en tanto, es hoy uno de los principales desarrolladores de real estate de la Argentina, avanzó con Cresud y controla los principales shoppings del país. Los Miguens Bemberg dejaron el traje de cerveceros en manos de Ambev y se calzaron el de empresarios energéticos con Sadesa. La familia Eskenazi le devolvió el YPF a la ahora ex Repsol y el Estado le puso su apellido nuevamente a Aerolíneas con un déficit récord que, según afirma su CEO, intentan revertir. Eduardo Eurnekian hace tiempo dejó el traje de empresario de medios para calzarse el de principal accionista de los 33 aeropuertos nacionales a través de AA 2000 y Mario Quintana, un hombre

que hizo carrera en el mundo de los fondos semilla -venture capitals-, se subió al negocio de los private equities para gestar Pegasus, el grupo que controla Farmacity, Musimundo, Freddo, Aroma y Pampa Cheese, entre otras firmas que facturan en conjunto $ 1700 millones. Lo cierto es que entre los clásicos de ayer, los que sobrevivieron y los que nacen por estos días se gesta una nueva historia. Techint y Arcor se encuentran consolidados como multilatinas, mientras los nuevos dueños se anotan ya no en la liga de los megaholdings sino en la de grupos con facturaciones de u$s 500 millones promedio. Para que esto ocurra se produjeron dos factores principales: por un lado se reordenaron los grandes grupos según su core business y por otro hay nuevas empresas medianas y chicas con proyección internacional. Los datos son elocuentes. Si bien la Argentina quedó fuera del top ten de países emprendedores el año pasado y, por primera vez desde la salida de la crisis de 2001, cayó la tasa de creación de empresas por oportunidad, existe una tradición emprendedora que claramente marca el futuro de los negocios en el país. Para el Global Entrepreneurship Monitor, que releva la actividad emprendedora en 55 países y en la Argentina es elaborado por el Centro de Entrepreneurship del IAE, la tasa de actividad emprendedora (TEA) cayó del 16,5% al 14,7% el año pasado y la Argentina pasó del 7° al 15° puesto del ranking de países emprendedores. Más de uno de cada ocho argentinos está vinculado con nuevos proyectos pero ya no como consecuencia de la crisis sino por las ganas de emprender. Ejemplos no faltan. Marcos Galperín, fundador y CEO de Mercado Libre, logró sobrevivir a la eclosión de la burbuja y creó una empresa de comercio electrónico que es leading case global. Martín Migoya y Guibert Englebienne, apostaron a sus instintos y fundadon Globant, un proveedor local de servicios de IT que creció a mayor velocidad y adquirió dos empresas en su raid de adquisiciones. Los deals están lejos de terminar. La moda es otro de los sectores en los que los nuevos apellidos hacen historia. Desde Sol Acuña y Josefina Helguera con la profesionalizada Rapsodia, pasando por la fórmula de Federico Bonomi y Cynthia Kern en la globalizada Kosiuko, siguiendo por la diversificación de Gabo Nazar y Cardón, o la conquista de nuevos mercados de Jessica Trosman, la emprendedora argentina que tiene presencia en las vidrieras de más de 26 países. Los sectores con potencial no son pocos. Pese a la batalla por la 125, el negocio del agro sigue siendo uno de los de mayor potencial para la Argentina. Alimentos y bebidas, sobre todo en el negocio vitivinícola, también concentran inversiones directas dado el potencial local y de expansión regional. El sector farmacéutico donde existen buenos márgenes y empresas locales de proyección internacional es también uno de los de mayor futuro, de acuerdo a la opinión de los principales analistas. Bagó y Roemmers, son sólo dos ejemplos. En el sector financiero también hay apellidos con historia. De hecho la movida del Banco do Brasil al entrar en el Patagonia, marca una tendencia que, aseguran los expertos, podría replicarse en el corto plazo en otras entidades nacionales. Porque tal como ocurría en 1810 el mapa local de negocios tiene sólo un punto en común con entonces: las oportunidades existen, pero sólo unos pocos tienen la habilidad y timing para aprovecharlas.

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