Jorge Arrizurieta. Presidente del Comité Anfitrión de la Reunión Anual del BID Miami 2008

América latina, entre la abundancia y la escasez energética

Poco sirve decir que la región en promedio exporta gran cantidad de combustibles, si algunos bloques como Centroamérica sufren el peso de las costosas importaciones de petróleo. Se necesita salir del círculo vicioso para diversificar y fortalecer la estructura económica

Con los precios del petróleo por las nubes, fenómeno que posiblemente no cambie en el corto plazo, viene de manera muy oportuna la próxima Asamblea General del BID en Miami, uno de cuyos temas centrales de discusión es precisamente el de la energía.

Paradójicamente, el continente vive al mismo tiempo en medio de la abundancia y la escasez de energía, y entre la bonanza y la pobreza que se derivan de tenerla o no tenerla.

Aunque parezca sorprendente, América latina es -después del bloque de países que se independizaron de la antigua Unión Soviética- la región del mundo donde las exportaciones de productos minero-energéticos tienen el mayor peso dentro de la composición de los principales bienes exportados.

De acuerdo con cifras de la Organización Mundial de Comercio (OMC), los rubros de energía y minerales básicos son los mayores generadores de divisas para la Comunidad de Estados Independientes (CEI), como se les conoce ahora a 12 naciones ex-URSS, lo mismo que para Latinoamérica. En aquella región, donde figuran países como Ucrania, Armenia y Uzbekistán, las exportaciones de combustibles y minerales representan el 64 por ciento del total de las ventas de mercancías. En América latina, esta proporción es del 42% en promedio, aunque para algunos países su importancia resulta ser mucho más alta.

Las exportaciones de minerales e hidrocarburos de América latina sumaron en 2006 182 mil millones de dólares, de los cuales 110 mil correspondieron a combustibles y más de 70 mil a carbón y otros minerales. La cifra total de las exportaciones es cerca del doble del total de las exportaciones agrícolas, que contabilizaron un poco más de 102 mil millones.

A pesar del aparente positivo panorama, Latinoamérica importa igualmente grandes cantidades de combustibles y productos mineros, que representan más del 22% de sus compras totales de mercancías. Para algunas economías tal cosa se traduce en una verdadera ruina.

Esto significa que América latina, por un lado tiene una riqueza que está por evaluar frente al mundo por su peso específico, pero a la vez refleja una deficiencia que se le ha señalado por décadas, como es la de ser un exportador neto de productos básicos y un gran importador de productos elaborados y de alta tecnología.

El riesgo de esta coyuntura actual, que se caracteriza por los buenos precios de los productos básicos, sostenidos por la demanda de China especialmente, es que dicho problema estructural de las economías latinoamericanas continúe permaneciendo escondido, lo mismo que sus déficits energéticos, en términos de petróleo y electricidad.

Por tales circunstancias, no deja ser muy oportuna la próxima reunión del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en abril próximo. Allí se abordará de una manera integral el panorama energético de la región, saturado de contrastes que impiden dimensionar los desbalances y las alternativas para construir entre todos una matriz más equilibrada que permita un desarrollo más armónico de nuestras economías.

Poco sirve decir que la región en promedio exporta gran cantidad de combustibles, si algunos bloques como Centroamérica y el Caribe sufren el peso de las costosas importaciones de petróleo, que les restan importantes recursos para su desarrollo en materia social y económica.

Cuando esta región debe sacar de sus tesorerías 7 mil millones de dólares o más, al año, para pagar la factura petrolera, por buenos descuentos que obtenga, no solamente posterga su bienestar social sino que aplaza las soluciones de fondo para su propia diversificación y sostenibilidad energética.

Si esos problemas no se resuelven, América latina continuará moviéndose dentro de un círculo vicioso, sin poder diversificar y fortalecer su estructura económica. Los déficits de electricidad como los que se presentan en grandes ciudades como Buenos Aires o los incidentes que se presentan en algunas zonas de frontera por la escasez de energía, son precisamente ejemplo de los desbalances protuberantes que presenta el sector.

La concurrencia del sector privado a la próxima Asamblea del BID, permitirá sin duda hacer un análisis posiblemente más franco, sobre el desarrollo de nuestras distintas regiones latinoamericanas, donde los desequilibrios son profundos: mucha riqueza al lado de muchas concentraciones de pobreza, bajo el espejismo de muchas divisas derivadas de la ventas de petróleo y minerales.

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