

Esto es ser Hillary Clinton: la caravana de autos que da vueltas por más de una hora por calles mojadas por la lluvia; las cámaras al final del trayecto; la notoriedad que no cesa desde hace dos décadas. Casi como si las elecciones presidenciales de 2008 no hubieran terminado.
Pero esta es una campaña sin votos. Hoy, la caravana recorre San Pablo, Brasil, y no South Hampton. Y Hillary ya no aspira a la Casa Blanca. Está en Latinoamérica para apuntalar las relaciones de su país con la región y promover un nuevo liderazgo estadounidense.
En su vida ha tenido audiencias más grandes y entusiastas que los cerca de 700 estudiantes en el salón de Zumbi dos Pradares, una universidad afrobrasileña, pero todos la saludan con los brazos en alto mientras sacan fotos con teléfonos móviles. Un poco antes Hillary estaba envuelta en un chal, resfriada y enojada por las demoras, pero ya no hay señales de esto. Con el metabolismo de una política nata, se alimenta de la energía del público. A Hillary Clinton nunca se la ve tan feliz como cuando está en el centro de la escena.
La mayoría de los secretarios de Estado de EE.UU. no se tomarían el trabajo de asistir a este tipo de evento. Sin embargo, esto es lo que ella hace en casi todos sus viajes al exterior, y parece pasar media vida en su 727 oficial, atestado de asistentes y guardaespaldas armados. Los horarios son agotadores y cambian constantemente, y Hillary ya acumuló más de un cuarto de millón de millas desde que asumió el cargo.
En esta viaje latinoamericano, perturbado por el terremoto de Chile, ya hemos visitado cuatro países en 24 horas. Vamos al diminuto Uruguay, donde nuestra estadía es tan breve que nos registramos en un hotel sólo para ducharnos; a Argentina, donde pasamos casi todo el tiempo en la Casa de Gobierno; al propio Chile, donde no salimos del aeropuerto, y a Brasil, donde nos quedamos casi un día entero. ¿Qué es exactamente lo que Hillary Clinton trata de hacer con este tour mundial sin fin?
Ella sostiene que sus viajes ayudan a restaurar la imagen de EE.UU. tras el gobierno de Bush, porque se pone en contacto con la opinión pública extranjera, lo que fortalece el poder de su país. Según sus asesores, como política endurecida en muchas batallas que, además, es una de las mujeres más famosas del mundo, es la persona ideal para realizar esta tarea. Pero la pregunta más profunda es si simplemente implementa la política exterior creada por el presidente Barack Obama, su superior y ex rival, o si su rol –y sus ambiciones– van más allá.
Le pregunto si es una especie de vendedora en jefe de EE.UU. “Bueno, eso es parte del trabajo , responde jugueteando con la servilleta que está debajo de su vaso de agua. Para ella, “dados los puentes que tuvimos que construir y parte del trabajo de reparación que tuvimos que hacer, teníamos que viajar .
Me pregunta si tengo noticias sobre el cierre del espacio aéreo europeo por la ceniza volcánica y me dice que habló con el ministro de Relaciones Exteriores de Noruega sobre el tema. “Me dijo que este polvo se mete en los motores... ¡y es un polvo gordito! No sé de qué otra manera describirlo , comenta con una nota de hilaridad en la voz cuando pronuncia la palabra “gordito . Hillary suele hablar de esa manera entusiasta, sin barniz. Puede decirse que es una “no diplomática , menos conocida por sus calculados circunloquios que por su manera simple de hablar, y hasta por sus gaffes. Sin embargo, Bill Burns, el más alto diplomático de carrera del Departamento de Estado dice de ella que “su talla casi presidencial en el escenario mundial la pone en una categoría aparte. Los líderes quieren reunirse con ella .
En el encuentro universitario en San Pablo, una estudiante le pregunta sobre el aborto, que es ilegal en Brasil, y Clinton avanza en territorio peligroso: no hay manera de esconder sus sentimientos cuando denuncia “la gran cantidad de víctimas que provocan los abortos ilegales . Pero Tom Shannon, el embajador estadounidense en Brasil, me explica más tarde que “ella no dio recetas para Brasil. Estaba compartiendo su experiencia como una mujer en la política estadounidense y como secretaria de Estado . Es cierto; Clinton no cruza la línea. En el podio mira directo hacia delante, los labios sin expresión. Sin embargo, el viejo instinto competitivo está presente: en una presentación conjunta con la presidenta Cristina Fernández, Clinton deja en claro su satisfacción por haber dicho la última palabra. La experta en debates que usualmente quedaba mejor parada que Obama no abandonó la escena.
Aunque este instinto competitivo coexiste con lo que una fuente describe como una “lealtad casi inhumana con respecto a Obama, pese a que desperdició millones de dólares y una enorme ventaja en las encuestas en la lucha contra él. Cuando le pregunto a Hillary cómo manejó el paso del antagonismo de las primarias a la obediencia como funcionaria, descarta la pregunta diciendo simplemente “así es la política .
Admite que no quería el Departamento de Estado porque estaba agotada y extrañaba el Senado, “pero en última instancia soy bastante anticuada, y si el presidente le pide a uno que haga algo, más vale tener una buena razón para no hacerlo . Otros dicen que la relación es más compleja, que a fuerza de lealtad y trabajo duro Hillary se convirtió en una fuerza política aún más formidable que antes.
Aunque asegura que no lee lo que se escribe sobre ella, concedió entrevistas a revistas como Esquire y Vogue. ¿Para qué? Después de todo, dice que sólo ocupará su puesto durante cuatro años. Cuando le pregunto si espera que una mujer sea presidenta en la próxima década, responde: “Me encantaría . Pero cuando pregunto: “¿hay alguna posibilidad de que sea usted? , dice “no, no creo que esté en las cartas . Hillary ha dado negativas más categóricas en el pasado. Y muchos en Washington dicen que sería ideal para ocupar la candidatura vicepresidencial en 2012.