Cultura - Música

Fruto Extraño

Cantante, actriz, intérprete, productora musical. Ligia Piro atesora una voz sofisticada, etérea e intensa, que abreva en el jazz y la bossa nova con una sensibilidad que lleva en los genes.

Por Jesica Mateu

Apenas unas cuadras alejadas de la estruendosa avenida Cabildo, se respira un clima armónico. Un living confortable, moderno, cálido y colorido logra también mixturar detalles nostálgicos, como un antiguo baúl. Y un pequeña batería de juguete revela la presencia de un simpático hombrecito de tres años que se autoidentifica como músico. Es el hijo de la cantante y actriz Ligia Piro, la dueña de una voz sofisticada y sutil a la vez que intensa, una voz que sabe inquietar y evocar una hojarasca de emociones. Es también dulce, etérea y conmovedora. Y no es difícil concebir que, al cantar, Piro no dice palabras, las cobija; no cuenta historias, las vive.

Vidas vividas

A fuerza de pasión, estudio, trabajo y talento, la versátil intérprete construye un camino propio y sin privilegios. De hecho, no se la conoce especialmente por ser la hija de dos popes de la música argentina, como la cantante Susana Rinaldi y el bandoneonista Osvaldo Piro, sino por adueñarse del escenario. “Cuando canto, siento que entro en trance. Hay melodías que me transportan más que otras.

Tiene que ver con la historia de cada canción. Hay algunas que sabés que fueron escritas hace tantos años y pensás qué es lo que le estaría pasando al que la escribió cuando lo hizo, si el autor era hombre o mujer y cuántos intérpretes la han cantado. Todo eso también crea un mundo de imaginación que hace que sientas que, al interpretarla, tenés un montón de vida vivida. Por eso, cada canción es única , describe.

Luce relajada tras prácticamente haberle puesto el broche de oro a un exitoso ciclo de presentaciones a principios de año en el Maipo –tras haber agotado localidades en diciembre– con su espectáculo Según pasan los años, donde interpreta éxitos de discos anteriores y repertorio del próximo trabajo, Strange fruit, que presentará formalmente a mitad de 2010 e incluye temas de géneros variados. Porque si bien Ligia Piro inició su carrera solista deslumbrando especialmente con interpretaciones de jazz y bossa nova, actualmente incursiona también en música latinoamericana, folclore, rock argentino... y hasta Los Beatles.
Reflexiona, entonces, que la amplitud de géneros no sólo está ligada a impedir el aburrimiento que sentiría al repetirse sino, sobre todo, al deseo de no quedarse con las ganas de cantar lo que le gusta. “Así soy en mi vida. No soy rutinaria. No podría hacer todos los días lo mismo, más que llevar a mi hijo al jardín. Puedo estar todo el día en mi casa, ordenando o jugando con Román, o irme a las ocho de la mañana y tener una actividad fatal hasta la noche. Hago la vida que me gusta. Tengo el beneficio de ser artista independiente y de poder elegir lo que hago . Asimismo, reconoce que hay canciones que amaría cantar pero que, a pesar de prepararlas y ensayarlas, no logran conformarla. Y si siente que no está aportando “nada nuevo a esa canción, la descarto por más que me fascine . Eso lo sufre con algunos tangos, como Cristal o La noche que te fuiste. Justamente, sus preferidos. “Me emocionan tremendamente, pero siento que no los canto como me gusta escucharlos. Quizás sea que no tengo edad para encararlos .

Con un estilo asociado a baladas y canciones de amor –“Soy muy melancólica y romántica –, el viraje musical hacia sonidos más versátiles también fue producto del cambio personal que experimentó a partir de su inaugural rol maternal.

“Cuando nació mi hijo empecé a ver la vida de otra manera, me empecé a compenetrar con otras cosas y a ver a través de sus necesidades. Eso me marcó en la profesión. No porque antes fuese una niña egoísta, pero mi mundo era salir de gira y asegurarme que me cuidaran al gato. A partir del nacimiento de Román, necesité bajar los decibeles, conectarme con la música de una manera más profunda. De ese proceso nació el disco 13 canciones de amor, que quise grabar sólo con guitarra . Escucharlo es deleitar los oídos y el alma. Es que allí residen versiones conmovedoras de Moon river, Over the rainbow e Isn’t she lovely donde la voz de Piro y la guitarra de Ricardo Lew se abrazan sin pudores.

Esa experiencia le permitió entender que “no puedo irme de este mundo sin probar cosas que para mí son importantes y que me remiten a recuerdos específicos de mi infancia, con momentos privados en que me encerraba durante horas a escribir en mi diario, a insultar al mundo, a delinear mi identidad , rememora. Para prolongar ese estado de gracia, Piro ya tiene lista una preselección de 38 canciones que definirán al volumen dos de su disco más personal.

Raíces de bandoneón

Con una breve pero exitosa historia sobre las tablas –actuó en Vino de ciruelas y en los musicales Gotán, Nine y El romance de Romeo y Julieta, que le valieron nominaciones a los premios Ace–, Piro está abocada a la producción de sus discos con Gatopop, su sello propio, pero también “leyendo algunas obras. Tengo ganas de hacer comedia. Casi siempre hice drama. Me encantaría hacer cosas nuevas. Quizás obras inéditas. Tengo una idea dando vueltas: una especie de café concert. Quiero ver si se puede dar , comenta en cuotas, como si pensara en voz alta. “Con la música tengo un camino mucho más asegurado que abarca discos, espectáculos, giras, compromisos con otros músicos e invitaciones a cantar en otros proyectos. De a poco, se va armando un tejido del cual no salís , reconoce. Además, asegura que el crecimiento como intérprete fue un objetivo buscado pero que el autoimpulso inicial se transformó en una cadena que suma, casi sin percibirlo, cada vez más eslabones. Grabó LP en 2003 y, enseguida, salió Baby!. Ganó el premio Konex a mejor intérprete solista de jazz. Y el vértigo se renovó con sus trabajos Ligia en vivo (2007) y 13 canciones de amor (2008). Si bien considera que la experiencia teatral debe haberla favorecido a la hora de subirse al escenario a cantar, concede que “hay grandes intérpretes de música que no han hecho teatro en su vida. Nunca me puse a pensar específicamente cómo es el mecanismo que utilizo para interpretar una canción. Me sale del alma .
Carismática, soñadora y fresca, confiesa que en sus espectáculos intercala canciones con swing entre las más nostálgicas y dramáticas para que el público “no nade en un mar de llantos y angustia . Ellos. Los otros. Porque ella no tiene problema con las grandes dosis de melodrama. De hecho, dice sentirse a gusto con la nostalgia. En esas ocasiones también juega un rol clave la ambientación intimista: una iluminación cenital y la música de un solo instrumento –piano o guitarra– le bastan.

¿Tiene algún ritual antes de salir a escena?
Pido a todos que se vayan del camarín para hacer mis ejercicios de yoga, de respiración y de concentración. También invoco a mis abuelas. A veces, rezo. Y siempre camino sola desde el camarín hasta el escenario. Me persigno. El momento previo a salir es duro. Lo hacés con mucho miedo. Después, ese miedo se transforma porque cada vez que subís al escenario sentís que estás dando una prueba más allá del goce.

¿Hay canciones por las que siente la misma emoción cada vez que las canta?
Depende del momento. Ocurre los mismo que cuando estudio una obra de teatro. Tengo una técnica que me trasmitió una directora de televisión que consiste en transcribir escenas o llevar la obra a todos lados para leerla todo el tiempo. En cada lectura aparecen cosas nuevas, el personaje se comienza a dibujar de una manera muy concreta hasta que uno llega a entender absolutamente su mente y su cuerpo. Con las canciones pasa lo mismo. Años más tarde de haber grabado o de haber conocido determinada canción, escucho otra versión estando en un restaurante con amigos y de pronto me doy cuenta de que la letra estaba diciendo algo que no había descubierto.

¿Qué cree que le aportó nacer en cuna de artistas populares?
Artísticamente todo, porque en mi casa había una información musical vastísima de todos los géneros y culturas: africana, ranchera, tango, bossa nova, jazz. Y en las reuniones se compartían charlas con muchos amigos de mis padres que se dedicaban a todas las ramas del arte. La mejor escuela fue mi casa y toda la gente que pude conocer en ella.

En los inicios de su carrera, ¿se sintió amilanada por ser hija de una cantante reconocida?
No podría decir que sentí temor pero sí mucha responsabilidad. Tengo dos padres muy exitosos. Cada uno en lo suyo, están en primera línea. He tenido que defenderme de quienes pensaban que estaba en algún lugar por acomodo y demostrarles que no era así. Otras veces ni me dieron la oportunidad de audicionar porque mi mamá o mi papá no les caían bien. Pero yo sabía las cartas con que jugaba y estaba muy convencida de mi estilo: desde los 9 años sabía que me iba a dedicar al jazz. Hoy canto de una manera mucho más abarcativa pero, en principio, jazz y bossa nova son los dos pilares que me han movido a salir al escenario.

¿Recuerda algún consejo especial de sus padres?
Que la profesión hay tomársela en serio. Por más talento que uno tenga, la posibilidad de divertir y de entretener al otro no es una situación que se pueda resolver de taquito. Salir al escenario con una preparación importante es algo que defiendo a rajatabla, siento que es la mejor forma de respetar al público. Se trata de mostrar algo que tiene una base de información, compromiso, atención, pasión, pero -especialmente- estudio y preparación. El artista no debería perder la curiosidad. En realidad, creo que el ser humano no debería perderla nunca.

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