La economía, a mitad de camino y con agenda política para el año próximo

Ha pasado poco más de un año desde que asumiera el presidente Macri pero las secuelas de un giro dramático en la economía local aún persisten. Hablamos del viraje que hizo hace varios años la ex presidenta Cristina Kirchner, desde una economía con superávits gemelos y tipo de cambio competitivo a un modelo que supo incorporar el cepo cambiario, el control del comercio exterior y la falta de compromiso para cerrar definitivamente el capítulo de los holdouts.


De esa secuencia es que se desprenden hoy varios acontecimientos que conviene atender porque está claro que el dólar sigue atrasado, las tarifas -y el brutal tarifazo aplicado este año- aún permiten adivinar que queda mucho por hacer, mientras que los superávits son piezas de museo de difícil restauración.


Si el desafío era volver a establecer precios domésticos que guarden una lógica con los del exterior está claro que eso no se ha logrado aún, como también sigue siendo una quimera el famoso autoabastecimiento energético, cuya consecución será de difícil factura.


Con todo, este año se extraña la actividad económica -duerme, por ahora- y el motor del consumo parece haber sufrido los embates de los recortes en los salarios y la alta inflación. La falta de gasto público terminó de decantar un año con recesión, donde aún persiste la "herencia" de un monumental gasto público devenido en déficit que llega aún con la fuerza de los últimos años kirchneristas, y que se traduce en una fortísima presión tributaria (que no ha cambiario con la modificación de Ganancias) y que hoy ronda el 35% del PBI.


El dato es que por primera vez en algún tiempo, el Gobierno ha intentado frenar la emisión monetaria, utilizada hasta fines de 2015 para financiar el déficit. Esto le ha dado algo de respiro a las reservas del Banco Central, y, por ende, ha supuesto un descenso de la presión inflacionaria de carácter estructural que venía sometiendo la economía argentina.


Como se dijo, la inflación continuó este año, pero su epicentro tuvo raíz en los ajustes de precios relativos, puntualmente la devaluación y la larga y agónica secuencia de tarifazos. Ya es historia pero conviene mencionar que el presidente Macri terminó con el cepo, eliminó las barreras del comercio exterior que servían de freno a la demanda de dólares y le quitó algunos puntos de retenciones al campo. A la vez, volvió a foja cero con el Indec y hasta le dio nuevos bríos a un presupuesto que era papel pintado en manos K.


Pero una de las batallas más interesantes se ha dado en el plano monetario, donde las expectativas parecen haber cedido su imperio a la aplicación de una política de carácter astringente, con tasas elevadas. Esta política tuvo efectos que recién comienzan a verse y que, esperemos, pueda llegar a buen puerto. Es que parte del sacrificio ya ha sido asumido, con una fuerte caída del nivel de actividad económica producto del freno en los desembolsos públicos en el sector de la construcción, la liberación de los precios, el reacomodamiento del tipo de cambio y la suba de las tarifas de servicios. La resultante son varios puntos menos de salario real y por ende, un retroceso del consumo.


¿Cuál fue el secreto para haber tenido un año malo sin llegar a la crisis total? Los dólares producto del blanqueo sumados a los que trajo el ministro Prat Gay derivados del endeudamiento parecen aportar a la respuesta. Esta "billetera" sirvió para compensar los u$s 45.000 millones que no están y que faltan cuando se hacen las cuentas de fin de año.


Ahí se entiende que la pelea contra la inflación no se da en un solo terreno, ya que el Gobierno buscó dejar de monetizar el déficit, fondeándose con recursos domésticos y también del exterior. Al pedir dinero prestado en los mercados internacionales, el Gobierno evita la mala idea de vaciar la plaza local de crédito al tiempo que el ingreso de esos dólares le ofrece un bálsamo para la creciente dolarización hormiga. Si se lo piensa, es una forma de comprar tiempo, ya que el atraso cambiario desalienta la compra de billetes y deja un lugar para las apuestas en pesos.


La pregunta del millón es qué pasará con el creciente endeudamiento si el Gobierno no da señales de que utiliza ese dinero para ganar tiempo mientras hace los recortes en el gasto público. ¿Será eso lo que quiso decir Macri cuando habló de que el año próximo habrá que pensar en "qué se va a recortar"?


Hay quienes señalan que la herencia recibida será, en muchos aspectos, parte de la herencia que dejará, a su vez, la presidencia de Macri, ya que seguramente demorará tiempo que aparezcan los brotes verdes producto de la inversión privada. El problema central sigue siendo que se gasta más de lo que se tiene, es decir, que se sigue viviendo de préstamos y emisión. La forma de financiar ese gasto es el que genera, con el tiempo, el germen de la sistemática crisis local.


Probablemente llegue un año de transición, político y económico, donde la tarea se hará a medias, pero donde también serán importantes las señales y la confianza que sepa construir Cambiemos.

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