Inflación de 1.000.000% en Venezuela: cuando la moneda pierde el sentido

El FMI estimó que los precios variarán en esa proporción durante 2018. Como sostienen los técnicos del Fondo, la diferencia entre una inflación del 10.000%, del 100.000% o de 1.000.000% es poco relevante cuando el dinero ya perdió su función. Como en otros casos de hiperinflaciones históricas en Alemania o Zimbabwe, va creciendo el trueque

Milton Friedman, uno de los padres del monetarismo, solía decir que "la inflación es como el alcoholismo", porque a su entender "cuando una persona se emborracha, esa misma noche se siente bien, y es recién al día siguiente cuando se empieza a sentir mal". ¿Cuánto habrá "tomado" la economía venezolana para que el Fondo Monetario Internacional (FMI) le diagnostique una tasa de inflación de 1.000.000% para este año 2018?

En realidad, medir la variación de precios en la Venezuela gobernada por Nicolás Maduro se antoja una tarea imposible e inútil, en las actuales circunstancias. Imposible porque, de acuerdo con Rodrigo Cabezas, ex ministro de Finanzas de Hugo Chávez, el actual presidente prohibió a sus funcionarios reconocer que el país atraviesa un proceso hiperinflacionario. Algo que recuerda mucho a la Argentina de 2007, cuando el ex secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno aplicó una intervención sobre los procesos del Indec y las estadísticas comenzaron a ser cada vez más irreales.

Pero también es inútil tratar de saber con precisión a cuánto asciende hoy la inflación venezolana, porque a la velocidad que ya tomó la variación de precios, el porcentaje anual es lo de menos. Como sostienen los economistas del FMI, la diferencia entre una inflación del 10.000%, del 100.000% o de 1.000.000% es poco relevante cuando el dinero ya perdió su función y la situación está completamente fuera de control. "La destrucción del sistema de precios ya está hecha", sostuvo Alejandro Werner, el director del Departamento Hemisferio Occidental y responsable del informe, quien aclara además que la estimación publicada "está sujeta a un alto grado de incertidumbre".

Por más que el gobierno de Maduro intente salvar las apariencias anunciando una nueva moneda para fines de agosto (el bolívar soberano), que tendrá cinco ceros menos que los actuales, el descontrol ya es absoluto. A tal punto llega esta situación que la moneda dejó de tener sentido en Venezuela, desde el punto de vista de la teoría económica.

 

Cuando el dinero deja de servir

 

Para Werner, "la situación es similar a la de Alemania en 1923, o la de Zimbabwe en 2008", dos otras experiencias de hiperinflaciones completamente descontroladas que ocurrieron a lo largo de la historia económica mundial (se suman a la de Hungría en 1946, Yugoslavia en 1993 y Grecia en 1943). Y que muestran cómo se las arreglaron sus habitantes para sobrevivir en un contexto en el que la función tradicional del dinero se había perdido por completo.

En todos los casos, se trata de un proceso que empieza de manera lenta, pero que va tomando velocidad hasta volverse incontrolable. Todo se produce por un desequilibrio inicial entre la cantidad de bienes producidos (cada vez más escasos) y la de dinero, que es emitido sin límite por el gobierno de turno, temeroso de que su falta genere un estallido social (por ejemplo, entre 1922 y 1923 el gobierno alemán imprimió 370 billones de marcos).

De esta manera aumenta la velocidad de circulación del dinero, lo que significa que la gente confía cada vez menos en el beneficio de atesorarlo y, en cambio, prefiere gastarlo cuanto antes. Como la desconfianza provoca una fuga de capitales, la moneda se deprecia y el gobierno finalmente prohibe la compra de divisas, lo que hace que las personas empiecen a adquirir bienes que puedan servir más adelante para realizar trueques.

De esto dio testimonio Karl Ruhle, periodista alemán que vivió esa época y cuyo padre era médico: "Hacia el año 1921, él empezó a cobrar las consultas con huevos, leche y jamón. Muchos clientes insistían en pagar con dinero (solían llevarlo en gran cantidad y en valijas de cuero, tanto se necesitaba para pagar cualquier cosa), pero mi padre se negaba. Recuerdo sus palabras: ¿Por qué insiste en darme algo abstracto? Por favor, deme algo concreto".

El inicio del trueque hizo que en Alemania se empezaran a vender muchos más pianos, neumáticos, herramientas, calzado, etc., lo que en un primer momento impulsó la producción industrial. Los oficios relacionados con estas tareas se valorizaron, mientras que los intelectuales (docentes, profesionales, etc.) perdieron finalmente poder adquisitivo al no producir algo útil para el intercambio.

 

Cuando todo se descontrola

 

Así, a medida que aumenta la hiperinflación, la especulación crece (es mucho más rentable) y los obreros empiezan a ser pagados cada día, el desabastecimiento es cada vez mayor, al punto de que el gobierno tiene que racionar la entrega de los bienes de primera necesidad. Finalmente, la crisis social estalla, con un altísimo desempleo (cada vez menos gente quiere trabajar por un sueldo que no alcanza para nada) y la economía se paraliza por completo.

La hiperinflación alemana llegó finalmente al 3.250.000% en 1923, mientras que la de Zimbabwe, mucho más reciente, alcanzó el 231.000.000% durante 2008 (los precios se duplicaban diariamente). En estos contextos, los billetes dejan de servir en su función original, pero se reciclan para empapelar las paredes de las casas, como juguete para los chicos, para encender el fuego o, como en Venezuela, para fabricar bolsos y carteras.

Hoy en día, el salario mínimo mensual de los venezolanos está fijado en poco más de 5 millones de bolívares (unos 45 pesos argentinos), mientras que una lata de atún cuesta más de 6 millones, cuando se la consigue, y quien la posee esté dispuesto a entregarla a cambio de billetes y no de otro bien que sirva para el trueque.

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