Bonos, acciones y burbujas: Argentina ‘mon amour’ y los peligros de la exuberancia irracional

Las ofertas por casi u$s 70.000 millones que llegaron a estas costas parecen haber servido de catalizador para evidenciar que el optimismo del Gobierno no es sólo eso. La suba de los bonos que se colocaron recientemente en el mercado gris y la fuerte demanda de títulos públicos y acciones de bandera argentina parecen advertir que los tiempos han cambiado. Para tomar como referencia, el índice Merval subió 47% en apenas cuatro meses. Son señales mucho más evidentes para aquellos que conocen el mercado financiero porque es precisamente en la economía financiera donde se dan, primero, estos cambios.

La fuerte liquidez que hoy impera en el mundo, sumado a la dificultad de conseguir mercados atractivos para colocar ese dinero excedente, empuja a la plaza argentina como alternativa. Es la inverosímil época de las tasas de interés negativas, un escenario terrorífico para los banqueros centrales, que ven la inexorable suerte del que lentamente se queda sin herramientas para apalancar una recuperación económica.

Con esa suerte, es entendible que la atención se traslade a otras regiones, menos castigadas, del orbe y que, incluso, a la hora de ‘meterse’ en mercados de frontera como el de la Argentina, se avengan a ceder un poco de pretensión a cambio de una tasa de interés que prácticamente dobla la de otros países de la región.

No se habla en estas líneas de nada parecido a la “exuberancia irracional de Greenspan, sino más bien, un cambio en el mapa empresario, donde  el Gobierno ha decidido modificar la forma y contenido de sus políticas de desembolsos, pasando de una fuerte intervención estatal a la promoción de la competencia y apertura.

La bicicleta que ya funciona entre una tasa que ronda el 38% anual como la que pagan las Lebac y una devaluación que se ha estacionado para el peso argentino por debajo de las quince unidades por dólar podría detenerse en la medida que Federico Sturzenegger, el presidente del Banco Central, decida ponerle un parate a semejante apuesta. Para la City, ese sería el catalizador que podría comenzar a ‘inflar’ los valores de acciones y bonos.

El razonamiento tendría su punto de partida en una reducción de la tasa que paga el Banco Central, lo que ‘expulsaría’ a los inversores más ambiciosos que lejos de quedarse de brazos cruzados, tendrían que evaluar otras alternativas.   

Otra de las señales que podría lanzar una campaña de precios elevados en la Bolsa es la aparición de indicadores de recuperación del nivel de actividad económica, lo que, según la consultora FyEConsult, fortalecería políticamente al Gobierno en su decisión de impulsar un cambio de régimen. Naturalmente, tales señales generarían una revisión positiva de las perspectivas de crecimiento del país, alentando un marcado aumento de la demanda de activos domésticos de renta fija.

Con todo, el dato que conversa la City en las mesas de café no es tanto el peligro de la burbuja –que ya ha pasado en 1992 cuando con las privatizaciones llegó la convertibilidad– sino la posibilidad siempre peligrosa de tomar bien el timing en el cual hacer las inversiones financieras sin quedar enganchados en la ola alcista que se generaría ante la entrada de los capitales. De fondo, la discusión es qué tan competitivas son finalmente las empresas locales con respecto a sus pares regionales, o cómo se desarrollará el escenario macroeconómico que influirá en forma pronunciada sobre la salud de estas compañías y, por ende, de la gente que trabaja en ellas y consume lo que éstas empresas venden.

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