EL FINAL DEL "QUANTITATIVE EASING" OBLIGA A INVERSORES A EMPEZAR DE NUEVO

Banco Central Europeo: el bolero de la emisiónmasiva llega a su fin y los mercados ya penan

De a poco los analistas se preparan para un final de la recompra de activos por parte de la autoridad monetaria. Si bien el QE evitó la deflación, también generó distorsiones

Si se pudiera asociar a algún ritmo musical la relación del Banco Central Europeo (BCE) con el sistema financiero durante estos últimos años, probablemente el estilo que mejor lo reflejaría sería el bolero. Y principalmente respecto de su programa de recompra de deuda conocido como "Quantitative Easing" (o QE) y que está inspirado en un plan similar aplicado por la Reserva Federal de los Estados Unidos. Porque como en el bolero, hay conflicto, tensión, vínculos de amor y odio, reconciliaciones y, al final, una traición inevitable. Y esto es un poco lo que ha venido sucediendo entre el BCE y el sistema financiero desde que estalló la crisis subprime en 2008, y que luego derivara en la debacle de la deuda soberana europea, a partir de 2010.
"Tú me acostumbraste / A todas esas cosas / Y tú me enseñaste / Que son maravillosas", podrían cantar los bancos e inversores de la zona euro respecto del programa que lanzó el BCE en marzo de 2015 para reactivar la economía, a cambio de comprar masivamente títulos públicos (se inició con 60.000 millones de euros por mes y ahora va por los 80.000 millones mensuales) y así estimular a los bancos a dar más crédito y evitar el riesgo deflacionario.
Con esta política monetaria súper expansiva, el BCE buscó brindar liquidez suficiente en la zona euro para evitar que la economía cayera en una deflación profunda. Esta significativa inyección de liquidez también ayudó a debilitar el tipo de cambio y a impulsar las exportaciones europeas, como mecanismo de recuperación económica.
"Sutil llegaste a mí como la tentación / Llenando de ansiedad mi corazón", prosigue la letra del bolero de Frank Domínguez, toda una descripción de cómo se fueron transformando las expectativas de los inversores respecto del atractivo de los mercados continentales. Porque con el dinero barato y casi sin límite, la "tentación" de invertir fue muy grande. El problema es que, como bien se sabe en la Argentina, emitir dinero de forma masiva termina trasladándose tarde o temprano a los precios. Y aquí es cuando el conflicto y la tensión se pusieron más candentes.
Desde el principio, las autoridades alemanas (tanto del gobierno de Angela Merkel como del Bundesbank) se opusieron a la política de QE orquestada por el equipo de Mario Draghi, presidente del BCE. Para ellos, la estabilidad monetaria sigue siendo uno de los pilares del rol del Banco Central Europeo, así que salir a comprar deuda puso en riesgo ese objetivo de política.
Pero la decisión de Draghi pesó más, a tal punto que el Tribunal Constitucional alemán le dio la razón al QE en un fallo que permitió seguir adelante con la recompra de activos, incluso más allá de marzo de 2017, que es la fecha límite fijada para el programa de Quantitative Easing actual. "El Consejo de gobernadores del BCE hará todo lo que sea necesario para impedir una restricción brusca e injustificada de las condiciones de financiamiento, así como cualquier debilitamiento del crecimiento y de la inflación que necesitaran nuevas acciones de su parte", sostiene un informe de Standard & Poors, considerando que el QE seguirá por más tiempo: "Nuestro escenario de base continúa sosteniéndose en una extensión de seis meses del QE, al ritmo actual de 80.000 millones de euros por mes, suficientes para llevar la inflación a su nivel objetivo de aquí a 2019". Los alemanes ya saben a qué atenerse. Tapering en camino Sin embargo, hay una música que empieza a sonar a lo lejos y que se parece a un desenlace trágico para esta historia de amor entre los inversores y el BCE. Y es que de a poco empezó a circular una palabra tan venenosa como cualquier infidelidad: se trata del "tapering", que consiste en el fin progresivo del programa de recompra de deuda. Un escenario temido por los inversores, quienes pudieron ver desde principios de octubre cómo empezaron a subir las tasas de interés.
"Reloj no marques las horas / Porque voy a enloquecer / Ella se irá para siempre / Cuando amanezca otra vez", cantaba Armando Manzanero, así que a los mercados financieros les empezó a crecer una angustia existencial de que el dinero barato podría llegar pronto a su fin. Encima, lo que expresa el BCE suena a promesa falsa: "A veces es más importante decir de qué no hablamos: no hablamos de tapering ni del fin previsto de nuestro programa de recompra de activos", declaró recientemente Draghi en una conferencia de prensa. !¿Puede mantenerse por siempre una política de apoyo extraordinario? Evidentemente, la respuesta es no", aclaró en la misma conferencia de prensa, mostrando que la promesa de amor eterno es vana.
El problema es que cada vez menos analistas defienden la continuidad de esta política, ya que sus resultados están demostrando ser marginalmente poco eficientes. Si todos coinciden en que el riesgo deflacionario fue ahuyentado gracias al QE, el crecimiento no logró el impulso que se esperaba. Y además, esta política introdujo una distorsión muy importante dentro del sistema bancario, como ser la caída de las tasas de interés de largo plazo (por la compra masiva de títulos públicos). De esta forma, la brecha entre las tasas de corto y largo plazo se redujo de manera significativa, afectando el margen de ganancia de los bancos, cuyo negocio consiste en tomar crédito a corto plazo (a tasas bajas) y prestarlo a largo plazo (a tasas altas).
Por último, surge una gran incógnita frente al futuro del QE: si el precio del petróleo llegara a dispararse en los próximos meses, el objetivo del BCE de alcanzar una inflación cercana al 2% anual estaría en riesgo. Por eso el tapering suena cada vez más fuerte y los mercados, resignados, empiezan a cantar "Por eso me pregunto al ver que me olvidaste / Por qué no me enseñaste cómo se vive sin ti".

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