En un contexto marcado por guerras comerciales, incertidumbre geopolítica y una economía global que avanza con sobresaltos, los inversores vuelven a mirar hacia los activos refugio. Pero esta vez el debate no es solo si comprar oro, sino qué tipo de oro: el físico, de toda la vida, o su contraparte digital, el Bitcoin.
La disyuntiva no es menor y refleja un cambio generacional profundo en la forma de proteger el patrimonio. En entrevista con El Cronista, Arturo Piano, director ejecutivo de Banco Piano, dijo que, "en la Argentina, por lo general, la gente que invierte en oro es mayor de 50 años". Las personas de entre 20 y 45 años suelen buscar inversiones con rentabilidad, mientras que el metal se elige más como reserva de valor y seguridad.
El repunte reciente del metal amarillo lo confirma. El viernes, el oro alcanzó los u$s 3390 por onza, su mayor nivel en dos semanas, impulsado por la escalada de tensiones comerciales y la creciente expectativa de un recorte de tasas por parte de la Reserva Federal (Fed).
Los datos de The Flow Show del Bank of America (BofA) lo confirman: el oro lidera las ganancias globales en lo que va de 2025 (+30,3% YTD), seguido por Bitcoin (+25,5%) y las acciones (+12,6%).
La batería de aranceles implementada por la administración de Donald Trump en EEUU -del 10% al 50% sobre numerosos bienes, con un 100% específico para semiconductores importados- reforzó su tradicional rol como refugio seguro.
Históricamente, el oro físico ha sido la respuesta automática de los inversores ante cualquier sacudida global. Su escasez, valor intrínseco y liquidez lo convirtieron en un activo casi incuestionable en tiempos de crisis. Sin embargo, esa hegemonía se enfrenta a un competidor de ADN tecnológico: Bitcoin, bautizado popularmente como el "oro digital".
Las nuevas generaciones y las inversiones
Para una nueva generación de inversores -nativos digitales, desconfiados del sistema financiero tradicional y acostumbrados a operar desde el celular- Bitcoin no es un experimento, sino una alternativa real.
Su oferta limitada, su descentralización y su independencia de bancos centrales o gobiernos lo colocan, a sus ojos, en la misma categoría de refugio que el oro físico, pero con ventajas adicionales: portabilidad instantánea, fraccionamiento sin barreras y acceso global sin intermediarios.
El entorno actual podría propiciar esa transición. Con la probabilidad de un recorte de 25 puntos básicos por parte de la Fed en septiembre estimada en más del 90%, la expectativa es de un dólar más débil, mayor liquidez y un apetito por activos no tradicionales.
Y ahí es donde el Bitcoin gana terreno: se beneficia del mismo escenario que impulsa al oro, pero añade un componente especulativo de alto rendimiento que seduce a quienes buscan no solo preservar valor, sino multiplicarlo.
Cambio de paradigma
A esto se suma un cambio político relevante en EE. UU.: la reciente aprobación de una ley que prohíbe expresamente la creación de una moneda digital nacional. Este gesto, que tranquiliza a quienes temen un sistema de vigilancia financiera al estilo chino, llega de la mano de una mayor claridad regulatoria para las criptomonedas y las stablecoins, lo que refuerza la legitimidad del ecosistema digital.
Maximiliano Raimondi, CFO de Lemon, dijo al El Cronista que, Bitcoin recorre el mismo camino que el oro, pero a una velocidad exponencial.
"Mientras el metal amarillo tardó milenios en consolidarse como reserva de valor global, la criptomoneda lo ha logrado en apenas 16 años: hoy figura en balances corporativos, forma parte de estrategias institucionales y ocupa un lugar en carteras personales", señaló.
Su adopción vertiginosa no es casual. Según Raimondi combina una escasez programada -solo existirán 21 millones de unidades- con ventajas operativas que el oro no puede igualar: "Portabilidad instantánea, divisibilidad sin límites y liquidez global las 24 horas, los siete días de la semana", agregó.
Del lingote al token: el nuevo mapa de los activos refugio
El CFO de Lemon explicó que, históricamente, el oro ha sido la inversión preferida de inversores institucionales y personas mayores de 50 años, impulsado por su estabilidad y escasez. "Bitcoin, en cambio, es nativo digital y conecta de forma natural con generaciones que crecieron con internet y esperan operar su patrimonio desde un celular", indicó.
Por qué crece Bitcoin
En este sentido, para Raimondi, Bitcoin es el "oro" que se adapta al lenguaje y a las expectativas del siglo XXI: "Global, inmediato y sin intermediarios. En Lemon, más de 800.000 personas lo eligen como herramienta de resguardo y soberanía financiera", dijo.
Según menciona, este crecimiento se da incluso en entornos de volatilidad, porque para el usuario informado la visión es de largo plazo: "Bitcoin ya se consolidó como una reserva de valor digital y, para muchos, representa una respuesta a la incertidumbre monetaria global".
Desde una perspectiva financiera, comentó Raimondi, lo interesante no es elegir entre oro o Bitcoin, sino entender cómo se complementan en una cartera diversificada. "Ambos comparten atributos fundamentales como la escasez, baja correlación con activos tradicionales y función de refugio frente a la depreciación monetaria", ¿así que por qué no apostar a los dos?
Sin embargo, responden a perfiles y horizontes distintos:
- Oro: estabilidad, menor volatilidad, respaldo histórico y un papel clave en momentos de alta tensión geopolítica.
- Bitcoin: alto potencial de apreciación, liquidez global en tiempo real y mayor exposición a ciclos de innovación tecnológica y adopción institucional. Además cuenta con otros atributos como su accesibilidad global y facilidad para operar, su divisibilidad, transparencia y trazabilidad.

Raimondi destacó que, hoy, vemos instituciones que migran parte de su posición en oro hacia Bitcoin, no como sustituto, sino como diversificador que ofrece exposición a un activo con propiedades monetarias superiores en un mundo digital.
"En Lemon operamos en ese punto de convergencia: ofrecemos acceso tanto a Bitcoin como a oro tokenizado (PAXG), lo que permite a cada usuario ajustar su estrategia según su perfil de riesgo y su lectura del contexto económico".
Por último, Raimondi destacó que, en lo que va de 2025, el volumen operado de oro tokenizado en Lemon se duplicó frente al promedio de los meses anteriores, con un pico histórico en abril, cuando el oro superó por primera vez los u$s 3.500 por onza.
La conclusión es indiscutible: si en el siglo XX el símbolo de seguridad era una barra de oro guardada en una bóveda, en el siglo XXI podría ser una clave privada protegida en un hardware wallet.



