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El Bank of America (BofA) describió el estado actual del mercado con un diagnóstico clínico: “hipertensión tecnológica”.

La metáfora es precisa. No hay colapso, pero sí presión sostenida, una euforia contenida que mantiene al sistema financiero bombeando liquidez a niveles insalubres.

En su último informe The Flow Show, Michael Hartnett advirtió que la inteligencia artificial llevó a los inversores a una zona de exceso: “Demasiado dinero, demasiado rápido, concentrado en un puñado de gigantes tecnológicos que hoy representan más del 40% del valor del S&P 500”, dice el experto.

Las burbujas, dice BofA, siempre envían dos tipos de señales: las de “watch out”, es decir, cuando todo parece perfecto, pero algo no encaja, y las de “get out”, cuando el sistema ya no puede sostener su propio ritmo.

En esta etapa, sobran las primeras y faltan las segundas. El banco identifica los síntomas: “Valuaciones de 45 veces ganancias, flujos récord hacia fondos tecnológicos y un entusiasmo minorista y global que recuerda al 1999. Aun así, la burbuja sigue inflándose porque el oxígeno de la política monetaria fluye: la Fed no sube las tasas y los rendimientos no muestran señales de repunte”, dice.

Inflación
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La mirada local

Al respecto, Jorge Ángel Harker, analista de mercados internacionales de Adcap, respondió a la consulta de El Cronista que, “Probablemente sí esté en la etapa inicial de una burbuja”. Explicó que la gente no hace más que comparar esto con el 2001, y además lo comparan con gráficas, como si fuera una cuestión de patrones.

“Pero esto no es un tema matemático, es un tema de sentimientos, más emocional que financiero, porque hablamos del futuro”, dijo Harker. Mencionó que de las grandes preocupaciones es que la temática de la IA está dominada por un puñado de compañías, con Nvidia como el caso más emblemático.

“Preocupa el ‘pasamanos de dinero’: Nvidia invierte en Intel, que luego le compra chips a Nvidia y se los alquila, lo que genera un circuito contable inflado”, advirtió. Entonces, ¿puede ser una burbuja? Sí. Las valuaciones están muy altas, y se asume que todo saldrá perfecto para justificarlas.

“Probablemente no sea así. Si algo puede salir mal, saldrá mal, como dice la ley de Murphy. Pero por ahora estas compañías generan caja, y lo hacen consistentemente. Preocupémonos el día que dejen de hacerlo o que empiecen a endeudarse profundamente para sostener sus proyectos”, comentó.

BofA, sin embargo, no apunta sus advertencias al precio de las acciones, sino a un nivel más profundo del sistema: el crédito. En apenas siete semanas, los grandes nombres del ecosistema —Microsoft, Amazon, Google, Meta y Oracle— emitieron más de u$s 120.000 millones en bonos para financiar la expansión de data centers y chips.

El gasto de capital previsto para 2025 asciende a u$s 396.000 millones, equivalente al 68% del flujo de caja; en 2026, la proporción subiría al 80%.

Es un ritmo de inversión que supera con creces la capacidad de autofinanciación. No sorprende, entonces, que los spreads de sus bonos se hayan ampliado de 50 a 80 puntos básicos desde septiembre. Para Hartnett, es la primera señal de fatiga en la maquinaria: “los mínimos ya quedaron atrás”.

El fenómeno ocurre en un contexto donde el mercado no tolera un dólar fuerte ni rendimientos más altos. La política norteamericana, con la reelección de Trump en el horizonte, refuerza el sesgo a la liquidez. Pero BofA anticipa un giro: el paso de la “mano invisible” al “puño visible” del Estado, un regreso de la intervención directa en precios y sectores estratégicos —energía, salud, vivienda, utilities—, impulsado por el malestar del votante medio ante la inflación y el costo de vida. Ese endurecimiento regulatorio, sumado al encarecimiento del crédito, puede erosionar los márgenes de las empresas más intensivas en capital.

La ironía es que, mientras se encienden las luces de advertencia, los mercados de 2025 muestran una rotación sorprendente: los metales preciosos se consagran como los activos del año —oro +51%, platino +75%, plata +64%— y las acciones emergentes y europeas lideran las subas. Corea gana 85%, Grecia 73%, España 66%.

En el extremo opuesto, el petróleo cae 15% y el dólar retrocede 7,6%. Es el espejo invertido del boom tecnológico: capital que huye de la energía fósil y de la divisa estadounidense, y busca refugio en activos reales, precisamente los que florecen cuando el costo del dinero cae.

BofA no dice que la burbuja de la IA vaya a estallar mañana, pero sí que el sistema muestra una presión anómala. Las acciones aún pueden seguir subiendo mientras la Fed mantenga el compás, pero el crédito —el verdadero sistema circulatorio del mercado— ya palpita con esfuerzo. En esa tensión entre liquidez y saturación, Hartnett deja una frase que sintetiza el momento: “El equity escribe los titulares; el mercado de bonos dice la verdad.”