El legado de Mario Draghi en el BCE: de salvador del euro a posible responsable de la próxima crisis financiera

El italiano deja el organismo con más gloria que críticas. Pero deja una difícil misión a Christine Lagarde: recuperar a sus detractores, desencantados con su política monetaria ultra expansiva.

En los libros de historia, Mario Draghi quedará eternamente asociado a una fecha muy especial, la del 26 de julio de 2012. Siete años atrás, en Londres, el presidente del Banco Central Europeo (BCE) pronunciaba su discurso más importante del mandato que hoy está llegando a su fin, y que es la piedra angular del legado que deja el italiano para su sucesora al frente del organismo, la francesa Christine Lagarde, ex directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI).

En ese momento, el italiano había tomado el timón del banco hacía tan solo ocho meses, en medio de la peor crisis económica y financiera que le tocó atravesar a la Unión Europea (UE), y de la que todavía no está totalmente recuperada. Varios países de la zona euro eran rescatados ante el riesgo de un estallido en cadena y los analistas especulaban con la fecha de desintegración de la moneda común, mientras los inversores testeaban la capacidad de reacción del BCE para sostener al euro.

Fue en este escenario caótico, digno del apocalipsis financiero, que Draghi se reveló un formidable piloto de tormentas al anticipar a los mercados lo que tenía pensado realizar. "De acuerdo con nuestro mandato, el BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente", advirtió el funcionario a los inversores, para que supieran que especular contra la moneda común les iba a resultar muy caro.

ULTRA EXPANSIVA

Por supuesto, los dichos de Draghi fueron acompañados por las medidas que hacían falta para apuntalar la zona euro, con un programa de política monetaria ultra expansiva, que llevó la tasa de interés de referencia al 0% y las de los bancos en terreno negativo, mientras implementaba una agresiva compra de bonos soberanos y obligaciones negociables para sostener al conjunto de la economía, y que representó la mayor intervención de un banco central en la historia.

Si el principal legado de Draghi es, para simplificar, haber sido el salvador del euro en un momento crítico de la historia de la UE, en la práctica el ex presidente del Banco Central de Italia mostró ser un hábil jugador. Sin bajar ninguna carta (luego lo haría con creces), restituyó la confianza de los mercados financieros con su famosa conferencia.

Por eso, para el ex economista en Jefe del Deutsche Bank, Thomas Mayer, "presumiblemente, Draghi salvó al euro con su discurso en Londres", lo que fue suscripto por el analista Ramón Forcada, de Bankinter: "Fue tremendamente valiente y arriesgado, y su actuación significó la entrada del BCE en la heterodoxia. Dio credibilidad al euro a costa de debilitar la política monetaria tal como se la había entendido hasta el momento".

MALOS ANTECEDENTES

Sin embargo, Draghi llegó con malos antecedentes al cargo, por haber dirigido la filial europea del banco Goldman Sachs, responsable de asesorar al gobierno griego para maquillar durante años sus estadísticas de déficit y deuda, lo que permitió al país ingresar a la zona euro pero que terminó desencadenando la terrible crisis económica que casi provoca la desintegración de la moneda común.

Además, el gobierno alemán veía con desconfianza su postulación, al provenir de Italia, país considerado poco riguroso frente al riesgo inflacionario.

Los temores de Alemania y sus aliados dentro del organismo (Países Bajos, Austria y Finlandia) terminaron siendo confirmados cuando Draghi lanzó el paquete de expansión monetaria y de compra masiva de deuda pública y privada.

Como afirmó Forcada, hasta ese momento el BCE solo intervenía para sostener el valor del euro. Sin embargo, a partir de ahí y sin modificar su carta orgánica, se volvió también un organismo dedicado a apuntalar la economía, una de las mayores críticas que se lleva Draghi de su mandato y que queda como legado para su sucesora. Es decir, recuperar a todos los detractores de la actual política monetaria, sin cambiar de rumbo abruptamente.

LA PRÓXIMA CRISIS

La tarea que le espera a Lagarde es difícil, y más si se tiene en cuenta que abandona el FMI bajo un cierto manto de desprestigio, tras el fracaso que significó otorgar el préstamo más grande de la historia a la Argentina, y descubrir que muy pronto deberá ser renegociado.

Pero más allá de eso, la política del BCE de reducir las tasas de interés hasta el 0% desincentivó el ahorro (porque los rendimientos que ofrecían los bancos para los depósitos eran negativos), desviándolo hacia el sector inmobiliario y la compra de acciones, mucho más rentables hoy en día, pero con el riesgo de provocar más adelante una burbuja especulativa de precios.

Entonces, el problema que podría enfrentar Lagarde es doble, porque la economía de la zona euro no termina de arrancar (su crecimiento anual no supera el 1%). Y si además la guerra comercial entre EE.UU. y China volviera a dispararse, empujaría al mundo a una recesión, por lo que el BCE ya no podría aplicar una mayor política monetaria expansiva y, por lo tanto, no tendría más cartas en la manga para desactivar una nueva crisis. Mario Draghi se llevó la gloria, pero también el mazo.

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