Bullying al peso: un mercado ni bullish ni bearish
Los inversores están en una carrera desprendiéndose de los activos en pesos ante la incertidumbre por las condiciones macro y la falta de certezas de los planes de los candidatos.
Mercado bullyng. Ni bearish ni bullish. Le están haciendo bullying al peso. No se trata solo de una función de la macroeconomía, por sí solo razón suficiente: alcanza esa nafta para que cualquier rozamiento detone una hiperinflación.
Por ahora, solo por ahora, la magia de los conejos oficiales viene deteniendo también una escalada del dólar, con soluciones que contemplan una fuerte intervención del Banco Central y tipos de cambio diferenciales.
El otro factor es la creciente incertidumbre política a poco más de tres semanas de las elecciones primarias.
Algunos inversores espera. Hay un nuevo subsuelo por tocar, en la semana de la primera vuelta. Con revancha, en un ballottage.
Cualquier visita rutinaria a gestores de inversores dan por resultado lo siguiente:
-Analistas escapando de todo lo que huela a pesos. La caída de los bonos en moneda nacional así lo reflejan.
-Diseño de estrategias para dolarizar carteras, tanto por cobertura para el giro de negocios (dólar futuro para los importadores, acumulación de stock)
-Adelanto de pagos, como los aguinaldos.
-Dolarización indirecta: adelanto de operaciones como contratos logísticos, compra de terrenos o inmuebles.
-Estructuración de operaciones: transformar compraventas o inversiones a plazo en bonos dólar linked.
-Lo que la imaginación permita.
Efecto combinado
La campaña electoral produce un efecto combinado de destrucción de la demanda de pesos con una inyección desorbitada de dinero a partir de las medidas expansivas que toma el Gobierno. ¿Qué podría salir mal?
La acción combinada de las medidas electorales con la depreciación inducida por la instalación de la dolarización proclamada por La Libertad Avanza tienen ese mérito.
En Juntos por el Cambio tampoco aparece una propuesta expresada con suficientes potencia como para dar certidumbre acerca de lo que vendrá.
Los inversores ven crecientemente inconsistente el plan de Javier Milei, referencia obligada en el mientras tanto dado que encabeza todas las encuestas.
La excursión de Juan Nápoli y Darío Epstein ante representantes de bancos en los EE.UU. fue decepcionante para sus interlocutores financieros. Por cierto, tenían poco para ofrecer y se quedaron con ganas de escuchar más. Le reprochan la falta de un plan preciso, de pasos concretos y pausados razonablemente. Tras cartón, la duda de la "gobernabilidad" de un hipotético día después.
Mientras tanto, la campaña electoral procíclica de Sergio Massa plantea escenarios preocupantes para el día después: si llegara al ballottage y logra imponerse, ¿cómo resolverá los desequilibrios macroeconómicos que se legará a sí mismos?
"No hay ancla cambiaria, ni de reservas, una inflación que no bajará de 10%, no hay nada", se queja un importante asset manager mientras mira caer la cotización de los bonos en pesos, decidiendo si hay chances de hacer una diferencia, y frustrándose a la vez.
Mientras, algunos inversores se sientan a esperar. Plantean que todavía hay un nuevo subsuelo por tocar del precio de los activos.
Esperan que toque piso una semana antes de las generales. Están atentos a entrar. Aunque creen que un ballottage, antes que segunda vuelta, les dará una segunda oportunidad. En dólares.
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