Dólar polémico, Prat-Gay tierno, el Rasputín de Macri y las internas palaciegas contra Sturze

Dicen que para no caer de rodillas ante el altar de las certezas, se necesita la seguridad de saber que la verdad está en marcha y que nada la detendrá. ¿Será precisamente eso lo que piensa el presidente Macri cada vez que alguien le recrimina (el verbo es excesivo) por la falta de empuje de la economía? Las fuentes lo confirman: en los últimos días, un temporal de presiones políticas terminó por anegar el fangoso terreno que pisa el presidente del BCRA Federico Sturzenegger y que confirma un sutil giro en las certezas monetaristas que profesa el propio Macri. La maniobra no hubiese sido tan explícita si no se hubieran dado una combinación de factores, desde la ola de incertidumbre que generó en los mercados la victoria de Trump, pasando por niveles de inflación todavía elevados para octubre que arrojó la economía argentina. Esos factores, y la decisión de recortar las tasas, evidenciaron el cortocircuito.

La ecuación también resulta llamativa por varias cuestiones: en la última y polémica licitación, hubo vencimientos por $ 91.000 millones y colocaciones por 67.000 millones, lo que arrojó una expansión de la base monetaria de $ 26.057 millones, es decir, u$s 1650 millones. Esos pesos quedaron vacantes para comprar dólares, bonos y otros activos financieros y el riesgo latente es que cada vez más ahorristas terminen convenciéndose que el nuevo (des)orden mundial de la era Trump termine decantando mayores presiones para que las monedas emergentes se devalúen, por lo que los despechados inversores de Lebacs podrían adelantarse a ese escenario comprando dólares. El debate que rige filas adentro del Gobierno es que para algunos, una depreciación asistida del tipo de cambio no es inflacionaria si se viene de una recesión como la que se está atravesando, mientras que para otros sí lo es. Este razonamiento tiene un dato adicional: si para hacerle frente a un reacomodamiento del tipo de cambio sin inflación hace falta congelar la actividad económica, entonces se necesita sí o sí que esta permanezca lo más estancada posible, por ende, el paquete también depende de una tasa alta.

Volviendo a lo acontecido en los últimos días, en criollo, significa que el BCRA decidió ceder algunos casilleros al ajedrez que juega para vencer la inflación: tasas reales positivas, tipo de cambio estable tirando a caro, bajas dosis de keynesianismo y una permanente comunicación con los actores del mercado al estilo Fed. Por eso se entiende que la sorpresiva baja de tasas del Banco Central tuvo un único autor: el presidente Macri.

Claro que muchas personas susurran al oído del titular del Ejecutivo. Tal como acontecía con Grigori Rasputín, el monje loco que solía ejercer una creciente influencia en los últimos días de la Dinastía Romanov, los susurros que mayor efecto hacen son los que desembarcan en la Casa Rosada provenientes de los heraldos que habitualmente recorren los complejos territorios de la provincia de Buenos Aires. Las noticias no son alentadoras: la reactivación no llega, la industria terminará el año con una caída de 4,5% y en el sector calculan 50.000 puestos de trabajo menos. Los números de la construcción no son mejores: cae 12,8% en el acumulado para los primeros nueve meses del año y la cifra de despidos supera los 60.000.

La clave, como en todo, hay que buscarla en el calendario electoral. En la City ponen en duda que el ala política del Gobierno esté dispuesta a sacrificar una victoria en las urnas con tal de avanzar en la lucha contra la estanflación. Por un lado, sostienen que la política monetaria arroja saldo positivo porque ha llevado a cabo un apretón monetario de 21% en términos reales que ha logrado reducir tanto las expectativas de inflación como la inflación observada. Sin embargo sostienen que la política monetaria contractiva debe continuar para alinear las expectativas con los objetivos de inflación en el corto, mediano y largo plazo.

La duda que carcome a los banqueros podría tener otro capítulo esta semana: dicen que como el BCRA comenzó a bajar nuevamente la tasa de referencia sin que los fundamentos de expectativas de inflación y la inflación observada lo avalasen inequívocamente, se sospecha que la pulseada entre Prat Gay y Sturze podría comenzar a cambiar. Es más: señalan que, siendo puristas, los argumentos esgrimidos detrás de la baja de tasa van incluso en contra de los propios argumentos que el mismo BCRA había utilizado para dejar la tasa quieta durante las previas siete semanas.

Los halcones de la City piensan que el gradualismo de Prat Gay terminó por volverse tiernismo, esto es, que la política fiscal va en el camino exactamente contrario a lo que se necesita para volver a crecer: más presión tributaria, más gasto público y, por ende, mayor déficit fiscal podrían estar ahogando a un sector privado al que le cuesta hacer dinero y se ve lejos de promover cualquier inversión. La polémica que se viene está escrita en el Presupuesto 2017, donde los impuestos se ajustarán hacia arriba, con un impuesto a las Ganancias con techo en 45%.

Según un informe de Economía & Regiones, la consultora que conduce el economista Diego Giacomini, no se observan resultados positivos en materia de nivel de actividad, "no aparecen los brotes verdes y cada vez hay menos chances que el próximo año se dispare un proceso de crecimiento económico, en serio, que se sostenga hasta fin de mandato".

En el think tank estiman que el nivel de actividad no registraría números positivos en todo lo que resta del año con un PBI cerrando con una caída de 2,1% anual. Paralelamente, para 2017 proyectan una variación positiva del PBI de 3%, que sería una combinación de rebote estadístico (por la reducida base de comparación) y sobrecalentamiento artificial del nivel de actividad por estimulación no sustentable (sobre consumo e inversión pública financiada con deuda) de la demanda, y no por un repunte genuino y sostenible de la inversión y del empleo privado, los dos pilares necesarios para disparar un proceso de crecimiento en serio.

Señalan que sin señales positivas en materia de nivel de actividad, no sorprendería que el Banco Central comenzara a enfrentar presiones políticas para bajar la tasa de interés y así estimular artificialmente el consumo, la demanda agregada y el nivel de actividad. De hecho, durante las últimas dos semanas aparecieron señales en este sentido.

Ahora bien, no está tan claro que un recorte en el interés vaya a estimular la economía. Para los banqueros, en cambio sí es seguro que mayores señales de desbarajuste fiscal, podría sabotear la única fuente de financiamiento que tiene el Gobierno. Esta es la paradoja final, la inyección letal de riesgo que el Gobierno debería evitar, para los banqueros.

En la City creen que la recesión no es un problema de nivel de tasa de interés, es decir que bajando la tasa de referencia no se logrará que la economía crezca en serio y argumentan que durante las dos presidencias de CFK, el BCRA fijó tasas de referencia sistemáticamente negativas en términos reales y el PBI per cápita apenas creció 1,2% punta a punta entre 2008 y 2015. Es más contasas de referencia negativas en términos reales bajo los mandatos de Marcó del Pont y de Vanoli, el PBI per cápita cayó cuando se compara 2015 contra 2011.

El escenario no ahorra dudas: la obra pública se demora, y el flujo de inversión financiera parecería haber sido destinado en parte a gasto corriente y a refinanciar pasivos, pero no a fomentar la producción. El salario real cae 10% en el año, los jubilados vienen detrás de todo y los flujos del blanqueo de capitales avanzan tímidamente. Los que saben dicen que para avanzar con la agenda de reformas que Macri tiene en cartera, el oficialismo necesita consolidar su poder en esas elecciones. Si este es el escenario, habrá que armarse de paciencia.

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