Crece el riesgo de una Guerra Fría financiera entre Rusia y Occidente

Las sanciones ya afectan a las empresas rusas. Más allá de las amenazas, cada contendiente tiene herramientas para dañar las finanzas del otro

Para los amantes de la nostalgia, la escalada que se está dando en el conflicto entre Rusia y Ucrania por la península de Crimea parece haber desempolvado varios de los clichés de la Guerra Fría. Otra vez surgen las amenazas de sanciones y represalias entre el gobierno ruso y los de EE.UU. y Europa Occidental, mientras que por lo bajo siguen su curso la diplomacia y las operaciones encubiertas. A tal punto que esta vez el conflicto podría librarse como nunca antes en el terreno financiero. Porque en un mundo tan globalizado e interdependiente, todos tienen puntos débiles sobre los cuales el adversario puede accionar y así dañar las finanzas del otro. Pero al mismo tiempo, en caso de profundizarse esta escalada, sería en definitiva la economía mundial la que sufriera las consecuencias.

Como era de esperarse, luego de que se concretara el referéndum en Crimea a favor de la adhesión a Rusia, tanto EE.UU. como la Unión Europea (UE) comenzaron a anunciar las sanciones que impulsaban contra altos funcionarios rusos, así como contra empresas del país. Una de las primeras en sufrir las consecuencias de la escalada fue el banco Rossiya, considerado próximo al Presidente Vladimir Putin, entidad a la que se le hará muy difícil acceder a activos líquidos en dólares. De hecho, los clientes del banco ya comenzaron a sufrir en carne propia las sanciones: tanto Visa como MasterCard, las compañías emisoras de tarjetas de crédito de origen estadounidense, dejaron de prestar sus servicios, algo que también afecta a otras entidades financieras como Sobibank y SMP. Estas dos compañías bloquearon sus servicios de pago a los clientes del banco sin preaviso, confirmaron las autoridades del Rossiya el viernes pasado, afectando los pagos con tarjeta y los retiros de dinero de los cajeros automáticos.

Para mostrar que las primeras sanciones no les afectaban demasiado, el mismo Putin salió a defender al banco Rossiya aclarando con ironía que yo personalmente no tengo cuenta personal ahí pero estoy dispuesto a abrir una y, es más, ya he encargado a la oficina de la Presidencia que mi sueldo sea transferido a esa cuenta. Sin embargo, la segunda línea del gobierno ruso prefirió no contestar con humoradas y, en cambio, subir el tono ante lo que promete ser una escalada de sanciones y represalias. Uno de los asesores de Putin, Sergei Glaziev, advirtió recientemente que vamos a encontrar la forma de reducir nuestra dependencia financiera respecto de EE.UU.. Los intentos de fijar sanciones contra Rusia provocarán el crack del sistema financiero estadounidense.

¿Realidad o ficción?

¿Son creíbles las amenazas de Glaziev? En uno de esos escenarios digno de las clásicas novelas de espionaje, en enero de este año se estrenó en la Argentina el film Código Sombra, en el que el personaje principal es Jack Ryan, el célebre espía de la CIA creado por el escritor Tom Clancy, quien tiene que enfrentar esta vez a un oligarca ruso que quiere destruir el sistema financiero de EE.UU.. Para lograrlo, el villano de la película trata de inundar los mercados internacionales con miles de millones de Bonos del Tesoro, los cuales se encuentran depositados en las reservas internacionales rusas. De concretarse la amenaza, el dólar se desplomaría y la economía estadounidense terminaría entrando en una profunda recesión.

Si bien esta historia no es más que un guión de cine, habría que ver si las amenazas de Glaziev son para tomarlas a la ligera. Rusia dispone de cuantiosas reservas internacionales (superiores a los u$s 500.000 millones), pero una cantidad bastante inferior de títulos públicos estadounidenses, en el orden de los u$s 138.000 millones, de acuerdo con las estadísticas del Departamento del Tesoro de EE.UU. publicadas a fines de 2013 (este monto es menor que lo que viene comprando en bonos la Reserva Federal durante un cuatrimestre de su programa de emisión monetaria). Para lograr hacer daño a la economía estadounidense, haría falta que China le diera una mano a Rusia inundando los mercados con Bonos del Tesoro (China tiene hasta diez veces más que Rusia), algo que los analistas no ven viable, por lo menos en el corto plazo. Sin embargo, la realidad indica que tanto EE.UU. como la UE son ahora mucho más vulnerables que en la época de la Guerra Fría, a causa de su excesivo nivel de endeudamiento y de su creciente dependencia de los emergentes en materia de financiamiento.

Para Rusia, la invasión de Crimea no está saliendo demasiado barata, a pesar de los chistes de Putin para la tribuna. La bolsa de Moscú cayó un 14% tras el estallido del conflicto y el rublo se depreció contra el dólar más de un 12% desde enero, a medida que iba escalando la tensión respecto del conflicto en Ucrania. Además, la UE podría afectar de manera profunda las finanzas rusas si se decidiera a acelerar la diversificación de su matriz energética. Hoy, un tercio de los hidrocarburos que importa llegan de Rusia (hace una década atrás era casi la mitad), mientras que el gobierno ruso es cada vez más dependiente de los commodities energéticos en su balanza comercial (superan el 70% de sus ingresos). Encima, el autoabastecimiento al que está llegando EE.UU. gracias a los nuevos yacimientos de gas y petróleo no convencionales (shale) le permitiría en los próximos años comenzar a exportar hidrocarburos a la UE, algo que podría dañar seriamente las finanzas rusas. La nueva Guerra Fría financiera parece estar empezando y el resto del mundo mira lo que sucede con preocupación.

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