Trump: El inicio de una nueva era para Occidente

El discurso de inauguración como presidente de los Estados Unidos revela un plan de romper con el rol de posguerra de un abanderado de la democracia liberal

Durante su campaña presidencial, Donald Trump describió una triste imagen de la decadencia de Estados Unidos, hablando de un país marcado por la caída de la industria y zonas céntricas pobres al que rivales extranjeros estaban pasando por encima.

En su discurso inaugural, Trump se mantuvo fiel a dicho prospecto sombrío, de pie frente al Capitolio para denunciar la "matanza" que manifestó que azotaba a Estados Unidos y comprometiéndose a revivir el país poniendo sus intereses sobre los del resto del mundo.

Sus palabras fueron en repudio a la herencia económica que su antecesor, Barack Obama, le dejó, y transmitieron un mensaje muy contrastante con el discurso que el expresidente había pronunciado durante la crisis financiera de 2009.

Obama en su discurso inaugural insistía en que Estados Unidos seguía siendo el país más poderoso y próspero de la tierra aun cuando atravesaba su peor crisis económica posterior a la guerra.

Por el contrario, Trump dijo que Estados Unidos solo había logrado enriquecer a países extranjeros ricos a expensas de sus ciudadanos, mientras que su propia riqueza y confianza se habían "disipado en el horizonte". Ya es hora de poner a Estados Unidos en primer lugar, dijo el presidente, quien sostuvo que la piedra angular de la política del país sería la "completa lealtad a los Estados Unidos de América". El mantra "Estados Unidos primero" de Trump marca un quiebre violento con el rol de posguerra de abanderado de la democracia liberal en el mundo y el eje central de la alianza occidental. Transmite un mensaje aterrador a los aliados europeos y asiáticos tradicionales de Estados Unidos en un momento en el que el populismo está en marcha, aun cuando Trump se comprometió a reforzar viejas alianzas así como forjar nuevas.

Y la evaluación distópica del nuevo presidente de la economía llegó a pesar la racha más extensa de contrataciones del sector privado de los tiempos modernos, un aumento récord de los ingresos familiares en 2015, y un mercado inmobiliario que recuperó gran parte de las pérdidas ocasionadas por la crisis.

Sus palabras, sin embargo, hallarán terreno fértil en amplias franjas de un país que ha sido testigo de una creciente desigualdad y la reducción de la clase media, así como de décadas de estancamiento en partes del antiguo núcleo industrial. La pregunta ahora es si Trump podrá cumplir sus promesas de transformar la suerte de "las mujeres y los hombres olvidados" que dijo que eran el eje de su autodenominado movimiento político.

De algún modo, Trump se encuentra con un ambiente político propicio. Su asunción da a los republicanos carta blanca para controlar la Casa Blanca y el Congreso juntos por primera vez desde 2006, con lo cual no solo podrán deshacerse de partes del legajo de Obama, sino también transformar el país con una imagen más conservadora.

El poder que los republicanos tienen en Washington los deja en posición de conseguir prioridades, incluso deshacerse del programa de atención sanitaria de Obama, reducir los impuestos de empresas e individuos, eliminar reglamentaciones e intentar inclinar la balanza del comercio internacional a favor de las empresas de Estados Unidos.

Sin embargo, el camino de la agenda de Trump distará de ser directo. Para empezar, asume el poder mientras el comité de inteligencia del Senado investiga si existen contactos entre Rusia y su campaña, así como un conflicto abierto con los servicios de inteligencia de su propio país. Asume como el nuevo presidente con menos popularidad en 40 años, según una encuesta de Washington Post-ABC News.

El presidente también enfrenta profundas divisiones tanto dentro de sus círculos de asesores y con los legisladores republicanos.

Trump fue ambivalente sobre aspectos centrales de las propuestas de reformas tributarias de los republicanos de la Cámara de Representantes, lo que anuncia negociaciones inestables por delante.

Si bien Trump prometió revivir la industria del país, su círculo íntimo en verdad está dividido en cuanto al fondo de una política comercial más proteccionista.

Y si bien Trump dijo que construiría nuevas autopistas, puentes, aeropuertos y ferrocarriles en todo el país, los republicanos conservadores siguen desconfiando de los megaproyectos con financiación pública.

Las promesas de Trump de revivir la clase media llegan ante una contracción de las zonas centrales de Estados Unidos que se viene gestando desde hace décadas. En caso de imponerse medidas proteccionistas, el nivel de vida podría verse afectado, ya se aumentarían los costos de importación en vez de ayudar a estimular el aumento de los ingresos familiares. El progresivo avance de la tecnología entorpecerá la creación de empleos en el sector de la industria a pesar de los cambios que puedan introducirse en la política federal.

Entretanto, los demócratas se preparan para una batalla contra las propuestas de reforma tributaria de Trump porque consideran que estas no podrían abordar la desigualdad debido a que están diseñadas para favorecer a los ciudadanos más ricos.

La promesa que Trump hizo a sus seguidores fue audaz: "Nunca jamás los voy a defraudar", sostuvo el nuevo presidente, y prometió que su país empezaría a "ganar como nunca antes". Ahora debe darse a la tarea de cumplir las altas expectativas que fijó.

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