Tras 14 años en el poder, Evo Morales deja un lamentable legado en Bolivia

Una de las naciones más pobres e inestables de América Latina es presa otra vez de la violencia sectaria y la agitación política. Ése es el lamentable legado que le deja a Bolivia el ex presidente Evo Morales, quien renunció el domingo y se asiló en México después de casi 14 años en el poder.

Los primeros años de Morales como el primer presidente indígena del país prometieron mucho. Sus audaces medidas para promover los derechos de los pueblos indígenas y corregir las injusticias históricas recibieron un merecido reconocimiento internacional. Cerca de una quinta parte de la población salió de la pobreza, una nueva constitución reconoció la diversidad étnica de la nación y llegaron servicios básicos a comunidades remotas. La nacionalización de la industria del petróleo y el gas aportó abundantes fondos al gobierno.

Pero si bien era un ícono del progresismo, Morales no fue el Nelson Mandela latinoamericano. En lugar de unificar una nación históricamente dividida bajo la bandera de una sociedad más diversa, su estilo se volvió sectario y su gobierno autoritario. Catalogó a sus opositores de racistas y algunos se vieron obligados a exiliarse. Los activistas indígenas se cansaron de su intolerancia y el modelo de crecimiento basado en la explotación de los recursos naturales comenzó a perder fuerza.

Los bolivianos empezaron a dudar de sus motivos, pero lo peor estaba por llegar: las elecciones del mes pasado, en las que Morales aseguró haber obtenido su cuarta victoria consecutiva, se vieron opacadas por un fraude. La Organización de los Estados Americanos (OEA) encontró tal grado de manipulación que fue imposible verificar el resultado. Con el apoyo de la UE, exigió nuevas comicios.

Aunque crecían los pedidos de renuncia, incluso de la poderosa confederación sindical, Morales se aferraba al poder. Finalmente, un motín de la policía llevó al jefe del ejército a pedirle su dimisión. Pero éso no fue un golpe de estado. Los generales no han tomado el poder hasta ahora y el pedido de renuncia provino antes que nada desde las calles, y no desde los altos mandos.

En lugar de reconocer los errores, Morales prefirió presentarse como una víctima inocente y instigó a sus partidarios a seguir luchando.

En medio de un peligroso vacío de poder, el hecho de que el martes la senadora del partido de la oposición Jeanine Añez haya asumido la presidencia de manera interina ofrece la única vía constitucional para salir de la crisis. No contó con el quórum necesario por un boicot del partido de Morales, pero cuenta con el apoyo del Tribunal Constitucional.

Todas las partes en Bolivia deberían ahora evitar la violencia y la retórica incendiaria, permitir que el gobierno interino de Añez funcione y dar paso a nuevas elecciones lo antes posible. Para lograr la calma se necesitará una considerable moderación por parte de la oposición y que la línea más dura de Morales reconozca que su héroe ha abandonado el cargo y se autoexcluyó para volver a postularse tras el fraude. La lección para la región es clara: es primordial mantener el respeto por las instituciones y por el proceso democrático.

Traducción: Mariana Oriolo

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