EN LA CUMBRE DEL G20 A FINES DE NOVIEMBRE SE REUNIR N AMBOS MANDATARIOS PARA NEGOCIAR

Si hay acuerdo entre Donald Trump y Xi Jinping, no será por mucho tiempo

Las crecientes tensiones militares entre Estados Unidos y China no ayudan a que encuentren una solución al actual enfrentamiento comercial

Uno puede ser marxista, realista o creyente de la teoría de la causalidad de los accidentes. Cada escuela de pensamiento sugiere una manera diferente de analizar la crisis de las relaciones entre Estados Unidos y China.

Está en marcha una guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo, y tanto en Washington como en Beijing ya se habla de una nueva guerra fría. Los dos países acaban de mantener un encuentro frío e improductivo en la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Pero a fines de este mes Donald Trump y Xi Jinping, los presidentes de EE.UU. y China, se encontrarán en la cumbre del G20 en Argentina y mantendrán cruciales conversaciones que podrían culminar en un nuevo acuerdo comercial, o en una mayor escalada en las tensiones.

Un marxista podría esperar que prevalezcan los intereses comerciales y que, como resultado, pronto haya una tregua en la guerra comercial entre ambos países. Un seguidor de la teoría "realista" de las relaciones internacionales asumiría que una potencia madura, como EE.UU., y una potencia en ascenso, como China, inevitablemente irán al choque y que por lo tanto las tensiones económicas y estratégicas seguirán creciendo. Y el que cree que el rumbo de la historia lo fijan los accidentes dirá que ninguna teoría explica cómo se desarrollarán las cosas porque mucho depende de personas impredecibles.

Una señal de que se podrían dar varios resultados es la abierta lucha interna que estalló entre bandos rivales de la administración Trump, y las señales de tensión algo menos abiertas en Beijing mientras el gobierno chino busca una manera de tranquilizar a Trump.

Hay un poderoso bando de halcones en Washington que presionan activamente para que se prolongue la disputa con China. Del lado económico, están entre otros Peter Navarro, asesor comercial de la Casa Blanca, y Robert Lighthizer, representante de comercio estadounidense. Del lado estratégico, John Bolton, asesor en seguridad nacional del presidente, y Mike Pence, vicepresidente, que hace poco pronunció un duro discurso sobre China.

En la vereda de enfrente se paran las palomas lideradas por Steven Mnuchin, el secretario del Tesoro, y Larry Kudlow, asesor económico en jefe de la Casa Blanca. Quieren que las actuales tensiones comerciales se resuelvan rápido, mientras que los halcones saben que Trump es tanto su mayor esperanza como su mayor potencial debilidad.

El mandatario ya llegó más lejos que cualquier presidente estadounidense en el enfrentamiento con China, fijando aranceles a casi la mitad de las exportaciones chinas que llegan a EE.UU. y elevando los patrullajes navales en las aguas disputadas del Pacífico.

Pero Trump también es volátil y tiene debilidad por sellar acuerdos con autócratas. A algunos de sus asesores les preocupa el recuerdo de la cumbre en Singapur con el dictador norcoreano Kim Jong Un, cuando Trump repentinamente puso fin a un año de amenazas y se comprometió a dialogar. Desde entonces, el presidente norteamericano hasta tuiteó sobre su "amor" por Kim.

A los halcones les preocupa que Trump hace tiempo recalca que tiene la mayor estima posible por Xi. También muestra una desconcertante tendencia a mencionar logro imaginarios. Por ejemplo, hace poco afirmó que China había abandonado su política industrial, conocida como "Hecho en China 2025". Pero no hay evidencia de ningún retroceso chino.

Las tensiones estratégicas se intensificaron a la par de la rivalidad comercial. Los estrategas militares norteamericanos temen que el programa chino de construcción de bases militares en el Mar del Sur de China cambie el equilibrio de poder en la región.

Para demostrar que EE.UU. no acepta tácitamente el dominio chino de esas aguas, Norteamérica intensificó los patrullajes navales y hace poco buques de las dos flotas estuvieron muy cerca de colisionar. Algunos halcones de Washington también quieren que EE.UU. con la venia de sus aliados, en particular Japón y Corea del Sur, pueda desplegar misiles nucleares de corto alcance en la región. En teoría, eso sería desalentar a Corea del Norte; en realidad, el mensaje estaría dirigido a China.

Estas tensiones militares hacen que la disputa comercial EEUU-China sean más difíciles de resolver que los argumentos comerciales de la administración Trump con México y Canadá, ninguno de los cuales son rivales estratégicos para EE.UU.

Es esta disputa geopolítica, y no la económica, la que me hace pensar que probablemente tenga justificación la evaluación "realista" de la rivalidad entre China y EE.UU. Por lo tanto, aunque la cumbre del G20 vea a Trump aceptando diferir sus planes de elevar las tarifas a China, una tregua comercial podría no durar mucho dado este escenario de creciente rivalidad.

Pero la personalidad y los impulsos del presidente norteamericano hacen que sean peligrosas todas las predicciones firmes. Si alguna vez hubo una representación viviente de la "teoría de los accidentes" de la historia, ese es Trump.

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