Se termina un 2019 que no fue tan malo como muchos creen

Pese a los desastres que se produjeron este año, más personas lograron escapar de la pobreza y tuvieron acceso a educación, vacunas y casa digna. Quizás lo más preocupante sean las amenazas al orden mundial liberal.

Incendios forestales en Australia y California; terrorismo en Christchurch y Colombo. Refugiados huyendo de Siria y Venezuela, represión en Xinjiang y manifestaciones en las calles de Hong Kong. Guerras comerciales, juicio político y al parecer, para muchas personas de países ricos, una sensación generalizada de regresión y deterioro. Este 2019, al menos según las noticias, no fue un año feliz.

Sin embargo, nos engañamos con facilidad, sentimos más las pérdidas que las ganancias, y confundimos la anécdota de los acontecimientos con una tendencia en los datos. Analistas como Steven Pinker en su libro Enlightenment Now, Hans Rosling en Factfulness y Max Roser en su sitio web Our World in Data muestran cómo nuestra tendencia hacia el pesimismo oculta algunos avances espectaculares en el bienestar humano que hubo durante las últimas décadas, dado que disminuyeron la violencia, la pobreza y la mala salud.

En ese tenor, es interesante preguntarse ¿el mundo mejoró en 2019? Sin duda no fue un año espectacular: el crecimiento del PBI mundial de 3% fue el más bajo desde 2009, con una expansión del comercio mundial de solo 1,1%, según las últimas estimaciones del FMI.

Las economías —y la calidad de vida— en Argentina, Ecuador, Nicaragua, Venezuela, Irán, Libia, Sudán y Zimbabue se contrajeron a raíz de crisis económicas o políticas.

No obstante, la producción creció. La mayoría de la gente vive un poco mejor. El desempleo cayó a un mínimo histórico de 4,9%. Existen riesgos (como el aumento de la deuda, las tensiones comerciales y el futuro de la eurozona) pero 2019 termina sin un desequilibrio evidente que sea una amenaza para la economía global.

En ciertos países donde vive mucha gente pobre, la producción creció con rapidez. Aumentó 7,8% en Bangladesh, 6,1% en India y 7,4% en Etiopía. Para los países en desarrollo de bajos ingresos en su conjunto, el crecimiento per cápita fue de 2,7%. Varía la forma en que el crecimiento per cápita se traduce en una disminución de la pobreza, pero el efecto suele ser más que proporcional. Por lo tanto, dada la estimación de 650 millones de personas que vivían en la pobreza extrema en 2018, es muy probable que más de 10 millones hayan escapado de esa condición este año, con las mejoras en salud y felicidad que ello conlleva.

Los conflictos continuaron cobrando vidas en Siria, Afganistán y Yemen. Pero suben las tasas de personas que terminan la primaria, mientras que los últimos informes mundiales sobre malaria, SIDA y tuberculosis mostraron avances, aunque lentos. Los brotes de sarampión en países ricos, por las bajas tasas de vacunación, mostraron la locura que es rechazar la ciencia.

Fue, entonces, otro año de avances concretos. Sin embargo, frente a eso debemos contraponer las amenazas a la seguridad de la humanidad y a su prosperidad. La principal de ellas es el cambio climático. Las concentraciones de dióxido de carbono en el observatorio de Mauna Loa en Hawai alcanzaron un nuevo pico en 2019 de 414.7 partes por millón. Las emisiones de dióxido de carbono, que deben caer a cero para estabilizar las temperaturas globales, siguen en aumento. Según el Proyecto Global de Carbono, se proyecta un aumento de 0,6% en 2019.

Hay destellos de esperanza. Lo más alentador es el menor costo de la energía solar y eólica, hasta el punto de que es competitiva sin subsidio en algunos estados de EE.UU., pero son solo destellos: la esperanza no es un plan y aún no hay señales de que el mundo esté dispuesto a adoptarlo. El riesgo medioambiental para la prosperidad humana a largo plazo, del cual el cambio climático es una parte vital, empeoró en 2019.

Ciertos riesgos existenciales disminuyeron: 2019 trajo la aprobación de los reguladores para una vacuna contra el ébola y cada año de crecimiento y desarrollo mejoran las defensas contra desastres, desde enfermedades hasta terremotos.

Pero otros empeoraron. Corea del Norte pasó otro año mejorando su arsenal nuclear y EE.UU. se retiró del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio con Rusia.

Quizás lo más preocupante sean las amenazas al orden mundial liberal que trajeron las últimas tres décadas de avances. Por décimo tercer año consecutivo, el think-tank estadounidense Freedom House informó una disminución en su índice de libertad global, con énfasis en las instituciones democráticas incluso en los países más ricos. Esto puede ser exagerado (la democracia nunca fue perfecta) pero si 2019 marcó el año en que la globalización entró en reversa, será más difícil lograr futuras mejoras en la prosperidad.

Entonces, ¿el mundo mejoró? Un año en el que millones salieron de la pobreza, más niños sobrevivieron, tuvieron educación, se alimentaron y vivieron en casas, sin duda fue un buen año, sin importar los riesgos que se acumulan para el futuro. 2019 no estuvo nada mal. Esperemos que 2020 sea aún mejor.

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