Se debilitan los cimientos de la economía china

El modelo económico del gigante asiático se derrumba y sus líderes creen que el mercado interno no logrará estabilizarlo. La guerra de monedas es la arriesgada opción elegida

Frente a una desaceleración económica, Beijing se dio cuenta de que las herramientas en las que alguna vez confió para estimular el crecimiento están perdiendo su efecto. Dada la falta de opciones de políticas, sus líderes rompieron con un viejo tabú y devaluaron el yuan.
En medio de la crisis financiera asiática de fines de la década de 1990, cuando un país tras otro reducía el valor su moneda, China lograba frenar el malestar económico manteniendo su tipo de cambio en firme paridad con el dólar.
En 2008, cuando el sistema financiero mundial estaba al borde del precipicio, China una vez más estableció la paridad yuan-dólar y lanzó un gigante paquete de incentivos internos que impulsó la demanda de todo tipo de cosas, desde mineral de hierro australiano hasta autos estadounidenses.
Entonces, ¿por qué razón China la semana pasada decidió romper con el gran tabú y devaluar su moneda cuando no había una crisis notoria?
La respuesta es que China ya está atravesando su propia crisis económica progresiva y no tiene herramientas suficientes para enfrentarla, según analistas e incluso algunos funcionarios del partido comunista que prefirieron mantenerse en el anonimato.
"La decisión de la semana pasada de cambiar a una moneda más flexible refleja el hecho que la economía subyacente es mucho más débil de lo que muestran las cifras oficiales", afirma Rodney Jones, fundador de Wigram Capital y una de las primeras personas que predijo la crisis asiática de la década de 1990. "Después de 30 años, el viejo modelo económico de China colapsó y el crecimiento real es mucho más débil de lo que alguna vez hayamos visto. El problema que enfrentan los líderes de China es que su menú de posibles opciones de políticas es más limitado que en el pasado".
En un área remota de tierras pantanosas, a mitad de camino entre Beijing y la ciudad portuaria de Tianjin, que la semana pasada fue azotada por explosiones mortales, el enorme desarrollo de la "Nueva Ciudad de Jing-Jin-Jin" es una ayuda visual para cualquiera que intente comprender los desafíos que enfrenta China.
Un poco más allá de la puerta de entrada Kai Xuan Men -literalmente "Arco del Triunfo"- y la estatua dorada adyacente, se erige un imponente Hyatt Regency de 800 habitaciones construido a imagen y semejanza de un palacio europeo.
La ocupación en cualquier noche no llega al 10%, según el personal. La cancha de tenis cubierta y otras instalaciones estaban cerradas con llave y oxidándose esta semana. Apenas siete años después de la inauguración del hotel, el edificio se está cayendo a pedazos y en los balcones de muchas habitaciones hay malezas altas.
Desde esos balcones, los huéspedes pueden apreciar algo de lo que muchos agentes inmobiliarios presumen: el "complejo de villas más grande de Asia", distribuido sobre quince kilómetros cuadrados. Ya se construyeron más de 2000 villas, otros cientos aún se están construyendo y existen planes para construir 4000 más. La gran mayoría de las villas existentes, construidas con préstamos generosos de bancos estatales, están vacías y algunas parecen abandonadas. El desarrollo de Jing-Jin-Ji es solo parte de una zona residencial planificada de 105 km2 -casi dos veces el tamaño de Manhattan- y a su alrededor la construcción de complejos de villas más pequeños, con nombres tales como "Vida de ensueño en Europa", quedó paralizada en distintas etapas.
"Dejamos de construir y vender villas porque nadie está comprando", sostiene el cuidador del desarrollo "Ciudad de Ensueño" situado en el límite de la Nueva Ciudad de Jing-Jin-Ji. "No estoy seguro de que alguna vez se terminen y pongan a la venta".
El hospital más cercano queda a más de 20 km y, además, a la "nueva ciudad" le faltan los servicios más básicos. Fila tras fila de vidrieras del principal centro comercial de Jing-Jin-Ji están clausuradas y solo un par de tiendas deslucidas muestran algún signo de vida.
"Algunas personas de Beijing y Tianjin compraron viviendas aquí a modo de inversión y a veces vienen los fines de semana, pero la mayoría de mis clientes son empleados del hotel, guardias de seguridad o personas que trabajan en el showroom tratando de vender villas", afirma el dueño de una tienda.
Hay decenas, sino cientos, de "ciudades fantasma" a lo largo del país. Parece perverso que desarrollos tales como estos existan en el país de mayor densidad de población del mundo, donde la tierra es escasa y muchas personas son pobres y siguen sin acceso a una vivienda digna. El proyecto de la Nueva Ciudad de Jing-Jin-Ji, así como tantos otros de características similares, ejemplifica el dilema del gobierno chino de intentar impedir que el crecimiento caiga por debajo de su objetivo anual de alrededor del 7%, que ya puede considerarse el ritmo de crecimiento más lento en 25 años.
Durante bastante más de una década, la economía de China fue alimentada por dos motores principales: su enorme sector de fabricación orientado a las exportaciones y su pelea para construir ciudades de la nada misma, aun cuando nadie quiera vivir en ellas.
Luego de la crisis de 2008, cuando las exportaciones chinas cayeron, el gobierno ordenó a los bancos estatales desatar una ola de créditos que los economistas describieron como la relajación más grande de la política monetaria de la historia.
La deuda total de China se cuadriplicó de u$s 7 billones en 2007 a u$s 28 billones a mediados del año pasado, según McKinsey Global Institute. A 282% del PBI y en aumento, el año pasado, la carga de la deuda china ya era mayor, en términos relativos, que las de Alemania y Estados Unidos. Trabajo pesado Mayormente, los nuevos créditos fueron al sector inmobiliario y a industrias asociadas, tales como las del acero, el cemento y el vidrio, y a fábricas para producir heladeras, televisores, lamparitas y otros ítems que la gente precisa para su nuevo hogar.
La mayor parte de la deuda y la construcción fueron asumidas por los gobiernos locales, de quienes se esperaba que hiciesen el trabajo pesado de impulsar el PBI y mantener el nivel de empleo a cualquier precio. El auge de la inversión y la construcción continuó aun después de que Beijing comenzase a ajustar las restricciones al otorgamiento de préstamos y la compra de viviendas en un intento por frenar las burbujas de crédito e inmobiliaria consiguientes.
Cuando finalmente este año la inversión en bienes raíces empezó a caer, el gobierno revirtió las restricciones al crédito y la compra de viviendas, y a relajar la política monetaria mediante la reducción de tasas de interés y préstamos bancarios dirigidos por el Estado.
En los últimos meses, los líderes chinos han estado continuamente en modo crisis, emprendiendo una medida de estímulo tras otra en un esfuerzo por sostener un crecimiento flojo.
Los ejemplos más claros han sido los extraordinarios esfuerzos de Beijing de revertir un colapso de los mercados bursátiles el mes pasado, que incluyó desde compras de títulos públicos hasta la penalización de la venta de acciones por parte de grandes inversores.
Pero los intentos de apoyar la economía real han sido casi igual de importantes.
El mes pasado, el Banco Popular de China inyectó casi u$s 100.000 millones en dos "bancos de fomento y desarrollo" estatales que financiarán proyectos de infraestructura del gobierno local. El banco central también permitió a estos bancos emitir miles de millones de renminbi en bonos para respaldar los préstamos.
Pekín lanzó un extenso programa que algunos describen como "flexibilización cuantitativa con características chinas", para intercambiar deuda del gobierno local a corto plazo por bonos de menor costo a más largo plazo. Sin embargo, según estimaciones de JPMorgan, incluso después de este canje de deuda, los gobiernos locales tendrán que pagar RMB 1 billón (u$s 156.000 millones) en intereses de su deuda actual sólo en este año.
Aun así, en el último año, los ingresos por la venta de tierras, que representaban un promedio del 40% de los ingresos de los gobiernos locales, se desplomaron. Eso significa que los gobiernos locales están luchando sólo para pagar sus deudas cada vez mayores y los servicios públicos básicos, y no están en condiciones de contribuir con otro programa de incentivos como el de 2008.
"Las restricciones fiscales de los gobiernos locales fueron una de las principales causas de desaceleración a comienzos de año y limitaron la eficacia de las medidas de estabilización del crecimiento", sostiene Zhu Haibin, economista jefe para China de JPMorgan.
El gobierno central ha tratado de fomentar la inversión privada en proyectos de infraestructura pública y este año asignó miles de millones de renminbi a grandes proyectos nacionales, como redes ferroviarias y viales, instalaciones de tratamiento de aguas residuales y remodelaciones de villas de emergencia.
Pero eso no fue suficiente para compensar la caída de las inversiones en fábricas y edificios de departamentos. El mes pasado, la inversión en activos fijos en todo el país aumentó su ritmo más lento en 15 años. Problemas de propiedad A pesar del repunte de los precios y las operaciones inmobiliarias de los últimos meses en las grandes ciudades, se espera que la desaceleración continúe porque el 7% de las inversiones inmobiliarias se da en ciudades y lugares más pequeños con una sobreoferta crónica, como la Nueva Ciudad de Jing-Jin-Ji.
Incluso logrando una recuperación en las principales ciudades, el sector inmobiliario probablemente reduzca 1,5% el crecimiento del PBI este año, según estimaciones de Wang Tao, economista jefe para China de UBS.
La desaceleración de la construcción llevó a un descenso de los precios mundiales de las materias primas, y la producción china de acero, cemento, vidrio y otros materiales cayó por niveles récord en los últimos meses. Como resultado de un exceso de capacidad masiva en estas y otras industrias, los precios medios de producción fueron cayendo durante más de tres años.
"En el corto plazo, la inversión [del gobierno] en infraestructura puede contribuir directamente al crecimiento del PBI, pero es posible que no tenga un efecto multiplicador considerable en los años inmediatos siguientes", afirma Wang. "En otras palabras, el gobierno necesitará más del doble del nivel de las nuevas inversiones en infraestructura sólo para mantener estable el crecimiento general de la inversión".
Esto parece imposible, sobretodo en el contexto del actual exceso de inversión en lugares como Jing-Jin-Ji. Y gracias a la carga de la deuda actual del país, el acelerado exceso de capacidad y el estallido de las burbujas inmobiliaria y financiera, las opciones que le quedan a China para estimular el crecimiento son mucho menos que las de las crisis pasadas.
Es en ese contexto que la semana pasada Pekín echó mano de un arma que se abstuvo de usar durante más de dos décadas. Como los líderes de China sabían desde hacía tiempo, devaluar la moneda es una jugada arriesgada, ya que puede desencadenar guerras de divisas y, en última instancia, dejar al país en una situación mucho menos favorable. A raíz de la decisión de China la semana pasada, el ringgit de Malasia y la rupia de Indonesia cayeron a su nivel más bajo frente al dólar desde las profundidades de la crisis asiática de 1998.
Pero este año el importante sector exportador de China tuvo su peor desempeño desde la devaluación de 2008. La devaluación de la semana pasada se produjo días después que el gobierno anunciase que las exportaciones en julio cayeron 8,3% con respecto al mismo mes del año anterior.
"Creemos que las devaluaciones [cambiarias] del yuan están dirigidas a estimular el sector exportador después de que las autoridades recientemente dieran cuenta de que la demanda interna por sí sola es incapaz de estabilizar la economía", sostiene Li Junheng de JL Warren Capital.
El banco central de China ridiculizó públicamente la idea de que quiere devaluar el yuan al menos un 10% frente al dólar. Pero con tasas de crecimiento que siguen cayendo y las pocas opciones que quedan, eso es exactamente lo que algunos funcionarios de rango medio y jubilados de Beijing piensan que a los líderes del país les gustaría ver en los próximos meses.
Frente a una fuerte desaceleración a nivel local y pocas herramientas para hacer frente a ello, China no parece estar en condiciones de demostrar la determinación que mostró a fines de 1990 y 2008. En cambio, sus líderes parecen haber llegado a la conclusión de que deben arriesgar una guerra de monedas en el extranjero.

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