Renunció el fundador de Uber presionado por las acusaciones de acoso sexual

De toda la insensatez que se ve en Silicon Valley este año, el culto a las start-ups "dirigidas por su fundador" es la ridiculez más sagrada y peligrosa. Recién después de varios meses de estar a la deriva y de 215 demandas presentadas por el personal de Uber, incluyendo serias acusaciones de acoso sexual los inversores exigieron un nuevo liderazgo en la compañía de transporte privado. Demasiado tarde, pero los accionistas entre ellos, Benchmark y Fidelity se merecen que se les reconozca cierto mérito por haber pedido a Travis Kalanick que dé un paso al costado, tal como informaron Axios y The New York Times. Ni la firma de capital de riesgo ni la gestora de activos tienden a criticar ruidosamente a las compañías y menos aún cuando la empresa no es cotizante y está controlada por su fundador y CEO.

Con el 40% de los votos entre ellos, los inversores externos contrariados no podían ganar en base a las matemáticas. Pero su éxito en destituir a Kalanick es un recordatorio a otros accionistas, incluyendo a los inversores en compañías tecnológicas cotizantes como Alphabet, Facebook y Snap, que los derechos a voto no son todo. Cuenta la persuasión moral especialmente cuando se ve reforzada por el propio interés financiero.

En estos días hubo señales de que una ola de publicidad negativa permitió a Lyft, que por mucho tiempo parecía el perdedor en este rubro, debilitar la posición dominante de Uber.

Second Measure, una firma de investigaciones que usa datos de tarjetas de crédito anonimizadas, informó que la participación de mercado que tiene Uber en EE.UU. cayó de 84% a principios de este año a 77% a fines de mayo. Con una valuación de u$s 70.000 millones pese a las fuertes pérdidas, Uber necesita doblegar a la competencia para tener alguna chance de brindar un retorno a los inversores privados en una oferta pública inicial de acciones. Una OPI sería imposible si los primeros que le brindaron apoyo a la compañía participan de una revuelta generalizada.

La dificultad ahora es que el hecho de no haber actuado antes haya tenido un efecto negativo. Uber no sólo carece de un CEO, sino también de un director financiero, de un director de operaciones, y de un montón de otros altos gerentes. El discurso de Uber es que supuestamente no emplea a los conductores; no que no emplea a nadie.

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