Pedro Sánchez no tiene buenas opciones para gobernar España

Con cada elección general, España se vuelve más ingobernable. Por lo tanto es una desgracia que el país haya tenido cuatro elecciones en cuatro años. Se suponía que éstas últimas, del domingo, iban a terminar con la parálisis parlamentaria que castiga a la nación desde la votación en abril. Por el contrario, empeoraron la situación.

La transición de España de dictadura a democracia fue tan exitosa que se convirtió para Europa en ejemplo de estabilidad política, descentralización innovadora y progreso social. Pero España ahora muestra síntomas de la enfermedad que afecta, en mayor o menor medida, a las democracias de Occidente. La fragmentación, la polarización y el surgimiento de las políticas de identidad en forma de nacionalismos radicales -ya sean catalanes, vascos o españoles- están carcomiendo la afinidad entre los españoles y haciendo que el compromiso sea prácticamente imposible.

Pedro Sánchez, líder del partido socialista y primer ministro en funciones, llamó a elecciones después de que este verano boreal no consiguió el apoyo parlamentario de Podemos, el partido de extrema izquierda. Los socialistas fueron los más votados el domingo. Pero en lugar de salir fortalecido, Sánchez quedó debilitado.

Su fallida apuesta le brindó un cambio de aire a la extrema derecha Vox, que recibió el 15% de los votos, comparado con el 10% de las anteriores elecciones. En abril, Vox irrumpió en la escena nacional, pero le fue peor de lo esperado y parecía perder fuerza. Pero luego, la condena y pena que recibieron los líderes del referéndum independentista de Cataluña en 2017, y la furiosa reacción de los secesionistas radicales en Barcelona, aumentaron el apoyo a Vox.

Si Sánchez esperaba que los votantes de izquierda se entusiasmaran con la exhumación, aunque tardía, de los restos del dictador Francisco Franco, estaba equivocado. Pablo Casado, el líder del Partido Popular de centroderecha, y Albert Rivera, que el lunes renunció a la presidencia del partido nacionalista Ciudadanos, que se opone ferozmente a la independencia de Cataluña, también son culpables del avance de la extrema derecha. Por temor a ser eclipsados por una ola ultranacionalista, a principios de año competían entre ellos por ser los más intransigentes en lo que respecta al nacionalismo catalán. Terminaron alimentando al tigre que intentaban manejar.

El mayor fracaso lo tuvo Rivera. Movió hacia la derecha a su partido, que supuestamente es de centro, cuando descartó una coalición con Sánchez tras las elecciones de abril. Fue un inmenso error. No tiene sentido ser un partido de centro si se niega a actuar como eje entre la izquierda y la derecha. Los votantes vieron la argucia y se volcaron a la verdadera derecha, lo que destrozó a Ciudadanos y puso fin a la carrera de Rivera.

Después de su victoria pírrica, Sánchez no tiene buenas opciones. En un mundo ideal, un acuerdo con los principales conservadores podría brindar a España la oportunidad de hacer las tan necesarias reformas sociales y laborales. Pero incluso si ambos superaran su hostilidad ideológica, con su unión surgiría el riesgo de dejar la tarea de ser opositor a la extrema derecha, una posibilidad peligrosa.

Las únicas alternativas probables producirían administraciones minoritarias. Una es una alianza de la izquierda con la extrema izquierda y con ERC, el mayor grupo separatista catalán y quizas el más pragmático, absteniéndose en la votación de investidura. Aunque sea repugnante para muchos españoles, esta combinación podría al menos permitir el tipo de diálogo y conciliación necesarios para distender la crisis catalana. Pero si ERC insistiera con otro referéndum independentista, el precio sería demasiado alto.

Tal vez el mejor camino sea armar una alianza, difícil de manejar, compuesta por partidos de izquierda, de extrema izquierda y regionales. Ciudadanos, abatido y humillado, se abstendría de bloquearla. Para Sánchez, es la peor opción. Para España, significa más inestabilidad y un gobierno incapaz de lograr gran cosa.

Traducción: Mariana Oriolo

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