Para que el Brexit tenga éxito sus partidarios deben perder

Si se quiere llegar a un acuerdo con la Unión Europea, el Reino Unido tendrá que hacer concesiones

El 29 de marzo, el gobierno británico notificó a la Unión Europea (UE) su intención de salirse. Éste significativo momento fue una tragedia; una tragedia para el Reino Unido, pero también una tragedia para Europa. Es una espantosa manera de celebrar el sexagésimo aniversario de la UE.

Incluso si las negociaciones de salida acaban bien, la decisión de abandonar la UE acarreará enormes consecuencias para el Reino Unido. Económicamente, perderá el acceso favorable al que es, por mucho, su mercado más grande. Políticamente, creará grandes tensiones dentro del Reino Unido y dentro de Irlanda. Estratégicamente, expulsará al Reino Unido de su papel en los consejos de la UE. El Reino Unido será más pobre, más dividido y menos influyente.

Los partidarios del Brexit negarán todo esto. Están equivocados. La evidencia acerca del comercio moderno es clara: la distancia es de enorme importancia. Las cadenas de suministro que enlazan bienes y servicios físicos funcionan mejor en distancias cortas. Los modelos en los que se basan los partidarios del Brexit ignoran esta realidad. También es por esta razón que la creación del mercado único requirió una sustancial armonización normativa, la cual permite un comercio transfronterizo relativamente libre de fricciones. Los partidarios del Brexit descubrirán, también, que todos los acuerdos comerciales imponen restricciones sobre la autonomía nacional y cuanto más en pro del mercado abierto sean, más estrictas serán las restricciones.

Los partidarios del Brexit también aprenderán que la geografía representa el destino político. El Reino Unido nunca puede dejar de ser un país europeo. Siempre estará íntimamente afectado por los acontecimientos en el continente. Pero actualmente, frente a una amenazante Rusia, a un EE.UU. indiferente, a un caótico Medio Oriente, a una China en ascenso y a las amenazas globales del cambio climático, está retirando su voz del sistema que organiza su continente. El Reino Unido ya no está en el siglo XIX. Está en el XXI. El aislamiento no será espléndido; será sencillamente aislamiento.

La salida del Reino Unido también representa una tragedia para Europa. El Reino Unido ha sido, durante mucho tiempo, un adalid incansable de la economía liberal y de la política democrática. Es una de las dos potencias militares más poderosas del continente. Tiene estrechos vínculos con los países de habla inglesa. Tiene una perspectiva global. Ha sido, al menos hasta ahora, pragmático. Sus opiniones sobre lo que beneficiaría a la UE (el mercado único y la ampliación) y lo que la perjudicaría (la moneda única) fueron correctas.

Sólo alguien ignorante de la historia soñaría que Europa sería más próspera, estable, influyente, democrática y liberal si la UE se rompiera en 28 piezas nacionales. El sistema de estados nacionales repetidamente ha demostrado ser inestable. En este caso, con EE.UU. cada vez más retirado, el colapso de la UE pudiera conducir a una lucha por la hegemonía entre Alemania y Rusia o, peor aún, a un pacto entre ellos a costa de los vecinos más débiles. Si la UE sobrevive, como espero, Alemania dominará. Los alemanes no quieren esto. ¿Por qué lo desean los británicos?

Sin embargo, el Brexit va a suceder, gracias a la insensatez de David Cameron al aceptar el referéndum, a su pobre gestión de las negociaciones y al hecho de que arruinó los términos del referéndum mismo. Seguir adelante con el Brexit no es una necesidad constitucional; el referéndum no es vinculante. Pero es una necesidad política: el partido conservador se desmoronaría sin él.

Pero el estado de ánimo de las negociaciones y sus resultados aún están por determinarse. Sabemos que las negociaciones van a ser complejas y difíciles. Sabemos que el proceso de retirada y la decisión acerca de los detalles de una nueva relación no se van a completar dentro un período de dos años. Pero no sabemos cómo se abordarán estas negociaciones. Esto no es tan cierto en el lado de la UE, donde las prioridades son claras, como en el lado del Reino Unido.

Llegar a un acuerdo es una necesidad. Esto es más obvio por razones económicas: tratar de obtener un mejor acceso a mercados relativamente poco importantes, mientras que se experimenta un enorme deterioro en los términos de acceso a los mercados más importantes del Reino Unido, sería absurdo. El fracaso en llegar a un acuerdo sobre el dinero adeudado, sobre el trato de las personas, sobre las instituciones compartidas, sobre la naturaleza de los futuros acuerdos comerciales y sobre la transición hacia ellos envenenaría las relaciones futuras. Gran Bretaña sería el mayor perdedor: el impacto sobre Escocia pudiera ser terminal para el Reino Unido. Sin embargo, el efecto de un brutal divorcio sobre la UE también sería significativo.

Si se quiere llegar a un acuerdo, el Reino Unido, siendo la parte más débil, tendrá que hacer concesiones, empezando con el dinero adeudado. Eso no es sólo lo que sensatamente debe hacerse. Es lo correcto. El país tiene obligaciones que provienen de más de cuatro décadas de membresía. Como país civilizado y digno de confianza debe cumplir con ellas.

Esto significa, a su vez, que la primera ministra debe estar preparada para adoptar una postura firme en contra de aquellos que no desean ningún trato en lo absoluto. La posición negociadora de la UE es razonable. El Reino Unido debe estar dispuesto a reciprocar. Debe hacer concesiones para asegurar una relación armoniosa y cooperativa en el futuro.

Theresa May ha declarado: "Tengo claro que la carencia de un acuerdo para el Reino Unido es mejor que un mal acuerdo para el Reino Unido". Esperemos que ella no crea en esto. No llegar a un acuerdo sería desfavorable para todos. May no tiene ningún mandato para su amenaza de convertir al Reino Unido en un país de bajos impuestos y de mínimas regulaciones. Las divisiones internas que tal estrategia producirían harían que las creadas por el referéndum parecieran una batalla simulada en comparación con una batalla verdadera. El Reino Unido sin duda necesita un acuerdo, pero la UE también lo necesita. La tragedia sería mucho peor sin uno.

Yo ya no espero que el Brexit pueda evitarse. Eso no significa que deba ser acogido. Y tampoco significa que no importe cómo suceda. La primera ministra debe llegar a un acuerdo que preserve la mayor parte posible de las relaciones económicas, políticas y estratégicas del Reino Unido con la UE. La historia la juzgará basándose en cuánto de esto logre.

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