No todo está perdido en la batalla por la privacidad de la era digital

El almacenamiento de datos y la universalización de la vigilancia convierten a las personas en entidades cada vez más conocidas y menos anónimas. Pero ya comenzó el contraataque.

La empresa "startup" de ChrisCarson, Hayden AI, intenta crear una red de ojos mucho mayor que cualquier red de CCTV, alimentada por el potencial de las redes móviles 5G y la inteligencia artificial. Las imágenes pueden venir desde prácticamente cualquier lugar: un taxista puede colocar un teléfono inteligente en su tablero; si la grabación provocó que otro conductor recibiera una multa de estacionamiento, el taxista podría recibir una parte de los ingresos.

"Ésa es la idea; poner tantos ojos en el camino como sea posible", dice con entusiasmo Carson. "Creo que va a crear un gran cambio de paradigma en el comportamiento".

Mientras tanto, nuestros empleadores pueden monitorear nuestros hábitos de sueño; los minoristas pueden seguirnos por los pasillos; los proveedores de piezas de automóviles dicen que pueden identificar las emociones de los conductores. Los datos resultantes se utilizan para capacitar algoritmos complejos que después nos impulsan hacia ciertos comportamientos. "Estamos pasando de una era digital a una era de predicción", dice Pam Dixon, directora del World Privacy Forum, un grupo de expertos.

¿Cómo lidiamos con este nuevo mundo? En 2010, cuando era director ejecutivo de Google, Eric Schmidt dijo que la política de la compañía era "llegar hasta la línea escalofriante, pero no cruzarla".

Tanto Amazon como Google ahora admiten que empleados individuales escuchan algunas grabaciones de sus parlantes inteligentes. Facebook alega que sus usuarios no tienen ninguna expectativa de privacidad en cuanto a sus publicaciones.

Esto ha creado una confrontación. Por un lado, están aquéllos que intentan convertir la línea escalofriante en una trinchera infranqueable. Por el otro lado, están aquéllos que intentan hacer avanzarla, haciendo que las personas se acostumbren a la tecnología.

En 1998, el escritor de ciencia ficción David Brin predijo el final de la privacidad como la conocíamos. Alegó que las cámaras y los sensores se estaban volviendo tan baratos que se volverían omnipresentes.

Las grandes compañías tecnológicas tienen diferentes enfoques para abordar nuestras preocupaciones. En primer lugar, pueden integrar cierta privacidad: Apple, una compañía pionera en el campo de la privacidad, bloquea el seguimiento en línea. Facebook, rezagada en el tema de la privacidad, ahora predice que las "formas principales" en que las personas se comunicarán en su plataforma serán a través de los servicios de mensajería cifrada, Messenger y WhatsApp.

En segundo lugar,nos ofrecen darnos el control. Por ejemplo, Google y Apple ahora ofrecen más opciones para ocultar nuestra ubicación.

La tercera forma es mediante la protección y el anonimato de nuestros datos. Google sabrá que buscaste remedios para la gonorrea y fuiste al cine un día que dijiste estar enfermo, pero nadie más lo sabrá.

Sin embargo, hay fallas en este enfoque. Facebook y Google tienen que seguir rastreándonos, porque en eso se basa su negocio publicitario. Pueden ofrecer consentimiento sin ofrecer una opción real. Actualmente, menos del 10% de los usuarios de Google cambian su configuración de privacidad.

Pero quizás deberíamos ir aún más allá y decir que incluso el consentimiento informado no garantiza la privacidad. Si tenemos derecho a cierto grado de privacidad entonces tampoco deberíamos poder comerciarla. "Es un problema clásico de protección al consumidor", dijo Viktor Mayer-Schönberger, profesor del Internet Institute de la Universidad de Oxford.

El principio de la voluntad individual — Google promete que "siempre debes tener el control" — tiene otras limitaciones. Ésta es la nueva frontera: proteger nuestra propia privacidad de los algoritmos invasivos, quizás tengamos que bloquear la recopilación de datos de otras personas y, por lo tanto, retrasar los servicios que les puedan resultar útiles a otros.

Nadie piensa que las compañías tecnológicas tendrán menos datos sobre nosotros dentro de 10 años que ahora. Pero cuando la regulación se enfoca en áreas particulares, como una ley de biometría de Illinois, ha demostrado ser efectiva.

No hay sólo una línea escalofriante, hay centenares. "Siempre debes tener el control de lo que compartes y con quién lo compartes", dice Google. Pero después de casi dos décadas viviendo en la economía de los datos, hemos aprendido que la mejor manera de trazar esas líneas no sea como individuos, apresurándose a rellenar formularios de consentimiento en línea, sino como comunidades, con la fuerza que nos conceden los números. Durante 20 años, las compañías tecnológicas han asumido que tienen el derecho de infringir nuestra privacidad; ahora deberíamos pedirles que se justifiquen antes de hacerlo.

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