López Obrador está a tiempo de cambiar
El mes pasado en los matorrales fronterizos, los soldados mexicanos se enfrentaron a sus pares estadounidenses y le quitaron el arma a uno de ellos. Donald Trump, el presidente de EE.UU., prometió enviar soldados armados, calificando el incidente como "una táctica de distracción para los narcotraficantes".
Andrés Manuel López Obrador, el nuevo presidente de México, respondió de manera muy cuidada prometiendo que "siempre somos respetuosos de la soberanía de EE.UU.".
El incidente es una buena metáfora. En México, la mayoría de gente presta atención a las tácticas de la campaña reeleccionista de Trump centradas en la migración y su tan querido muro. Mientras tanto, casi desapercibido, López Obrador, o AMLO como se le conoce, se ha embarcado en una auténtica revolución en su país.
Electo con una victoria aplastante en julio, López Obrador prometió lo que él llama una cuarta transformación, un reordenamiento comparable a la independencia de México, la guerra civil y la revolución. No está claro lo que realmente significa esa transformación. Disgustados por el fracaso de los gobiernos anteriores en su lucha contra la corrupción, la violencia y la desigualdad, los votantes se animaron con su mensaje de cambio. Sin embargo, después de cinco meses de haber asumido, el programa de López Obrador se ha vuelto inquietantemente claro.
En su redentora búsqueda por terminar con el "neoliberalismo" y las corruptas "mafias del poder" de México, recurrió a las consultas populares para justificar medidas polémicas, como cancelar la construcción de un aeropuerto a medio hacer de u$s 18.000 millones. Con absoluta confianza en sí mismo, terminó con la apertura de Pemex al capital privado ya que prefiere que el gobierno inyecte miles de millones a la castigada petrolera estatal.
También critica a la prensa y a la sociedad civil, hizo a un lado las estadísticas poco convenientes, contradice a su gabinete y nombró lacayos poco calificados para ocupar cargos de alto rango. Lo más inquietante de todo es que su partido sugirió aumentar el número de jueces de la Corte Suprema para que los qué él designe tengan una mayoría.
Esta prepotencia no afecta sus altos índices de aprobación. Su imagen de hombre austero del pueblo es un bienvenido cambio comparado con la pompa anterior. Introdujo planes bien recibidos, como pensiones más altas y un vasto programa de capacitación para jóvenes desempleados. A pesar de los costos, Wall Street se muestra satisfecho con su promesa de mantener el presupuesto equilibrado y las deudas bajas, como sucedió cuando fue alcalde de la Ciudad de México desde 2000 a 2005. Sin embargo, éstas son evaluaciones a corto plazo. A mediano plazo, la búsqueda autocrática de recuperación que persigue López Obrador corre el riesgo de provocar un deterioro institucional y económico.
Dado que su partido tiene una mayoría en el Congreso, su poder tiene sólo dos controles reales. El primero son las leyes internacionales incorporadas en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta). Las mismas son cruciales en el pacto que el Congreso de EE.UU. debería analizar cuando vote sobre la nueva versión, el Tratado entre México, EE.UU. y Canadá (T-MEC) negociado por Trump. El segundo control son los mercados financieros. El peso mexicano, el indicador preferido de López Obrador, por el momento se está desempeñando al mismo nivel que el año pasado. A menos que contenga sus rasgos más destructores del valor del peso, los mercados pronto incorporarán una prima de riesgo más alta.
Eso agravaría la incertidumbre empresarial y sería otro obstáculo para la inversión privada. Esto, a su vez, pondría en peligro los programas que más les interesan a los votantes, especialmente el crecimiento económico y la creación de empleos.
López Obrador se ha inspirado en héroes históricos, especialmente Benito Juárez, un presidente del siglo XIX conocido como un "hombre de leyes". Sin embargo, sus propias acciones parecen ignorar esas mismas leyes e instituciones. No es demasiado tarde para que cambie antes de que los mercados financieros y los ciudadanos decepcionados lo obliguen a cambiar.