EDITORIAL

Londres respondió con sensatez al ataque

Los servicios de inteligencia de Gran Bretaña hace tiempo que vienen advirtiendo sobre la posibilidad de que ataques terroristas similares a los ocurridos en otras ciudades azotasen al Reino Unido. La advertencia se hizo realidad. El espeluznante ataque del miércoles en Westminster, en el que Khalid Masood, un ciudadano británico, arrolló a peatones y apuñaló a un policía frente al Parlamente, causó conmoción, pero no fue una sorpresa.

Esto no disminuye en absoluto el costo humano. Cuatro personas murieron, incluyendo a Masood, y unas 40 resultaron heridas. Las escenas de policías armados y trabajadores de emergencia yendo de un lado a otro en los sitios más emblemáticos de Londres no se olvidarán fácilmente: a pesar de todos los mensajes de resistencia, la gente se sentirá menos segura. Si el agresor hubiese elegido un blanco más fácil, en lugar del centro bien protegido de la democracia constitucional, el número de víctimas habría sido más alto.

Sin embargo, la reacción del gobierno del Reino Unido y del público -una aceptación sensata de la situación y la determinación de seguir adelante- es la correcta. Theresa May, en su declaración al Parlamento, eligió las palabras correctas: la mejor respuesta al terrorismo está en millones de actos cotidianos.

Surgen preguntas sobre las medidas de seguridad fuera del Parlamento y el hecho de que los servicios de inteligencia conocían a Masood, pero lo consideraban una figura "periférica". La lección general, no obstante, es que las defensas de Gran Bretaña contra el terrorismo son sólidas. El hecho de que el Reino Unido no haya sufrido atentados más graves en 12 años, después de los bombardeos suicidas de 2005 son la prueba de la meticulosa labor profesional de sus agencias de lucha contra el terrorismo.

La inmediata respuesta oficial reflejó un sistema de trabajo profesional y compenetrado. El atacante fue muerto antes de poder llegar muy lejos. La policía puso rápidamente al Parlamento a resguardo y cerró los accesos en los alrededores. Los equipos médicos llegaron al instante.

Además, que el agresor estuviese en el radar de los servicios de seguridad debería traer tranquilidad y no alarma porque no se anticipó el ataque. Es imposible vigilar constantemente a la gran cantidad de personas que podrían representar una amenaza. Se puso como prioridad controlar a personas que vuelven de luchar en Siria e Irak, en vez de a individuos como Masood, que poseen vastos antecedentes penales pero de poca monta. Una persona que aparentemente actúa sola, con herramientas cotidianas que se convierten fácilmente en armas, siempre será difícil de detectar.

Esto no justifica la complacencia. El próximo ataque podría ocurrir mañana y ser mucho peor. Los ataques de lobos solitarios causan pánico porque son impredecibles y fáciles de imitar. El hecho de que cada vez sean más comunes refleja el éxito de los servicios de seguridad en permear redes extremistas y desbaratar complots más sofisticados y potencialmente más letales.

También es una táctica deliberada de ISIS fomentar iniciativas independientes en su nombre en individuos que alguna vez pudieron haber sido descartados como inadaptados violentos. Muchos de estos intentos oportunistas fracasan, pero son baratos y requieren poca planificación. Las que tienen éxito causan un impacto desproporcionado.

Los gobiernos no pueden impedir todos estos atentados, pero pueden hacer mucho para que no resulten tan letales, por ejemplo, haciendo más difícil que los lobos solitarios se vinculen con cómplices u obtengan armamento más sofisticado. Sin embargo, los esfuerzos para desacreditar la ideología extremista y garantizar que la violencia no logre su cometido son igualmente importantes.

Los terroristas quieren sembrar el pánico y avivar conflictos entre comunidades. Les encantaría ver que sus ataques virulentos provocan una reacción popular contra los musulmanes. No se puede permitir que logren lo que se proponen por ningún motivo.

 

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