Limitar el daño al Nafta sería un logro de México y Canadá
En muchas áreas como en las bajas de impuestos, el gasto en infraestructura, la salud, los grandes planes de Donald Trump no han llegado a nada. Hasta ahora, lo mismo ocurre con una de las principales obsesiones del presidente norteamericano: el comercio y específicamente tratar de corregir el déficit que tiene Estados Unidos con otros países cambiando las normas que rigen el comercio.
Trump no cumplió con las amenazas de calificar a China como manipulador de monedas, ni con castigar a las compañías norteamericanas que hayan creado puestos de trabajo en el extranjero. Y después de hacer un escándalo en torno a su enfrentamiento con Beijing, esta semana el elogioso anuncio sobre las violaciones a la propiedad intelectual por parte de China se convirtió en una investigación que probablemente se extienda hasta el año que viene.
Pero es más preocupante la otra noticia sobre el comercio que hay esta semana, y que está vinculada a una de las relaciones comerciales más estrechas y antiguas que mantiene Estados Unidos. Washington empezó a renegociar con Canadá y México el Acuerdo de Libre Comercio Norteamericano (Nafta, por sus siglas en inglés), el cual hace 23 años ha sido uno de los más importantes en la región.
En teoría, ésta es una buena oportunidad para actualizar un acuerdo comercial que, si bien no cumplió con las grandiosas expectativas, ayudó a integrar la economía en América del Norte. Esta semana, Canadá sugirió algunas modificaciones bastante modestas. En la práctica, así como los jefes de gobierno de Canadá y México originalmente tuvieron que convencer a Trump de que renegocie el Nafta, en vez de eliminarlo, lo mejor que probablemente consigan con estas conversaciones es limitar el daño.
El tono quedó reflejado en los comentarios iniciales de Robert Lighthizer, el representante de Comercio de Trump. Si bien es un abogado especializado en comercio altamente preparado, y no un aislacionista de mirada salvaje del tipo que hay en otras áreas de la administración, Lighthizer repitió que EE.UU. puede reducir su déficit con México modificando el Nafta.
Una de las obsesiones de EE.UU. sirve como ejemplo de por qué, en una economía moderna abierta, los intentos por administrar el comercio son más perjudiciales que beneficiosos. Washington quiere endurecer las llamadas "normas de origen", que determinan cuánto contenido importado de países no miembros del Nafta puede ser incorporado a los productos. Por ejemplo, para que un auto sea vendido libremente dentro del bloque, al menos 62,5% de su valor debe originarse dentro del Nafta. Estados Unidos considera que las actuales regulaciones son demasiado laxas, lo que permite a México importar componentes y luego vender autos dentro de EE.UU.
Pero con un endurecimiento de las normas de origen simplemente se alentará a los productores extranjeros a pagar el arancel externo estadounidense (de 2,5% para autos y autopartes) y a exportar directamente al mercado de EE.UU.. Las cadenas de abastecimiento para la industria automotriz del Nafta, que están altamente integradas, se interrumpirán y llevará a México a concentrar en otro lugar su sector automotor altamente eficiente. La cantidad de empleos creados en EE.UU. probablemente sea insignificante, si no negativa.
El tema de las normas de origen no es el único. Desde defender el "compre estadounidense" para las compras del gobierno, hasta facilitar la fijación de impuestos antidumping a las importaciones para forzar alzas salariales en México, los deseos de EE.UU. para el Nafta tienen mucho más que ver con distorsionar y restringir el comercio que con fomentarlo.
La mejor esperanza está puesta en que los planes destructivos de Trump sean frenados por la resistencia de Ottawa y Ciudad de México, por las voces sensatas de moderación dentro de la administración y por la presión del Congreso. La alternativa es permitir que un bloque comercial altamente funcional sea debilitado por una política xenófoba y una economía desacertada. Los intentos de Trump que sobre todo apuntan a redactar un nuevo Nafta merecen ser un fracaso.