Líderes empresariales enfrentan un enorme déficit de confianza

Repetidos escándalos, protestas por pagos excesivos a ejecutivos e incidentes diarios relacionados con faltas de respeto a empleados, son factores que menoscaban la imagen de un director ejecutivo.
Y esto es casi una década después de los primeros ominosos rumores de la crisis financiera que arruinaron la confianza en los negocios, y a pesar de múltiples esfuerzos bien intencionados y de arriba hacia abajo para salvar la confianza.
Los líderes empresariales deben establecer las pautas de cómo sus organizaciones se comportan y evolucionan. Si ellos son lo suficientemente seguros como para gritar públicamente sus éxitos en la creación de una cultura positiva, eso es una buena señal. Pero cada vez preocupa más que las intervenciones públicas de los altos ejecutivos empeoran las cosas, en lugar de mejorarlas.
La más reciente edición del Barómetro de confianza de la consultora Edelman sólo acentúa la preocupación.
Una vez más, la encuesta indica que la "brecha de confianza" se ha ampliado. La confianza en los medios de comunicación, en las empresas, en el gobierno y en las instituciones no gubernamentales ha disminuido entre las masas, especialmente en EE.UU., en el Reino Unido y en Francia. Los niveles de confianza del 15% de los encuestados apodados "el público informado" se han estancado. Incluso estos individuos -educados en la universidad, conocedores de los medios de comunicación y de altos recursos- están perdiendo la fe en el sistema.
Los directores ejecutivos siguen siendo príncipes y princesas en sus propias ciudadelas corporativas. Su autoridad puede ser objeto de críticas en la cafetería, de chisme por parte del personal o de burla en el taller, pero ellos no están sujetos al desafío electoral. El peligro es que usan ese poder para fanfarronear. En su lugar, deben desviar sus esfuerzos hacia la dura, y poco reconocida labor de convertir a sus empleados en sus admiradores.
Una razón para hacerlo es que, mientras la credibilidad de los directores ejecutivos disminuyó en todos los países, los empleados nuevamente surgieron como los portavoces más confiables y honestos de las compañías.
Los líderes corporativos debieran considerar la posibilidad de establecer un índice de remuneración fijo entre los de más baja y los de más alta paga, no como señal de virtud ante el mundo exterior, sino para limitar el resentimiento interno. Ellos debieran procurar involucrar a los empleados más estrechamente en las decisiones, invitándolos a participar en comités y en consultas que también pudieran incluir a directores no ejecutivos. Los líderes corporativos debieran desafiar el cinismo acerca del propósito para reforzar un sentimiento positivo del porqué la gente viene a trabajar, y vincular esa energía a las comunidades locales que afectan.
Hacer declaraciones públicas de ese estilo representa la parte fácil. Alentar al personal a dar un paso al frente es mucho más difícil. Pero los empleados entusiastas pueden convertirse en defensores, a través de los medios de comunicación social y de sitios de "evaluación" de la empresa, como Glassdoor o en las conversaciones con sus compañeros.
Aunque reconstruir la confianza en los negocios de esta manera, capa por capa, será un proceso lento.

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