Las medidas de Trump pueden desatar una guerra de monedas
La obsesión de Donald Trump por la manipulación cambiaria alcanzó un nivel superior. En su último tuit sobre el tema sugirió que EE.UU. debería "enfrentar" lo que él llamó un "gran juego de manipulación cambiaria" por parte de Europa y China. Lo inquietante es que su exabrupto se produjo después de las recientes medidas que tomaron las instituciones estadounidenses para concentrarse más en intervenir en el tipo de cambio. Eso se suma a las frecuentes críticas de Trump a la Reserva Federal por mantener las tasas de interés demasiado altas, y el nombramiento de una prominente detractora de la Reserva Federal, Judy Shelton, como miembro de su junta directiva. El uso del dólar como arma para estimular el comercio conducirá a una inoportuna politización de la política comercial y podría derivar en represalias.
Las últimas acusaciones de Trump se producen pocas semanas después de que criticara duramente al presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi. En un tuit dijo que Draghi estaba "injustamente" manipulando el euro, y agregó que "se han salido con la suya durante años, junto con China y otros países".
Sin embargo, sus tuits no son aislados. En mayo, el Departamento de Comercio de EE.UU. propuso imponer sanciones a los países que considera que están manipulando sus monedas. Esto se haría como parte de los derechos compensatorios —un proceso que se utiliza para combatir los subsidios injustos por parte de socios comerciales— y requeriría que el Tesoro de EE.UU. calcule el valor razonable de monedas individuales.
El último informe del Tesoro norteamericano sobre la manipulación cambiaria también amplió sus objetivos. Pasó de evaluar los 12 socios comerciales más grandes del país a aquéllos con un superávit comercial bilateral de u$s 40.000 millones o más, tras lo cual se sumaron otros nueve países a la lista. También se redujeron dos de los tres umbrales necesarios para que se considere que una entidad está manipulando la moneda, lo que hace que sea más probable que las naciones cumplan las condiciones. A pesar de estos cambios, ningún país cumplió los tres criterios, pero China sigue en la lista de seguimiento de EE.UU., al igual que Japón, Corea del Sur y Alemania. Italia e Irlanda se unieron a la lista, así como otros tres países que también usan el euro.
Las monedas flotantes, como el euro y el yen, no pueden cumplir uno de los tres criterios de manipulación fijados por el Departamento del Tesoro: la intervención en el tipo de cambio de manera unilateral y constante. La incorporación de valuaciones cambiarias —donde no existe una metodología única acordada y las estimaciones pueden variar en gran medida según los datos que se utilicen— sería una forma en la que Trump podría evitar este problema.
Las disposiciones en materia de divisas también se están filtrando en los acuerdos comerciales. El Tratado entre México, EE.UU. y Canadá incluye el primer compromiso jurídicamente vinculante sobre la flexibilidad del tipo de cambio y la divulgación de futuras intervenciones. Pero no contiene ninguna penalización por el caso de que se perciba una manipulación cambiaria, ni tampoco tiene implicancias prácticas dado que las tres monedas flotan libremente. El Tratado de Libre Comercio entre Corea del Sur y EE.UU. también incluye disposiciones en materia de divisas, pero no son vinculantes.
Tiene cierta lógica atar la manipulación cambiaria a la política comercial: la debilidad de la moneda mejora la competitividad y puede compensar cualquier arancel. Pero ignora el rol de las decisiones de inversión y de ahorro internas y a menudo estructurales. Por no hablar del papel de las tasas de interés en los flujos de capitales, en especial cómo la política monetaria estadounidense influye en las condiciones financieras en todo el mundo. También parece pasar por alto que la política fiscal tiene que ver con la profundización del déficit comercial.
No hay duda de que las manipulaciones cambiarias pueden distorsionar el comercio y el crecimiento. Pero el camino a seguir no es fijar aranceles sobre la base de valuaciones arbitrarias de las monedas.