editorial

Las corporaciones asumen el compromiso climático

Más allá de las costas del río Potomac, donde el compromiso estadounidense con la lucha contra el cambio climático sigue en entredicho, se está acumulando evidencia de que el impulso político hacia la acción ha alcanzado un momento crucial.

Una señal prometedora que surgió de la cumbre One Planet celebrada este año cerca de París fue la promesa de 225 instituciones financieras de comenzar a pedirles cuentas a las compañías más contaminantes. Inversionistas de ocho de los principales gestores de activos, fondos de pensiones, aseguradoras y principales fondos de riqueza soberana del mundo, así como 20 bancos globalmente sistémicos, respaldaron la iniciativa. Se unirán a Climate Action 100+ para presionar a las compañías para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mejorar la divulgación y supervisión de las amenazas relacionadas con el clima.

El cambio climático representa tres tipos de riesgos para las compañías. A corto plazo habrá consecuencias si los gobiernos _con o sin la participación de Washington_ toman en serio el cumplimiento de sus compromisos contraídos en virtud del Tratado de París de limitar los aumentos de temperatura a 2ºC. Si lo hacen, habrá costos para las compañías que no cumplan.

El riesgo mucho más serio a largo plazo es que los gobiernos no actúen o hagan demasiado poco demasiado tarde. Medir el impacto potencial en las consecuencias de los eventos catastróficos que hipotéticamente se producirían después, junto con las consecuencias sociales y económicas, no será fácil. Pero la amenaza de que éstos sean cada vez más frecuentes es sin duda real.

Se pronostica que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero aumentarán un 2% a un nivel récord este año, impulsadas por el crecimiento económico de China, según el Global Carbon Project. Esto pone fin a un período de tres años con prácticamente ningún aumento de las emisiones. El efecto alarmante sobre el medio ambiente es innegable. Esta semana, un informe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica del gobierno estadounidense reveló que el permafrost en el Ártico se está descongelando más rápidamente que nunca, y el agua de mar se está calentando y derritiendo al ritmo más rápido en 1500 años. Las implicaciones para las compañías de seguros a corto y mediano plazo son obvias.

Un tercer riesgo es que los avances en la tecnología ecológica ocurran más rápidamente de lo que se piensa. Si bien esto ofrece enormes oportunidades para aquellos empresarios que puedan mantener el ritmo acelerado, podría ser desastroso para aquellos que no puedan. Las compañías de combustibles fósiles se quedarían con activos bloqueados, lo cual pondría en peligro su viabilidad comercial.

No existe un marco legal vinculante para hacer cumplir la divulgación sobre estos temas. Pero el hecho de que muchas de las principales instituciones financieras del mundo estén preparadas para impulsar una mayor transparencia es alentador. ExxonMobil - la compañía cotizada de gas y petróleo más grande del mundo -se comprometió a cumplir. Anteriormente, la compañía intentó activamente ocultar las preocupaciones sobre el daño que están causando las emisiones de carbono. El hecho de que ahora prometa cumplir con las divulgaciones muestra que aún es posible movilizar a las grandes compañías estadounidenses para enfrentar el cambio climático incluso aunque el presidente estadounidense sea tan explícitamente hostil hacia la agenda.

No se trata sólo de los activistas que luchan por la desinversión de las compañías más contaminantes quienes tienen interés en una mayor divulgación sobre las implicaciones del cambio climático. Los accionistas ordinarios también deben saberlo. Hacer que sea más difícil para las compañías ignorar el costo de su huella de carbono podría ser un factor que las obligue a reducirlo. Éste es un ejercicio de transparencia y presión de grupo que tendrá consecuencias a largo plazo.

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