La industria petrolera quiere explorar menos por caro y riesgoso

La exploración antes era el aspecto más glamoroso del negocio, pero ahora es el más polémico debido a las mayores presiones sobre costos y exigencias a las empresas para que actúen ante el cambio climático

Surinam es uno de los países más chicos de América latina, con menos de 600.000 habitantes, pero frente a sus costas se encuentran depósitos de petróleo y gas potencialmente significativos que podrían cambiar su futuro.

Hace dos meses, la compañía de exploración y producción de petróleo estadounidense Apache Corporation y la petrolera francesa Total hicieron dos grandes descubrimientos en altamar que generan grandes esperanzas en la antigua colonia holandesa. El país quiere imitar a su vecina Guyana, donde ExxonMobil recientemente comenzó la producción de bloques de petróleo en aguas profundas.

El gobierno de EE.UU. estima que la cuenca de Guyana-Surinam puede contener casi 14.000 millones de b/d de petróleo y más de 32 billones de pies cúbicos de gas natural.

La capacidad del país para convertir sus recursos en petróleo y gas comercial depende de la exploración, la primera etapa del proceso de producción y una actividad que sirve como barómetro de las presiones que enfrenta la industria en general.

La exploración petrolera es un negocio caro y riesgoso que puede requerir años y miles de millones de dólares de inversión. Debido a las mayores presiones sobre los costos y exigencias a las empresas para que actúen ante el cambio climático, este segmento de la industria quedó bajo la lupa. Antes era el aspecto más glamoroso del negocio del petróleo, ahora la exploración es uno de los más polémicos.

Los ambientalistas y algunos inversores activistas presionan a las petroleras para que achiquen sus negocios de combustibles fósiles, detengan su búsqueda de nuevas superficies y, en cambio, se centren en tecnologías de menor emisión de carbono y en fuentes de energía alternativas.

Los ejecutivos también deben enfrentar pronósticos de demanda inciertos, pese a que hoy los patrones de consumo de petróleo son relativamente robustos. Desde los cambios en las políticas públicas que desincentivan el uso de combustibles fósiles hasta la adopción de los autos eléctricos no les permiten ver con claridad qué forma tomará la demanda de petróleo en las próximas décadas.

IMPACTO DEL COVID-19

A eso se sumó el coronavirus, que provocó la peor crisis de la economía mundial desde la Depresión. La industria se pregunta ahora cuál será el impacto a largo plazo de la pandemia en la demanda de petróleo, que el año pasado se mantuvo cerca de los 100 millones b/d. Después de una caída de más de 8 millones b/d en 2020, la Agencia Internacional de la Energía espera una recuperación de casi 6 millones b/d el próximo año.

Aunque es probable que el petróleo siga representando gran parte de la matriz energética general en el futuro cercano, incluso si el consumo llega a su punto máximo y luego se estanca durante un período prolongado, la industria tiene profundas dudas sobre las perspectivas del negocio de la exploración.

Los ambientalistas sostienen que los nuevos descubrimientos sólo perpetúan la era de los combustibles fósiles. En lugar de buscar nuevos barriles, dicen, las empresas deberían centrarse en mitigar el desastre económico que les espera, porque con la caída de la demanda de largo plazo inevitablemente habrá grandes recursos ya descubiertos que quedarán "varados".

Después de que las compañías petroleras se presentan a las licitaciones de los bloques, los propietarios eligen a la ganadora y se firman los contractos. La empresa exploradora, a su propio costo y riesgo, perfora pozos de prueba. Si descubre algo, recoge y evalúa muestras de petróleo. Busca que la calidad y la cantidad de los recursos sean los necesarios para producir y vender petróleo y gas comercialmente.

Como parte de este proceso, que puede costar cientos de millones de dólares y llevar varios años, se elabora un plan de desarrollo. Recién después de eso se toma una decisión final de inversión. El diseño y la ejecución del plan de desarrollo de un yacimiento puede costar entre u$s 1.000 y 10.000 millones y puede llevar hasta 10 años producir petróleo.

RONDAS SUSPENDIDAS

Se esperaba que 45 países lanzaran rondas de exploración este año, de las cuales se esperaba que dos tercios fueran en áreas offshore. Si bien algunas todavía siguen adelante, incluyendo Malasia, Trinidad y Tobago, Noruega y Canadá, según la consultora Rystad Energy, con sede en Oslo, se espera que el coronavirus deje en suspenso ciertos proyectos, desde Brasil y Colombia hasta Tailandia.

Rystad estima que los recursos petroleros recuperables -el volumen que podría extraerse de la tierra, dadas las limitaciones de la tecnología y la demanda- desde 2019 disminuyeron en 282.000 millones de barriles a 1,9 billones de barriles porque la pandemia causa un cambio a más largo plazo en los hábitos de consumo y en la demanda de petróleo y porque las empresas abandonan los planes de exploración.

A pesar del auge del shale estadounidense como nueva fuerza del mercado, Andrew Latham del grupo de investigación Wood Mackenzie cree que todavía serán necesarias algunas exploraciones para satisfacer la fuerte demanda de los próximos 20 años. Sólo alrededor de la mitad del suministro necesario hasta 2040 está garantizado con los yacimientos ya están en funcionamiento, comentó. El resto requiere de una nueva inversión de capital.

Si bien es cierto que los recursos conocidos del mundo son más que suficientes para satisfacer la demanda prevista, muchos de esos barriles están entre los más caros y sucios de extraer, por que las empresas se muestran reacias a desarrollarlos. Lo que falta, dicen los analistas e inversores, son los barriles más baratos y más limpios.

Si no se realizan inversiones nuevas en estos recursos conocidos, la producción caerá cada año un 8% para el petróleo y un 6% para el gas. Podría producirse escasez de suministros, lo que causaría un salto en los precios.

Latham sostiene que si el mundo sigue en el sendero actual, con sólo modestos esfuerzos para hacer frente al cambio climático y con el aumento de las temperaturas mundiales en 3ºC para 2035, eso implicaría "más exploración y más Surinames".

Traducción: Mariana Oriolo

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