La fusión Fiat Renault enfrentará duras realidades políticas

Los vehículos autónomos y su potencial en cuestiones de seguridad y eficiencia fascinan al mercado de acciones. Los ejecutivos del sector automotriz hablan de la boca para afuera de ese futuro, mientras al mismo tiempo quieren llegar lo más rápido posible a la próxima compañía de autos que tienen adelante para quitarla del medio. Las ventas globales de autos alcanzaron su pico en marzo de 2017. Por lo tanto, la consolidación de la industria será clave para conservar la rentabilidad si la facturación cae.

Por esta razón, Fiat Chrysler Automobile se acercó a la rival francesa Renault y le propuso una fusión de todas las acciones por un valor de 32.600 millones de euros. Ese acuerdo debería brindar un impulso a sus valores bursátiles que tanto necesitan ambas automotrices.

La fusión tiene lógica, si bien cualquier promesa de recorte de costos enfrentará una profunda mirada política en Europa. En un negocio donde la escala importa, FCA-Renault se convertiría en la tercera automotriz mundial. Las partes se jactan de que ésta es una fusión de iguales, pero no es así. Los accionistas de la primera recibirán un dividendo de 2.500 millones de euros por su mayor aporte de capital en la nueva entidad combinada.

Las dos automotrices prometen ahorrar costos anuales por 5000 millones de euros, eliminando las superposiciones en las áreas de compras, investigación y desarrollo. El incremento de las ganancias netas conjuntas debería superar el 40% en los próximos años, mucho cuando ambas acciones cotizan a sólo cuatro veces sus ganancias futuras.

Además, la estructura propuesta debería suavizar la difícil relación que mantiene Renault con su socio japonés Nissan, del que es dueño de 43%. Un domicilio en Holanda para un grupo nuevo permitirá a Nissan tener derechos a voto, algo que no tenía en Renault pese a tener una participación de 15%. La participación del estado francés se diluirá a la mitad, a 7,5%. Independientemente de lo que el estado francés opine de esa dilución, su principal preocupación bien puede ser qué pasará con los trabajadores que tiene Renault en las fábricas locales.

Dado que esta operación podría demorar al menos un año en cerrarse, está repleto de detalles a debatir. Pero inicialmente el impacto fue recibido con una gran sonrisa en el mercado, especialmente de parte de los sufridos accionistas de Renault. Los precios de las acciones de ambas compañías subieron dos dígitos. Cualquier festejo tendría que tener en cuenta las realidades políticas más duras de una fusión tan complicada. Pero los números definitivamente tienen sentido.

Las uniones entre iguales raramente funcionan, pero ¿podrían FCA y Renault tener un matrimonio feliz? ¿O esta combinación de socios italianos, norteamericanos, japoneses y franceses es simplemente demasiado complicada?

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