La "excepcionalidad" de las tecnológicas llegó a su fin

La idea de que las compañías tech de alguna manera operan en su propio universo ayudó a que muchos actuales líderes del sector mantuvieran a los reguladores a raya y a mantener las valuaciones altas.

El excepcionalismo tecnológico -la idea de que las compañías tecnológicas de alguna manera operan en su propio universo, más allá de las limitaciones que enfrentan las empresas normales- fue bueno mientras duró.

Ayudó a que muchos actuales líderes del sector mantuvieran a los reguladores a raya. Después de todo, ¿por qué deberían someterse a normas diseñadas para negocios más prosaicos que fueron fundados en tiempos de menos avances?

Esa idea también sostuvo las mayores valuaciones. ¿Quién no querría aprovechar el efecto halo que genera estar vinculado con un sector de alto crecimiento donde las acciones se venden a un múltiplo de los ingresos de la compañía, y no por sus ganancias? Pero cuando esa imagen choca con el mundo real, los resultados pueden ser estremecedores.

Los defensores del excepcionalismo definitivamente han recibido una paliza. El primer ejemplo, que surgió en los últimos días, es la nueva legislación de California que refuerza las normas que determinan cuándo las compañías pueden tratar a los empleados como contratistas independientes y no como empleados. Eso podría servir de precedente para el resto de Estados Unidos, algo que hace estremecer a las empresas tecnológicas.

Esta ley plantea un desafío directo a la denominada "economía colaborativa", la cual se enorgullece de crear un estilo flexible de trabajo que no se rige por las antiguas normas laborales.

El choque del excepcionalismo tecnológico con el mundo real se volvió más evidente cuando las supuestas compañías tech se embarcan en la prestación de servicios más allá del universo digital. ¿Pueden exigir que se les aplique un estándar diferente - o que los inversores les otorguen el beneficio de la duda?

No sorprende que WeWork haya quedado atrapado en eso. La valuación que esperaba conseguir cuando vendiera sus acciones en Wall Street refleja que tenía de si misma la imagen de empresa tecnológica. Pero vista como firma de bienes raíces, se vuelve muy difícil de justificar.

Cuestiones similares enfrentan otras empresas tecnológicas cuando se mueven más allá del mundo virtual. ¿Cuál es la diferencia entre una tech que ofrece un servicio físico, y una firma más tradicional que mejoró sus habilidades tecnológicas para competir con nuevos rivales digitales?

Se probó haciendo una clara división en base al modelo de negocios de las empresas. Pero como esa línea se pone en duda con las nuevas regulaciones como la nueva ley laboral de California, la distinción se vuelve más difícil de sostener.

Las compañías de la "economía colaborativa" tienen fuertes argumentos para pedir nuevas normas laborales que se amolden a los nuevos tipos de mercados que éstas habilitan.

Pero eso no debería ocultar el hecho de que el mundo ha cambiado: la capacidad de las empresas para operar en la versión tech del universo paralelo está llegando a su fin.

Traducción: Mariana Oriolo

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