La deuda eterna de los mercados emergentes

Si camina y suena como una crisis de balanza de pagos en los mercados emergentes, ¿es realmente una crisis de balanza de pagos en los mercados emergentes? Todavía no estamos en ese punto, y tengo la esperanza de no se llegue a ese punto. Pero los patrones que mostraron recientemente los mercados financieros globales nos hacen acordar a la fuga de capitales que en el pasado sufrieron los países pobres.

Empecemos por el tipo de cambio. En el segundo trimestre, las monedas de mercados emergentes tuvieron su peor caída en siete años. Julio comenzó mejor, pero la presión bajista ha regresado de la mano del constante ajuste de las tasas de interés en Estados Unidos. Eso hace que los capitales se vayan al dólar.

Los inversores en acciones hace diez semanas consecutivas que retiran dinero de los mercados emergentes. Lo mismo hicieron los inversores de bonos, si bien la huida parece haber sido contenida, por el momento.

Los observadores del mercado ya han visto esta película muchas veces. En momentos de tasas de interés globales bajas, los mercados emergentes están inundados de préstamos baratos provenientes de las economías ricas, reflejados en los grandes déficits comerciales.

La deuda que se acumula como resultado, especialmente cuando está nominada en moneda fuerte, los coloca en una zona de inestabilildad en la que un cambio de dirección en los flujos de capital puede interrumpir violentamente la actividad económica y dañar su capacidad crediticia. El temor a que se produzca exactamente este fenómeno puede ser suficiente para disparar esa reversión en los flujos.

Con los momentos tan dolorosos que a la largo de la historia han atravesado los países emergentes la crisis de la deuda latinoamericana de los 80 y en los 90, el "Tequila" y la crisis financiera asiática, deberían haber aprendido a no caer en la misma trampa. Y algunos realmente acaban de hacer eso.

Según muchos indicadores, el desempeño macroeconómico es mejor en los mercados emergentes en su conjunto, los índices de inflación se encuentran en pisos históricos. Los gobiernos no se encuentran ni cerca de estar tan endeudados como las economías avanzadas. Y los mercados discriminan más entre países y recompensan a aquellos que parecen estar manejando bien sus economías.

Donde hay peligro, éste está en el sector privado: las compañías del mercado emergente ahora están más endeudadas en relación al producto económico de sus países que sus pares de naciones ricas. A una relación deuda/PBI de 94%, comparado con el 63% de hace una década, la fuga de capitales podría detener el crecimiento de un país expuesto.

Además, una crisis de deuda no es menos política por originarse en el sector privado: tal como han demostrado Argentina y Turquía en los últimos meses, la fragilidad financiera puede rápidamente amenazar la credibilidad política.

La pregunta es qué pueden hacer las autoridades de los países emergentes. Es crucial administrar bien los ingresos de capitales durante el auge: usar herramientas impositivas y regulatorias para favorecer la inversión directa o el capital por sobre la deuda; implementar con anticipación controles de capitales moderados (así a los inversores no los toman desprevenidos) para evitar una huida en caso de crisis; y hacer que la economía local sea resiliente a un cambio de escenario. Eso puede significar límites al apalancamiento y políticas para que los fondos extranjeros se dirijan hacia inversiones productivas.

Hay que admitir que este consejo sirve de poco para quienes ya sufrieron la fuga de capitales. Pero ellos no están desprovistos de herramientas de política que los protejan. Pueden minimizar el sufrimiento de una crisis de refinanciamiento lo que también podría hacer que sea menos probable incentivando un giro hacia la financiación a más largo plazo. Pueden mejorar el marco local para la reestructuración de la deuda del sector privado. Si los capitales se dirigen hacia la puerta, no deberían destinar demasiados recursos a defender los tipos de cambio, especialmente a expensas de sofocar el crecimiento con tasas de interés elevadas. Después de todo, el crecimiento es la mejor solución a la deuda, tanto para los deudores como para los acreedores.

Traducciones: Mariana Inés Oriolo

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