La "alianza rebelde" doblegó a Johnson, pero aún no tiene la última palabra

Rara vez la estrategia de un primer ministro británico implosiona tan rápido y de manera tan espectacular. En dos días, Boris Johnson se convirtió en el primer premier desde Earl de Rosebery en 1894 en perder su primera votación parlamentaria, y presenció cómo los diputados respaldaron un proyecto que lo obliga a tomar un rumbo que él categóricamente había descartado. Hizo que se derrumbara su propia mayoría y perdió la votación parlamentaria por 27 votos. Quedó en una posición en la que se vio obligado a despedir a 21 rebeldes. Llevó a su partido al borde de una división histórica. Su plan de contraatacar con una elección anticipada quedó rehén de un acuerdo con sus opositores.

La llamada "alianza rebelde" que tomó el control de la agenda parlamentaria y apoyó una ley que obliga a Johnson a buscar una prórroga del Brexit más allá del 31 de octubre se merece un verdadero elogio. Los conservadores pusieron el interés nacional por delante de sus carreras y lealtad a un partido. Y lo más importante, reivindicaron la soberanía parlamentaria y le bajaron los humos a un primer ministro que, al suspender la Cámara durante cinco semanas, buscó saltearla.

Johnson quedó cercado dentro de sus propias líneas rojas. Adoptó su promesa "a todo o nada". Luego, al insistir que la salvaguarda diseñada para evitar una frontera dura en Irlanda debe eliminarse, fijó tan alta la vara para las renegociaciones con Bruselas que genera dudas sobre su sinceridad en cuanto a su deseo de cerrar un acuerdo. Desde entonces no hizo ninguna propuesta nueva factible.

Johnson aplicó tácticas intimidatorias, y la clausura del palacio de Westminster enfureció a los Comunes, y a muchos más. Las hipócritas explicaciones del primer ministro otra vez pusieron en duda su credibilidad. La amenaza de expulsar a los rebeldes Tory y la exposición mediática de un asesor como "desleal" reforzaron la impresión de que era un gobierno listo para pisotear las normas y convenciones.

Las cosas podrían haber sido diferentes. Podría haber cambiado el rumbo como premier hacia el conservadurismo One Nation al que él pertenecía como alcalde de Londres. Podría haberse sincerado con sus diputados y los votantes a favor del Brexit sobre las compensaciones que había que hacer para que la salida de la UE no provocara daños a largo plazo. Podría haber capitalizado su nuevo mandato para mantener conversaciones constructivas con la UE, asegurarse pequeños retoques, y luego usar su carisma para enamorar a su partido.

Ahora parece inevitable una elección en condiciones muy diferentes, y con el partido conservador reducido a un remanente nacionalista inglés. En realidad, el derrumbe de la mayoría del gobierno implica que el pueblo británico debe expresar su voluntad. Sin embargo, hay cuestiones serias. Los partidos de la oposición deben equilibrar su deseo de enfrentar a Johnson con el riesgo de que él use un votación para -si gana- derogue el proyecto de ley de esta semana que impide un Brexit sin acuerdo. Los diputados decididos a evitar el peor Brexit obtuvieron una notable victoria. Deben asegurarse de que no se convierta en una victoria pírrica.

Traducción: Mariana Oriolo

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