Japón: el desastre que ofrece una oportunidad

Cuando el viernes 11 de marzo un terremoto de magnitud 9 golpeó el noreste de Japón, la catástrofe cambió todo, aunque no cambió nada. Al desencadenar un tsunami que devastó la costa y provocó la peor crisis nuclear mundial en 25 años, el sismo redefinió las prioridades de una nación que en las últimas décadas pareció haber perdido el rumbo.
Pero el desastre y los problemas en la planta atómica de Fukushima, en sí mismos, no pueden resolver -y podrían exacerbar- algunos de los problemas más apremiantes de Japón: gobierno frágil, política improductiva, crecimiento anémico y deuda estatal que crece en espiral.
No hay duda de que el terremoto y sus terribles consecuencias han sido una divisoria de aguas para la tercera economía del mundo. La conmoción de ver casi 30.000 vidas arrasadas quedó grabada en la psiquis nacional. El deprimente fracaso de los sistemas de seguridad de la planta nuclear golpearán aún más la fe del público en un sistema político y económico forjado entre las cenizas radiactivas de la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial, del que en una época estuvieron orgullosos.
Takashi Mikuriya, un profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Tokio, ha declarado que el terremoto marcó el fin de la era de posguerra y el inicio de un período que debería llamarse de post-desastre. Era necesaria una nueva experiencia compartida para poner fin a la era que empezó en 1945, escribió el profesor Mikuriya en la última edición de la revista Chuokoron, y agregó que el sismo despiadadamente la brindó.
Para los optimistas, el paralelo con el calamitoso legado de la Segunda Guerra Mundial es atractivo. El primer ministro Naoto Kan, que nació en 1946, cree que puede aprenderse de la milagrosa recuperación del país que fue el telón de fondo de gran parte de su vida. Recordemos el espíritu de reconstrucción que sentimos entonces, reflexionemos sobre eso y usémoslo ahora para nuestra trabajo de reconstrucción, dijo Kan hace poco.
La solidaridad ha sido fuerte. Las encuestas sugieren que los votantes japoneses respaldan un aumento en los impuestos para pagar por la reconstrucción. Además, el público respondió al desastre con generosidad. Al 12 de abril, la Cruz Roja Japonesa había recibido donaciones para las víctimas que ascendían a u$s 1.500 millones.
Como ocurrió con el terremoto de Kobe, este nuevo sismo marcó otro paso en la gradual aceptación por parte de las autoridades del papel de las obras de beneficencia y otras organizaciones sin fines de lucro. Kan -que fue activista social antes de ser político- dijo que estos grupos deben tener un rol central en la recuperación.
El primer ministro considera que las ciudades y pueblos arrasados por las aguas son oportunidades para crear comunidades más viables en un área que sufría estancamiento económico y declinación demográfica.
Los cortes de luz le han dado esperanzas a los ambientalistas porque muchas compañías ya ahorran energía apagando luces y equipos innecesarios, un hábito que podría reducir el desperdicio en la que ya es una de las grandes economías más eficiente en materia energética.
En el mundo, la perturbación sufrida por las cadenas de abastecimiento globales desde el desastre ha sido un recordatorio de que Japón sigue siendo importante para la economía mundial.
En el propio Japón, la escala del desastre ha creado nuevas fuentes de demanda en una economía con consumo débil. Alrededor de 85.000 viviendas deben ser reconstruidas y más de 200.000 autos reemplazados, lo que se suma a la necesidad de construir fábricas, puertos y otras obras de infraestructura. Para algunos, esto se combinará con las restricciones en la oferta creadas por los cortes de energía y podría incluso darle el golpe final a la deflación que afectó a Japón en las últimas décadas. Sin embargo, el que tendrá que pagar por la mayor parte de los daños es un gobierno que ya está fiscalmente presionado. Aun antes del sismo, se estimaba que la deuda bruta del Estado treparía por encima de 200% del PBI en 2011.
La magnitud del ahorro interno japonés implica que el gobierno no debería tener problema para financiar el déficit, pero cualquier shock nuevo puede representar el punto de quiebre en la capacidad gubernamental para conseguir financiación accesible, señaló David Rea, de la empresa Capital Economics.
Al principio, la calamidad y el ansia popular de unidad parecieron abrir la posibilidad de una política más productiva. La gente del PDJ hablaba de una potencial gran coalición con el Partido Liberal Democrático (PLD), que gobernó durante muchos años, o por lo menos de una cooperación en los proyectos para la reconstrucción. Muchos políticos son conscientes de que la fe del público en los principales partidos está en un punto muy bajo.
Pero la frágil tregua del tsunami ya se fracturó. Kan fue atacado por Ichiro Ozawa, un dirigente de su propio partido, quien lo denunció por no ejercer el liderazgo en la crisis. Y el PLD, al que aún le duele la derrota electoral de 2009, revivió su campaña para obligar a Kan a dejar el cargo.
Si la clase política japonesa no logra estar a la altura del desafío que plantea el desastre, las consecuencias serían grandes. Para los optimistas, puede promover un realineamiento partidario que impulse el debate sobre las políticas. Para los pesimistas, puede alentar el populismo y el nacionalismo.
En realidad, pese al gran sufrimiento causado por el sismo, la realidad es que su impacto no ha sido lo suficientemente grande como para modificar realmente la nación. Una vez que se detengan las fugas de radiación y se alivien los cortes de energía, la vida en Tokio volverá rápidamente a la normalidad.
También puede haber sido excesivo hablar de una experiencia compartida nacional. La diferencia en el consumo entre el este, golpeado por la catástrofe, y el oeste, llevó a Rakuten -una de las mayores firmas minoristas online de Japón- a mostrar, por primera vez, mercadería distinta en ambas regiones. En el este, la gente quiere luces de emergencia y agua embotellada, dijo Hiroshi Mikitani, fundador de Rakuten, pero en el oeste no quieren ver todos esos ' productos de la crisis' . . . quieren comprar trajes, carteras, artículos de lujo
Masatoshi Honda, un experto en Ciencias Políticas, dijo que el terremoto y el tsunami crearon un momento de unidad nacional real, pero que la oportunidad de hacer reformas que presentaba ya fue desperdiciado por el poco inspirador manejo de la crisis nuclear que tuvo Kan. Esta era una chance para que Japón se reconstruyera como una nación nueva pero, por falta de liderazgo, hemos fallado, agregó Honda.
Como sociedad y como economía, el país está todavía entre los más exitosos. Aunque el tsunami y la crisis nuclear no sean un punto de inflexión, seguramente conducirán a algún tipo de acción en cuento a las fallas más obvias que mostró el desastre, principalmente el poco efectivo régimen de seguridad nuclear.
Shijuro Ogata, un ex vicepresidente del Banco de Japón, piensa que hay un posible impulsor de cambio en la creciente insatisfacción con el liderazgo brindado por la elite en las últimas décadas, particularmente cuando se la compara con la fortaleza demostrada por los sobrevivientes del tsunami. Mi broma habitual es que este es un país de buenos soldados pero con comandantes mediocres, y creo que ahora hay más gente que está de acuerdo conmigo. Espero que el cambio se produzca, pero me temo que llevará tiempo, dijo Ogata.

Las más leídas de Financial Times

Destacadas de hoy

Noticias de tu interés