Italia desafía la unidad de la eurozona

Además del débil crecimiento de la productividad, la península padece de una enorme desventaja competitiva

El euro ha sido un fracaso. Esto no significa que no vaya a perdurar ni que sería mejor si desapareciera. Los costos de una ruptura parcial o completa de la eurozona son demasiado grandes. Significa que la moneda única no ha logrado brindar estabilidad económica o un mayor sentido de identidad europea. Se ha convertido en una fuente de discordia.

La historia de Italia es reveladora y, dado su tamaño, de crucial importancia. Esto no tiene como propósito culpar al euro por el estancamiento de la productividad y de la producción italianas desde que se unió a la eurozona. Estos resultados reflejan fallas domésticas. Sin embargo, el hecho de que Italia se encuentre dentro de la eurozona hace que sus fallas sean una preocupación compartida. También destruye el vínculo entre política y poder. Y, no menos importante, convierte lo que de otro modo hubieran sido breves crisis de tasas de cambio en desastres macroeconómicos de larga duración.

Todo esto fue predicho. En su excelente libro "EuroTragedy" (EuroTragedia), Ashoka Mody, de la Universidad de Princeton, cita una crítica incluida en el informe de 1970 del Comité Werner, el primer modelo para una unión monetaria, presentada por Nicholas Kaldor, un economista británico de origen húngaro. Kaldor argumentó que tendría que haber transferencias fiscales. Eso requeriría una unión política. Pero los conflictos creados por la unión monetaria se agudizarían, dificultando los movimientos hacia tal unión. Así ha sucedido. Andreas Kluth escribió en el periódico Handelsblatt Global este mes: "Se suponía que una moneda común uniría a los europeos. En cambio, los divide cada vez más". Él tiene razón.

La decisión de aceptar a Italia como miembro fundador de la eurozona fue tomada por el excanciller alemán Helmut Kohl, a pesar de las objeciones de sus propios funcionarios y de otros gobiernos. El Prof. Mody ha señalado que Italia había prometido reducir su proporción de deuda pública del 120% al 60% para 2009. La situación más bien se estabilizó, antes de saltar al 130%, después de la crisis de la eurozona.

No es sorprendente que Italia haya elegido partidos populistas al poder dado el pronóstico por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI) de un PBI per cápita para este año un 8% por debajo de su nivel de 2007, y sólo un 4% por encima del de 1997. Una combinación de clase dirigente y mercados neutralizó rápidamente su programa. Los márgenes con respecto a los Bunds (bonos) alemanes se han estabilizado en consecuencia.

Ésta pudiera ser una solución viable si un retorno sostenido a la prosperidad fuera probable. Lamentablemente, además del débil crecimiento de la productividad, Italia padece de una enorme desventaja de competitividad, como lo demuestra una reciente publicación del FMI. El artículo argumenta que Italia sufrió una pérdida de competitividad con respecto a Alemania superior al 40% entre 1995 y 2010.

Entonces, los dos problemas iniciales de Italia fueron el alto nivel de deuda pública - el cual lo expuso al pánico del mercado financiero - y una enorme pérdida previa de competitividad externa. El saldo exterior de Italia actualmente está en superávit, mayormente porque el desempleo es tan alto. Es probable que una fuerte expansión de la demanda interna genere déficits externos imposibles de financiar. Los contribuyentes del norte de Europa temen que vayan a tener que pagar por esto. Seguramente no lo harán.

Según el FMI, "se estima que se necesita una depreciación real del orden del 10% para realinear la cuenta corriente de Italia con los fundamentos económicos". La solución recomendada es una "devaluación interna" a través de la caída de los salarios nominales y de una mayor productividad. Pero Italia tampoco ha experimentado mucho de ninguna de las dos. En cambio, el empleo y la inversión han sido recortados, conllevando graves consecuencias. El hecho de que la inflación haya sido tan baja en la eurozona, en su conjunto, ha dificultado los ajustes. El ajuste asimétrico es difícil.

Fuera de la eurozona, los ajustes pertinentes habrían ocurrido, como frecuentemente sucedía antes, a través de una depreciación de la moneda. Es cierto que ésa no habría sido una solución a largo plazo. Pero seguramente habría sido mejor que el daño social y político que ha convertido a uno de los países más pro-Unión Europea en uno de los más escépticos actualmente. Y la situación tampoco ha llegado a su final. La política de Italia pudiera no sanar pronto, o en lo absoluto.

Parte del mecanismo de ajuste integrado en la unión monetaria es el impacto procíclico de la política monetaria: las tasas de interés reales son más altas en los países forzados a través de devaluaciones internas. El mecanismo de ajuste en la eurozona es, por lo tanto, esencialmente el del patrón oro del siglo XIX. Las recesiones prolongadas son una característica, no un error. Son la manera en la que la competitividad se ajusta a las circunstancias cambiantes.

Ni una unión bancaria, ni una unión de mercados de capitales, ni una flexibilidad fiscal nacional pueden evitar estas recesiones sin recibir un persistente apoyo externo. Tales mecanismos sólo pueden proteger las economías contra los cambios relativamente transitorios o desplazar las pérdidas al exterior. Los cambios en competitividad requieren cambios permanentes en los precios. Éstos, a su vez, les siguen a las recesiones. Mientras más rígidas sean las economías y mayores los ajustes, más prolongadas o profundas serán las recesiones. Nada de esto es noticia. Los críticos del proyecto ya lo sabían antes de que comenzara.

Entonces ¿qué debe hacerse? Un euro débil es parte de la respuesta. También lo es una inflación significativamente más alta en los países con superávit. Pero, por razones comprensibles, el Banco Central Europeo (BCE) no puede, incluso con Mario Draghi al mando, perseguir las políticas monetarias hiperagresivas necesarias para generar un sobrecalentamiento real en Alemania o en los Países Bajos. Mientras tanto, éstos últimos ven pocas razones para ayudar.

El ajuste siempre recaerá, particularmente, en los países deficitarios. En ausencia de transferencias fiscales sostenidas, no tienen alternativa a las reformas destinadas a acelerar el crecimiento de la productividad y la flexibilidad del mercado laboral. España ha hecho eso. ¿Es posible en Italia? De lo contrario, la apuesta a su entrada en la eurozona pudiera empeorar.

Las buenas cercas resultan en tener buenos vecinos. Una moneda propia es una buena cerca. Ciertamente es una pena que esto se haya sido olvidado.

Temas relacionados
Más noticias de italia

Las más leídas de Financial Times

Destacadas de hoy

Noticias de tu interés