Inversores nerviosos retroalimentan sus temores

Se suponía que esto no iba a suceder. Mientras las acciones globales caían en un mercado bajista, las plazas de acciones y bonos tomaron precisamente la dirección opuesta, la que le marcaron los bancos centrales.
La sensación de que ya no se puede confiar en que los bancos centrales son la última red de contención del sistema ayudó a que los mercados entren en algo cercano a una situación de pánico. El mayor riesgo que ahora enfrentan es lo que George Soros llama "reflexivilidad": que los mercados crean su propia realidad, y entonces fuerzan más caídas en los precios de los activos, y una desaceleración del crecimiento económico.
Durante años los inversores siguieron las operaciones divergentes, basados en la idea de que EE.UU. está creciendo más que el resto del mundo desarrollado y, por lo tanto, necesitará una política monetaria más ajustada, mientras que otras economías, como Japón y la eurozona, tienen que ablandarla.
Las operaciones divergentes implican la compra de dólares, mientras invierten en activos de riesgo de otros países donde el dinero es barato. En los últimos dos meses, esa operación rindió frutos porque EE.UU. finalmente ajustó la política monetaria mientras otros la ablandaron.
Sin embargo, las operaciones divergentes se revirtieron, lo que provocó pérdidas a muchos que las habían realizado. En diciembre, el BCE anunció medidas para ampliar sus compras de activos. Luego la Reserva Federal norteamericana tomó la polémica decisión de subir las tasas. Y a fines de enero, el Banco de Japón fijó tasas de interés negativas para las reservas que los bancos tiene depositados allí.
Pero en ese período el euro y el yen se fortalecieron considerablemente. Y la divergencia en los mercados de bonos se ajustó abruptamente. Eso provocó pérdidas a muchos, lo que les exigió vender otras tenencias que en general son las más líquidas; la clásica reflexivilidad.
¿Por qué sucedió eso? La creciente sensación de que la Fed posiblemente no pueda seguir subiendo las tasas este año abrumó a otros bancos centrales.
Las continuas caídas en el precio del petróleo generan preocupación por el gasto de capital estadounidense y avivó los temores a defaults en los operadores de shale. La desaceleración de China implica menor crecimiento. Por eso los inversores empezaron a considerar el riesgo de una recesión en EE.UU. este año.
Esos temores se retroalimentaron. Los mayores spreads del crédito dificultan la vida de los bancos y de las compañías endeudadas. La caída de los precios de las acciones son un problema porque el S&P 500 "es el cajero automático del mundo", tal como dijo Mark Lapolla de Stableford Capital. Es una gran tienda de dinero que se puede convertir en líquido en caso de apuros. Como el petróleo ya no ofrece similar liquidez, crece y se refuerza el impulso a vender acciones norteamericanas.
Mientras tanto, las medidas concretas de otros bancos han tenido consecuencias negativas e indeseadas. El índice Topix de bancos japoneses cayó más de 20% desde que el BOJ pasó a tener tasas negativas.
Este humor llevó a liquidaciones en bancos de Europa y EE.UU. Y la reflexivilidad vuelva a tener un rol. La única respuesta lógica del banco central bajar las tasas dañaría la rentabilidad de los bancos.
Al revertirse las operaciones divergentes y derrumbarse la confianza en los bancos centrales, los mercados ahora enfrentan ese ciclo que se retroalimenta. Quizás se necesite la acción de los gobiernos para quebrarlo.

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